Patriotismo futbolístico

Patriotismo futbolístico

A los éxitos de la selección española de fútbol les faltaba un detalle: saber cómo repercutía esa euforia en un país de tan quebradiza unidad. La empresa 40dB se encargó de preguntar a la gente y obtuvo una conclusión interesante para el futuro del país: un 71,3% de los consultados afirman que el juego de la selección nos ha unido más como nación. Es interesante la encuesta porque da valor demoscópico a los insólitos espectáculos que hemos visto: tantas banderas españolas en la Rambla que aquello parecía una manifestación en Estados Unidos. Durante días se gritó “España, España” con entusiasmo de militantes que proclaman presidente a Puigdemont. Y en los medios se habló del buen juego de España, como si 48 millones de españoles hubiéramos ido a Alemania a disfrutar, y no a trabajar de albañiles, como siempre.

Un nen amb la samarreta de Lamine Yamal a la pantalla gegant de la plaça de Catalunya de Barcelona.

  

Oriol Escudé / ACN

Era la España futbolística, que en un solo partido concentra más espectadores que la suma de todos los asistentes a todos los mítines de todos los partidos políticos en todos los días que dura una campaña electoral. Jornadas felices, por tanto, para quienes les produce orgasmo ver una bandera española en un balcón de Lleida o de Girona. Tal como están las cosas de la política con sus rencores y su polarización, era asistir al nacimiento del patriotismo deportivo, que se añade al constitucional y otros que no figuran en la Constitución, pero sí en el diccionario de prédicas de mitin. Si a ese ilusionismo del fútbol se une la fuerza de Carlos Alcaraz y el hecho de que entre los jugadores más celebrados hay hijos de inmigrantes, se podría declarar julio mes de la fiesta nacional. Todo el mes, que un día parece poco.

Se podría declarar julio ‘mes de la fiesta nacional’; todo el mes, que un día parece poco

Al despertar, uno se da cuenta de que el dinosaurio sigue allí. Los entrevistados hablan de unidad porque el entrevistador lo pregunta. En otras páginas se comenta lo que dijo Marta Rovira al terminar su exilio. Los grandes líderes trabajan, como siempre, en la designación de enemigo. La Europa que compite en el estadio se enfrenta por las alianzas de Orbán y de Abascal. Hay tales líderes entre los jugadores que me pregunto por qué no tendremos algo parecido en la gestión política. Pero esto último no lo digo en público, porque saldrán miles de voces a decir: “Yo soy el Lamine Yamal de la política”.

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