El Gobierno francés, en la cuerda floja
Desde que, el pasado 5 de septiembre, el presidente francés, Emmanuel Macron, nombró primer ministro al conservador Michel Barnier, todo el mundo era consciente en el país vecino de dos cosas: que el nuevo Gobierno nacía claramente escorado a la derecha y que su fragilidad era manifiesta, puesto que su supervivencia dependía de la extrema derecha de Marine Le Pen.
Y esa fragilidad no ha hecho más que acentuarse, al punto de que la posibilidad de que el Ejecutivo de Barnier dure solo tres meses y caiga antes de Navidad por una moción de censura es más que plausible. Su coalición minoritaria en la Asamblea Nacional está en el aire y puede venirse al suelo si la extrema derecha de Reagrupamiento Nacional (RN) acaba presentando esa moción, a la que también se sumarían la izquierda radical de La Francia Insumisa y el Partido Socialista.
El punto de inflexión se producirá si finalmente el Gobierno decide aprobar los presupuestos del 2025 obviando el debate legislativo y acogiéndose al artículo 49 de la Constitución, que le permite dar luz verde a las cuentas públicas con un decreto. Si ello acaba sucediendo, la moción de censura será un hecho y el Ejecutivo tendrá las horas contadas. Para intentar evitarlo, el primer ministro Barnier no ha tenido más remedio que hacer concesiones a Le Pen y ha renunciado a subir el impuesto a la electricidad, una de las líneas rojas de la formación ultraderechista, que, pese a ello, lo considera insuficiente y reclama también suprimir el aumento del copago farmacéutico y revalorizar las pensiones. El RN tiene como bandera electoral mejorar el poder adquisitivo de los franceses y Le Pen ha dado de plazo a Barnier hasta el lunes para que acceda a todas sus exigencias, a lo que el premier replicó ayer que el país necesita estabilidad, prefiriendo hablar de “respeto y diálogo” y no de “ultimátum”.
El Ejecutivo de Barnier se expone a una moción de censura de Le Pen que la izquierda apoyaría
El presupuesto, que ahora está en el Senado, se votará el 12 de diciembre y tiene que aprobarse en la Asamblea antes del día 21. Si no consigue los votos suficientes, el primer ministro tendrá que activar el mencionado artículo 49, lo que, como hemos dicho, será contestado por la ultraderecha con una moción de censura.
Barnier insiste en la necesidad de que haya presupuestos, recordando que Francia tiene una “increíble deuda de 3.228 millones de euros y un déficit récord”. Por eso su proyecto presupuestario preveía ajustes para poder dejar el déficit en el 5% en el 2025. Y es que la situación económica de Francia no deja de agravarse. La deuda va al alza, y con ella la prima de riesgo, que esta semana ha tocado máximos desde la crisis del euro. Multinacionales francesas están despidiendo a parte de sus plantillas. La presión impositiva que Barnier pensaba aplicar a las empresas no es, obviamente, bien vista por la patronal, que ha alertado del riesgo de rápida degradación del clima económico, con suspensiones de inversiones y de contrataciones.
Las causas del colapso son conocidas. Más que el déficit público o la relación deuda/PIB, lo que los inversores juzgan con dureza es la inestabilidad política. Los analistas creen que el coste de los compromisos a los que el primer ministro tendría que llegar para evitar la censura puede hacer que Francia se desvíe de su trayectoria deficitaria y despierte una desconfianza total en los inversores. En este contexto de crisis, Macron efectuó ayer una visita a la catedral de Notre-Dame, que reabrirá oficialmente la semana próxima tras el devastador incendio sufrido hace cinco años. Junto con el éxito de los Juegos Olímpicos, será uno de los pocos buenos momentos en los últimos meses del presidente de la República en este annus horribilis político que ha tenido. Su capacidad de maniobra es en estos momentos muy reducida, pues carece de mayoría en la Asamblea Nacional para poder sacar adelante las iniciativas legislativas de su Gobierno, y su autoridad política e imagen pública se han visto muy mermadas desde que, en un error de cálculo nefasto para él, decidió el pasado julio convocar elecciones legislativas anticipadas después de los resultados de los comicios al Parlamento Europeo.
La inestabilidad política empuja al país a una crisis económica, financiera y de inversiones
Si al final la Asamblea vota una moción de censura, el país quedará sin presupuestos y sin gobierno, lo que no hará más que alargar el problema ya que, por ley, no pueden volver a celebrarse elecciones legislativas hasta el verano próximo. Ello obligaría a Macron a constituir un gabinete formado por tecnócratas o bien, usando un mecanismo constitucional, asumir temporalmente poderes excepcionales. Escenarios que muestran la crisis institucional y política que atraviesa Francia en estos momentos, que incluso podría concluir con la renuncia de Macron –que llegó al poder en el 2017 con la promesa de sanear las finanzas del país– y la celebración de elecciones presidenciales anticipadas.