Israel descabeza a Hamas
En dos operaciones llevadas a cabo con horas de diferencia, Israel ha dado muerte en Beirut al número dos de Hizbulah, Fuad Shukr, responsable de la rama militar de esta guerrilla proiraní, y a Ismail Haniye, líder político de Hamas, quien se encontraba en Teherán para asistir a la investidura del nuevo presidente iraní. Dos muestras, sin duda, de la eficacia de los servicios de inteligencia israelíes.
Israel descabeza así a los dos principales grupos yihadistas contra los que combate desde hace décadas, un enfrentamiento agravado desde que el 7 de octubre del pasado año Hamas lanzó una serie de ataques terroristas contra poblaciones israelíes en la frontera con Gaza y provocó una guerra que se ha cobrado ya la vida de 40.000 palestinos.
La muerte de Haniye amenaza la negociación para un alto el fuego y eleva la tensión regional
El ataque con un dron contra Fuad Shurk era el ojo por ojo israelí en respuesta al misil lanzado por Hizbulah que mató a doce niños en los altos del Golán. Su muerte supone el punto más grave en la guerra de baja intensidad que Israel y la guerrilla chií han mantenido hasta ahora en el sur de Líbano.
La muerte de Haniye le sirve a Netanyahu para cobrarse una pieza de caza mayor, recuperar popularidad y presumir de la capacidad israelí para superar las defensas antiaéreas iraníes. Sin embargo, ambas operaciones no harán sino alimentar más la espiral de violencia que sacude a la región y aumentar el peligro de que la guerra de Gaza derive en un conflicto generalizado en Oriente Medio.
Haniye, que vivía autoexiliado en Qatar, se radicalizó durante la intifada y ganó las elecciones palestinas en el 2006. Pero luego se produjo la expulsión de Fatah de Gaza y Hamas tomó el poder en la franja en el 2007. Fue primer ministro en este territorio hasta el 2017, cuando fue elegido presidente del buró político de Hamas. Lideraba las negociaciones para un alto el fuego en Gaza y era el interlocutor de la organización yihadista con Irán, siendo la cara visible de la diplomacia islamista y con una posición pragmática respecto de Israel. Con la retórica habitual en estos casos, el líder supremo iraní, Ali Jamenei, dijo que su país tiene el deber de vengarse y que Israel se ha ganado “el castigo más duro”. Hamas habló de “escalada grave” en el conflicto y prometió que esta muerte no quedaría impune.
Más pronto que tarde, Hamas nombrará un nuevo líder porque, más que una organización islamista, es una ideología, pero habrá que ver, como decíamos, qué consecuencias tiene la muerte de Haniye en las negociaciones con Israel, ya que él dirigía la delegación islamista y era el interlocutor clave con los mediadores internacionales, como Qatar y Egipto.
Lo cierto es que, en apenas siete horas, dos ataques selectivos israelíes han acabado con los máximos cabecillas de Hamas y de Hizbulah, grupos que forman parte del llamado eje de la resistencia liderado por Irán y activado desde varios frentes –entre ellos, el de los hutíes en Yemen– para actuar contra Israel. Como la capacidad de Hamas para responder al Tsahal israelí ha disminuido tras casi diez meses de guerra, no es descartable que las represalias iraníes por la muerte de Haniye no sean directas, sino que vengan de las diversas milicias regionales apoyadas y armadas por Teherán.
Tras la muerte del líder político de Hamas, un acuerdo entre Israel y Hamas parece estar más lejos que nunca, y las negociaciones, en peligro. Ello favorece a Netanyahu, partidario de llevar la guerra hasta el final, pues es su póliza de seguros política y porque le da argumentos ante las presiones de los partidos ultraortodoxos y de extrema derecha de su Gobierno.
Sea como sea, la desaparición de Haniye vuelve a sacudir Oriente Medio y amenaza con desestabilizar más la región con una escalada violenta. Sin olvidar que Israel sigue buscando, para acabar con él, a Yahya Sinuar, el cerebro palestino del 7 de octubre, que sigue oculto en los túneles de Gaza, un dirigente islamista más extremista que Haniye y ahora candidato a tomar el liderazgo de Hamas.