Sí, quiero / No quiero

Sí, quiero / No quiero

Una de mis mejores amigas me ha hecho maestra de ceremonias de su boda. A mí, que me va más el papel de poner objeciones en el momento del “que hable ahora o calle para siempre” que de arrancar un “sí, quiero”. Se me ocurren muchas razones para salir corriendo y pocas para quedarme con alguien hasta que la muerte nos separe. Pero, pensándolo un poco, quizá sea porque, si he tenido algo claro en la vida, es todo lo que no quería: ni casarme, ni tener hijos, ni hi­potecarme. Fracasé en esto último, y así lo sentía mientras firmaba ante notario. Lo hacía contra mi voluntad; habían podido conmigo.

white wedding cake with topper

  

Getty Images/iStockphoto

No se trata de un miedo al compromiso. Soy coherente, y me he comprometido con trabajos, personas, proyectos, pasiones, sin necesidad de contratos a largo plazo. Lo cual pasa factura; este país no está hecho para autónomos ni para los que aspiran a la independencia del living apart together, hay un desequilibrio. Casarse puede aportar ventajas fiscales y brindar más derechos (herencias y permisos en caso de hospitalización, por ejemplo). Además, si compartes vivienda, divides gastos; eso sí, al alto precio de la convivencia. Y un contrato laboral fijo da más prestaciones, confianza y seguridad, tanto al que lo tiene como al que estudia su situación.

Este país no está hecho para autónomos ni para los que aspiran al ‘living apart together’

Tampoco es que vaya contra corriente, ni me considero antisistema. Pero creo que el romanticismo es la edulcoración del control, un bombón con el que nos hacen tragar lo que sea. Y si no lo consigue porque a una le empalaga lo dulce, entonces el control se embadurna de pragmatismo. Intentar librarse es complicarse la vida. En fin, a lo mejor simplemente soy cabezota y no voy a reconocer ahora que tal vez me he equivocado. Pero no sé dejar de ver que el mundo finge ser estable manteniendo unos fundamentos demasiado rígidos para soportar las sacudidas de esta época de terremotos.

La ficción ayuda a recobrar la esperanza y el entusiasmo, esenciales para cambiar las cosas. Y casarse (por amor, o con amor pero por otros motivos) no deja de ser un relato. No querer es una forma de resistencia. Y según cómo se mire, la resistencia no lleva a ninguna parte, ni te salva de posibles frustraciones. Eso es lo que diré en la boda. Que aventurarse al “sí, quiero” es dar un paso hacia un lugar al que no llegarías con un “no quiero”.

Lee también
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...