Los guapos nos pueden

Los guapos nos pueden

Seamos sinceros: a Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso les aguantamos sus cosas porque son guapos. Porque nos magnetiza ver cómo les sienta la ropa –cualquier prenda, en cualquier ocasión–. Nos hipnotiza seguirles con la mirada y ver cómo se mueven, como si fueran muñecas de porcelana a las que un soplo divino les hubiera insuflado vida. Siempre en armonía, brazos, piernas, cabeza. Y en ese trance, articulan labios y hablan por sus bocas. Mentiras, barbaridades, insultos. Pero ¿qué quieren que les digan? Hasta eso les queda bien. ¿Por qué? Porque son guapos.

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Emilio Naranjo / Efe

No hay que atormentarse. La belleza es bien escaso y todos aquellos que no lo somos conocemos el valor de atesorarlo. Anda que uno se hubiera dedicado a escribir novelas de haber sido guapo. No es casualidad que la cultura está llena de feos, los programas de radio y las oficinas de CaixaBank. Por eso, hay que valorar mucho que en el caso de Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso, siendo guapos, se hayan esforzado además en ser políticos y hacer con nosotros lo que les dé la gana.

Sánchez y Ayuso, siendo guapos, se esfuerzan en ser políticos

¿Con qué ánimo reivindicativo y pendenciero va Pere Aragonès a pedir mesa de diálogo, mediador internacional si Pedro Sánchez se le presenta en la Generalitat con su sonrisa de guapo? Es que hasta estará tentado de devolverle nuestro IRPF. ¿Quién no se levanta a las seis de la mañana para hacerle el desayuno a Beyoncé?

No hace mucho, Díaz Ayuso acudió a nuestra ciudad a hablar de Libertilandia, la comunidad que gobierna. Pero apenas habló de eso. Catwoman se dedicó a criticar a Batman, pero se lo permitimos porque es guapa y nos deprimiría llevarle la contraria y que se enojara con nosotros. Si incluso nos vaciló diciendo que si queremos ser Madrid, que lo intentemos a ver cómo nos sale. Como si fuera fácil ser guapo, Nacho Cano o dumping fiscal.

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