Los acontecimientos relacionados con la guerra de Ucrania ocurridos en los últimos días han elevado un grado más el nivel de preocupación en la comunidad internacional ante una creciente inestabilidad que podría desembocar en el uso del arma nuclear por parte de Rusia.
La cronología de los hechos arranca el pasado domingo, cuando el presidente Joe Biden autorizó a Ucrania a utilizar misiles de largo alcance ATACMS, estadounidenses, contra territorio ruso, aunque con limitaciones. A las pocas horas, el presidente Volodímir Zelenski ordenaba el lanzamiento de seis de esos misiles no contra la región de Kursk, como se esperaba, sino contra la de Briansk. Y casi en paralelo, el presidente Vladímir Putin actualizaba la doctrina nuclear de Rusia y ampliaba los supuestos en que el Kremlin podrá utilizar armas atómicas, entre los cuales está su uso si se produce un ataque convencional que suponga una amenaza para su soberanía nacional. La nueva doctrina considera como un “ataque conjunto” la agresión de un país que carezca de armamento atómico, pero que tenga el respaldo de una potencia nuclear. Dada la rivalidad rusa con la OTAN, lleva a pensar inmediatamente en que esta provisión ha sido adoptada teniendo a la Alianza Atlántica en mente.
Rusia, pues, responde a Biden –que ayer también autorizó el envío de minas antipersona a Ucrania– con la amenaza nuclear después de que Kyiv sobrepasara una de las líneas rojas marcadas por Putin. El líder del Kremlin amaga con el terror nuclear. Estamos en una partida de póquer en la que las caras de los jugadores –Rusia, Occidente y Ucrania– ocultan más que las bazas que tienen. Por parte rusa, el objetivo es que el enemigo tome nota y sea consciente de que tiene unas cartas potentes, más que ponerlas efectivamente sobre la mesa. Se trata de una escenificación, de ir subiendo la presión sobre Occidente y sobre la UE con el claro objetivo de dividir al máximo a los europeos sobre el mantenimiento de la ayuda a Ucrania.
La amenaza nuclear rusa intenta dividir a Occidente sobre el mantenimiento de la ayuda militar a Ucrania
Putin no tiene interés alguno en llegar a un acuerdo con Occidente. Lo que pretende es dividirlo y debilitarlo. Utilizar los ATACMS como pretexto para cambiar su doctrina militar es un argumento de escasa consistencia, pues son misiles de un alcance limitado que no impedirán que Rusia evacue o traslade aquellas bases, líneas logísticas y depósitos de armas que pudieran quedar a su alcance. El uso por Ucrania de estos misiles no cambiará el curso de la guerra, pero servirá para que Zelenski pueda estar en una posición más fuerte para que Ucrania llegue en las mejores condiciones posibles a una negociación con Rusia. Biden quiere llenar sus arsenales antes de la llegada a la Casa Blanca de Trump, que aún no se ha pronunciado sobre cómo piensa trabajar para acabar con un conflicto al que prometió poner fin en un día.
Aunque no hay que menospreciar las reacciones de alguien con la personalidad de Putin, hay que ver si la actualización de la doctrina nuclear rusa es solo una bravuconada más que le permite mantener la tensión constante con Occidente. Mientras, le da más réditos para lanzar su mensaje propagandístico de unidad y poder a una ciudadanía que no tiene opciones de informarse por medios independientes. En este contexto hay otro factor clave que juega contra la posibilidad de una acción nuclear rusa: China. Pekín no quiere ni oír hablar del arma atómica y ayer pidió “calma” y “moderación” ante el decreto nuclear ruso. Sin olvidar que la dependencia económica rusa de China es muy alta, pues proporciona un tercio de las importaciones y más del 90% de la microelectrónica, que se utiliza en drones, misiles y tanques.
Occidente confía en que se trate de la enésima escalada declarativa de Moscú. Pero la UE debe tomarse en serio la amenaza rusa, en especial la amenaza política, la militar, la informática, la híbrida, porque estas sí que ya las está sufriendo en diversos países miembros mientras que otros, como los bálticos y los escandinavos, empiezan a tomar medidas ante una posible agresión. Europa debe adaptarse lo más rápido posible al nuevo entorno mundial, no puede seguir viviendo bajo el paraguas de seguridad de EE.UU. –especialmente tras la victoria de Trump– y debe pensar definitivamente en términos de seguridad y defensa europeas, a sabiendas de su elevado coste. La autonomía estratégica es más necesaria que nunca.
Zelenski necesita llegar a una futura mesa negociadora en la mejor posición de fuerza posible
Zelenski ha dicho que el 2025 sería el año para negociar la paz. Los líderes occidentales han valorado la amenaza nuclear rusa como un intento de disuadir a los aliados de Ucrania de proporcionar más apoyo a Kyiv. Zelenski necesita una posición lo más fuerte posible para llegar a la mesa negociadora en la mejor condición posible. Putin usa el miedo nuclear para impedirlo.