El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, presentó un plan de retorno para que el talento que en los últimos años se ha marchado al extranjero en busca de mejores oportunidades regrese a Catalunya, que es donde se formó. “Somos un país de acogida, pero también de salida”, aclaró Aragonès junto a la consellera de Exterior, Meritxell Serret. Según el Govern se han ido a buscarse la vida medio millón de catalanes, una parte relevante de los cuales están altamente cualificados. El problema es que el plan carece de atractivos para que quien ha tomado la decisión de establecerse en otro país, porque le dan lo que en el suyo no encuentra, decida volver.
Serret dijo que este era un plan de acompañamiento, como si el talento necesitara que le den la mano, y en cambio lo que muchos ejecutivos, profesionales o científicos esperan es que Catalunya ofrezca buenos salarios, puestos de trabajo atractivos y unos impuestos razonables. Y una estabilidad política que no acaba de concretarse. El plan contempla una ventanilla única para hacer los trámites para volver a casa, acciones dirigidas a la enseñanza de la lengua catalana en los países de origen o el acceso a la tarjeta sanitaria y al certificado de identidad digital.
Serret quiere recuperar al talento catalán en el extranjero sin una oferta atractiva
¿En serio que alguien piensa que esta es la fórmula magistral para el retorno? El mismo día en que la Generalitat hacía este anuncio, cargado de buena fe pero vacío de iniciativas de peso, se conoció que Madrid ha crecido el doble que Catalunya en los últimos doce años y que el PIB per cápita de los catalanes ocupa la cuarta posición en España, por debajo de la media de la UE. Y además es la primera comunidad en impuestos.
Hace unos días, el profesor Joan Mas Canti, de 94 años, dio una conferencia en Foment, con Jordi Pujol en primera fila, donde expresó que el independentismo había sido un error, que había perjudicado a Catalunya. No se trata de rasgarse las vestiduras, sino de aprovechar este momento político para mejorar la financiación, la distribución de competencias y el reconocimiento de la singularidad. Los resultados de la educación, las estrecheces en sanidad o las dudas en infraestructuras no animan al regreso. Al Govern le falta ambición y le sobran excusas.