Cuatro perras y veinte rayas

Hoy hace veinte años fuimos Madrid. Aturdidos por unos bombazos colocados en unos vagones de trenes embarazados de estudiantes y trabajadores, íbamos rezando a contracorriente para que no aumentara a cada minuto el contador de muertos. Se paró a lo lejos, a los 192, una cifra intolerable. Hay veces que me supongo tanta empatía que pienso por qué los muertos no se olvidaron de poner el despertador esa mañana igual que veo Titanic pensando que hoy el barco driblará el iceberg.

No fue ETA aunque nos lo intentaron incrustar por tierra, mar y Urdaci. Fueron unos héroes de media hora quienes en nombre de su dios dejaron centenares de familias hundidas en una eterna miseria, mientras nadie se acordará de estos miserables asesinos desde que se murieron.

Imagen de la serie 'Nos vemos en otra vida'

Una escena de "Nos vemos en otra vida" 

Disney Plus

Ayudados por una banda de quinquis asturianos, unos sinvergüenzas de medio pelo retratados magníficamente en la serie de Disney Nos vemos en otra vida, basado en el libro de Manuel Jabois, los asesinos tuvieron en ellos los mayordomos que sirvieron la dinamita para el desayuno de Atocha.

Emilio Suárez Trashorras era un chivato de la poli y a su vez un psicópata drogadicto que se aprovechó de la descarada inocencia de un menor gitano, de nombre Gabriel, para ganar dinero mientras el niño, a sus dieciséis años, transportaba la goma 2 en el vientre de los autocares de Avilés a Madrid a cambio de cuatro perras y veinte rayas. Este chaval de familia insoportable que antes de los diez años ya había robado huchas del Domund o la caja de ciegos de la ONCE fue cómplice de la masacre sin pretenderlo ni saberlo.

No fue ETA aunque nos lo intentaron incrustar por tierra, mar y Urdaci

Es sano poner en perspectiva un acto terrorista como el del 11-M para intentar comprender como unos seres miserables de aquí y de allí perpetraron esa orgía de sangre y dolor.

Uno de los supervivientes de la masacre explicó que no hay peor recuerdo de esa mañana que la banda sonora de decenas de móviles sonando alegre y desordenadamente en medio de la morgue de los vagones. Es doloroso e insoportable mutar en los emisores de las llamadas sin encontrar nadie que les responda. Como intolerable es que, tras leer el libro de Jabois o ver la serie de Disney, alguien se cuestionara malvadamente si fue ETA. En los 34.175 años de cárcel a Trashorras, un rey del lumpen, está la respuesta.

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