Cuerpos bajo el sol

Cuerpos bajo el sol

Cuatro chicas tomando el sol en la piscina, 18 años, bikinis clonados y cabello cortado igual, como corresponde a la edad del mimetismo. “Yo seguro que me opero, no pienso pasarme toda la vida con estos muslos. Pero la cara me da miedo, ¿y si luego parezco otra?”. Cerca, cinco chicos de la misma edad, todos con largo flequillo en forma de visera, jugando a pelota. De golpe, uno empieza a hacer flexiones en plancha frenéticamente. “Ni ayer ni hoy he entrenado, no puede ser, bro . Tenemos que hacer arroz blanco para comer e ir a correr por la tarde, si no, se me saldrá la barriga y se me bajarán los hombros”.

Cuánto y qué poco han cambiado las cosas. El verano es la época del culto al cuerpo. El color de la piel, la depilación, los kilos de más o de menos… la libertad y la movilidad nos permiten, por unos días, ser otra persona. Jaque y mate en los amores de veraneo que obligan a mejorar tu oferta. Ahora son operaciones estéticas y anabolizantes, antes pastillas para adelgazar y químicos en el pelo… siempre la misma insatisfacción aspirando a ser otro. Los moldes ideales cambian con cada época, siempre moldes, pero otras cosas sí son diferentes.

Ahora son operaciones estéticas, antes pastillas para adelgazar… siempre la misma insatisfacción

No todas las chicas o mujeres se sienten ya obligadas a llevar el mismo bikini y escogen por ejemplo shorts o sujetadores de una pieza, más deportivos y cómodos. La mayoría de las madres de familia no se imponen ponerse esos bañadores acorazados de colores oscuros o estampados horribles que parecían su uniforme hace unas décadas. Y muchas que no tienen cuerpos que puedan encajar con sacrificios inhumanos u operaciones de estética se ponen lo que quieren y, a quien no le guste, que no mire.

Dos hombes saltando a una piscina en verano
Katherine Auguste (Unsplash)

Esta lenta, lentísima revolución para liberarse de la presión ambiental, reforzada ahora en la prensa hidráulica de las redes sociales, tiene el escaparate más visible en los Juegos Olímpicos de París. La excepcional Simone Biles poco tiene que ver con la mítica Nadia Comaneci. La rumana fue una más de aquellas chicas dopadas con pastillas para mantener su cuerpo en una perpetua adolescencia, sin regla, sin crecer, sin desarrollarse. Miembros largos, finos y elásticos. Las mujeres de la generación de Biles son auténticas atletas, con cuerpos tan excepcionales como sus compañeros masculinos: fibrados, musculosos, trabajados y, sobre todo, sanos. Y, gracias a leyes, multas y descalificaciones, han ido desapareciendo los atletas masculinos de caras hinchadas por anabolizantes y músculos nacidos en una probeta. Sí, los juicios sobre los cuerpos y la belleza van lentamente cambiando. La última foto: el gimnasta norteamericano Stephen Nedoroscik. Su especialidad es el caballo con arco, esta especie de potro que tiene dos anillas sobre las que se levantan los deportistas sobre las manos haciendo girar su cuerpo tenso como un arco. Stephen es tan bueno que forma parte del equipo olímpico. El hecho de que sea bizco, lleve gafas de culo de botella y necesite tocar el aparato y aprendérselo al tacto porque sin gafas no ve nada no tiene importancia. La gloria no depende de su belleza, sino de su talento.

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