Alemania afronta una semana de huelgas y movilizaciones de sus agricultores, que ayer ya cortaron numerosas autopistas, carreteras y calles en todo el país con sus tractores, para protestar contra la reducción de los subsidios agrarios que ha aprobado el Gobierno de Olaf Scholz. La protesta, a juzgar por lo sucedido ayer, puede calificarse de masiva y ocasionó, de entrada, graves perturbaciones de tráfico en torno a las grandes ciudades del país y en los pasos fronterizos con Polonia, Chequia y Francia. Las alteraciones en el transporte podrían agravarse a partir de mañana con el inicio de una huelga de tres días en los ferrocarriles públicos para reivindicar un aumento de salarios.
La protesta de los agricultores alemanes está alentada por la oposición conservadora –la CDU– y apoyada por la extrema derecha de Alternativa para Alemania, en unos momentos en que el Gobierno atraviesa ya unos niveles récord de impopularidad. La propia ministra del Interior, la socialdemócrata Nancy Faeser, advirtió que la extrema derecha se infiltra en las protestas agrarias con el fin de difamar y desgastar al Gobierno. La semana pasada, el vicecanciller y ministro de Economía, Robert Habeck, presidente de la Alianza 90/Los Verdes, sufrió el acoso de un piquete de agricultores a su regreso de vacaciones.
Los agricultores se oponen a la supresión de la subvención al gasóleo para reducir el déficit
La coalición en el poder, formada por los socialdemócratas de Scholz, los verdes y los liberales, acumula un intenso desgaste político. El elevado aumento de la inflación, a causa principalmente del incremento de los costes del gas natural derivado de la invasión de Rusia por Ucrania, así como de los alimentos, y la consiguiente pérdida de competitividad internacional que ha llevado al país a la recesión, ha generado un profundo malestar ciudadano que la oposición intenta aprovechar.
El Gobierno ha intentado, sin éxito, suavizar el recorte de subsidios al sector agrario que anunció en diciembre, en el marco del conjunto de recortes adoptados para ajustar el gasto público en los presupuestos del 2024. En lugar de eliminar de inmediato el subsidio al gasóleo agrícola (21,48 céntimos de euro por litro), como se había aprobado inicialmente, el Gobierno ha prometido ahora su reducción gradual en los próximos dos años y mantener sin cambios la subvención fiscal sobre los impuestos que pagan los vehículos agrícolas.
El ministro de Finanzas, Christian Lindner, presidente del Partido Liberal, considera que el sector agrario es el más subvencionado del país y, por tanto, tiene capacidad para soportar la supresión del subsidio al gasóleo. Pero no opinan lo mismo los agricultores, cuyo sindicato (Asociación Alemana de Agricultores, DBV) pide que se mantenga sin recortes el subsidio al gasóleo. Su presidente dijo ayer que “no queremos perder el apoyo de la población”. Los agricultores alemanes, al igual que el resto de agricultores europeos, se encuentran al límite de su resistencia económica por el importante aumento que han registrado sus costes y por la imposibilidad de trasladar totalmente ese incremento al precio de sus producciones.
No es esta la primera gran protesta de los agricultores del centro y del norte de Europa, sobre los que se ciernen también obligaciones derivadas de las transformaciones exigidas por la lucha contra el cambio climático. Las medidas del Gobierno de los Países Bajos para reducir las emisiones de óxido de nitrógeno –con un recorte de un 30% de las cabezas de ganado– provocaron meses atrás grandes protestas en ese país y el ascenso de un partido ruralista.
El malestar del sector agrario europeo, que se extiende también por Francia, abre un campo apropiado para que sea capitalizado por partidos de extrema derecha, como ya están haciendo. Los gobiernos de todo el continente, incluido el español, deben actuar con prudencia y equilibrio para proteger la agricultura, hacerla más competitiva y frenar la creciente brecha entre el mundo rural y el urbano.