Notas del natural. En el control de metales de cualquier aeropuerto: cuidadosamente envueltas en papel de aluminio, antes papel de plata, una pastilla para el ritmo cardiaco y otra más por si se diera el caso… Medio blíster con cuatro orfidales que, como todo el mundo sabe, atemperan muchos desasosiegos, un multiusos con receta médica. “Una por la noche al acostarse y otra ya en el aeropuerto”. Y también en el bolsillo pequeño del pantalón tejano, que en el Lejano Oeste era para guardar el reloj, una pequeña piedra hallada en la frontera de Arenys de Mar (para muchos Sinera) con Canet de Mar, con un barniz grasiento adquirido de tanto manosearla. A mayor fricción mayor suerte, es lo que tienen los amuletos, comentan. Ya en el bolsillo izquierdo, una alcayata como está escrito que las buscaba Pavarotti por los escenarios del mundo antes de cantar. Ya se sabe, las manías y supersticiones son libres y cada uno se apaña con las suyas y con las que puede y lleva puestas. Unos billetes calculando el gasto de unas vacaciones discretas terminan el inventario.
Ya en el bolsillo derecho, muchas monedas de céntimos y algún chicle suelto pegado a ellas, una asquerosidad. Una medallita de santa Rita porque nunca se sabe… La bolita de papel con alguna anotación antigua y ya medio borrada por más de un lavado, completa, más o menos, el recuento del otro bolsillo. Un minisíndrome de Diógenes a la vista y parecer del señor agente.
El asunto del bolsillo tiene su miga. Cada uno es un mundo. Una historia personal. Una biografía posible. Un aquel que a poco que se rumie es tema para una novela. La caja negra, más urbana que rural, de cada uno de nosotros ¿Qué les parece como título: La intimidad de los bolsillos ? La intimidad se acaba cuando uno está en el control, en el detector de metales de un aeropuerto, pongamos por caso ante un/a agente que le registra y le rebaña en sus interiores porque todo pita. Y aparecen la alcayata, la piedra de la suerte, el blíster con los orfidales, las pastillas para el ritmo… santa Rita, el chicle sobado… Y vaya usted a contarle al agente que es una persona delicada, supersticiosa, atemorizada, con miedo a volar… o un artista, pongamos por caso. ¡No sé qué es peor!
Josep Pla guardaba las colillas en el bolsillo de su americana para liar luego el tabaco. Joan Miró, siempre poético, llevaba encima una brizna de hierba de Mont-roig para pintar La masía en su estudio de París. Juan Ramón no salía de su casa sin la botellita de alcohol en su bolsillo superior. ¿Superstición o higiene? Y tantos otros que fueron el spoiler de nuestra realidad, ¿no?