Biden y el dilema de los misiles

Biden y el dilema de los misiles

El presidente estadounidense, Joe Biden, es muy reticente a que Ucrania pueda utilizar misiles de largo alcance y precisión para atacar Rusia. Teme que uno de estos ataques provoque una escalada militar a falta de dos meses escasos para las elecciones presidenciales en EE.UU. En este supuesto, el gran beneficiado sería el candidato republicano Donald Trump, partidario de cortar la ayuda a Ucrania para forzarla a aceptar los principios del Kremlin, es decir, un alto el fuego a cambio de los territorios ahora en poder de Rusia y la renuncia a ingresar en la OTAN y la Unión Europea.

Francia y el Reino Unido consideran que Ucrania necesita esos misiles para poder equilibrar una posible negociación con Rusia. Sin embargo, la Casa Blanca se toma muy en serio las amenazas del Kremlin, según confirmó ayer el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional.

El presidente Vladímir Putin insistió en que si los aliados permiten a Ucrania atacar a Rusia con los misiles Storm-Shadow, de fabricación francesa y británica y que tienen un alcance de hasta 250 kilómetros, cambiaría por completo la esencia del conflicto. El Kremlin consideraría que EE.UU. y el resto de países de la OTAN participan directamente en la guerra contra Rusia.

Putin ha recurrido a esta retórica siempre que EE.UU., la OTAN y la UE han planteado aumentar la ayuda a Ucrania. El líder del Kremlin amenaza, de forma indirecta, con recurrir al arma nuclear y gracias al poder de esta disuasión mantiene una gran ventaja estratégica y psicológica sobre sus enemigos.

Otra de las grandes victorias de Putin en esta guerra ha
sido hacer pasar por normal lo que no es. La presencia de tropas rusas en Ucrania es una ilegalidad. En contra de lo que la propaganda del Kremlin intenta demostrar, la agresión militar no tiene ninguna justificación. No la tiene, por ejemplo, que Rusia bombardee a la población civil ucraniana, como hace constantemente, o que destruya las infraestructuras civiles que la sostienen.

El líder estadounidense no quiere una escalada militar con Rusia a dos meses de las presidenciales

Ahora Ucrania está en Rusia. La ofensiva en la región de Kursk ha sido una gran victoria moral para un ejército atrin­cherado y a la defensiva, sin esperanzas de recuperar el terreno perdido y, por tanto, sin poder negociar de igual a igual con el agresor.

Los misiles Storm-Shadow pueden reducir esta desventaja. Si Kyiv tuviera el visto bueno de Washington, podría bombardear objetivos lejos del frente, como puertos, bases aéreas y refinerías, la base de la economía rusa. La ciudad de Moscú caería dentro del radio de acción de estos cohetes, que serían guiados por satélites aliados. La escalada sería evidente y los aliados pondrían a prueba las amenazas de Putin. Sin embargo, parece que ni EE.UU. ni Alemania quieren correr el riesgo de ver hasta dónde es capaz de llegar el presidente ruso.

Los aliados de Ucrania saben que sin misiles de largo alcance, Rusia mantendrá la iniciativa, sobre todo ahora que Irán le envía cohetes de corto alcance, un arma que le ayuda a consolidar el avance en el Donbass.

Ucrania cree que mientras no amplíe sus victorias no podrá negociar de igual a igual con el Kremlin. Volodímir Zelenski confiaba en los misiles Storm-Shadow y también en los ATACMS americanos para avanzar ahora, antes de una posible victoria de Trump. Biden, no obstante, teme que a cambio de un triunfo puntal de Ucrania, Putin responda con la fuerza necesaria para que la opinión pública estadounidense se vea arrastrada a un conflicto difícil de entender para la mayoría. A Trump le sería muy fácil culpar a Kamala Harris de la escalada y presentarse como el gran pacificador, aunque sea a costa de los intereses de Ucrania y Europa.

Ucrania, por lo tanto, deberá esperar al resultado de las presidenciales estadounidenses de noviembre. Hasta entonces luchará con lo que tiene. Si Kamala Harris es la nueva presidenta, todo puede cambiar a su favor, y el invierno, entonces, se le haría muy largo a Putin. De momento, sin embargo, ni las sanciones económicas ni sus 300.000 bajas le han frenado. Aún cree que puede conquistar más terreno y conseguir la rendición de Ucrania.

Ucrania quiere ampliar sus victorias para poder negociar de igual a igual con el Kremlin

La prudencia de Biden es una apuesta arriesgada y difícil de sostener a largo plazo, pero ceder en este momento a las peticiones de Ucrania puede activar una cadena de acontecimientos de consecuencias imprevisibles.

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