El turno de Pedro Sánchez

Tras el fallido intento de investidura del popular Alberto Núñez Feijóo, le llega ahora el turno al socialista Pedro Sánchez. El Rey terminó ayer la ronda de conversaciones convocada a tal fin con representantes de los partidos políticos, recibiendo en la Zarzuela a Sánchez y Feijóo, como el lunes había recibido a dirigentes de UPN, CC, PNV, Sumar y Vox. Una vez acabadas las consultas, Felipe VI recibió a la presidenta del Congreso de los Diputados para comunicarle la designación del nuevo candidato. Lo hizo con escrupuloso respeto a sus funciones constitucionales, como cuando optó por Feijóo, que en aquel momento disponía de más apoyos parlamentarios siendo además el más votado. Pero sus opciones declinaron tras el fracaso de su investidura, lo que conlleva lógicamente el encargo del Rey a Sánchez.

El candidato compareció ante los medios y dijo que los dos ejes principales de la legislatura a la que aspira debían ser las “políticas progresistas” y las “políticas para la convivencia”, refiriéndose en especial a las relaciones de Catalunya con el resto del Estado, e indicó que hoy mismo iniciaría su propia ronda de conversaciones para recabar apoyos, empezando por Sumar. Echa pues a andar el cronómetro para reunir los respaldos políticos imprescindibles para lograr la investidura. Si tal cosa no se alcanzara, iríamos a una repetición de elecciones. Algo que no cabe descartar. Porque, según se desprende de la aritmética parlamentaria resultante del 23-J, y según hemos tenido ocasión de comprobar en las últimas semanas, abundantes en críticas, reproches y peticiones de máximos, la tarea que aguarda a Sánchez, en pos de los mencionados apoyos, va a ser ardua.

Tras el fracaso de Feijóo, el Rey designó al socialista candidato a la investidura

Las prioridades de la brega política son unas, y pasan a menudo por una confrontación constante entre los partidos rivales, por una batalla de desgaste recíproco, cuyos réditos distan de ser evidentes. Las prioridades del conjunto de los ciudadanos son otras, y podrían resumirse en una: que el país funcione lo mejor posible. O, dicho en otras palabras, que los esfuerzos de los mandatarios estén orientados en esa dirección, que puedan aprobarse los presupuestos para adecuar el gasto público a las necesidades reales, y que la legislación, lejos de quedar obsoleta, se vaya adaptando a las cambiantes necesidades coyunturales.

La convivencia, en efecto, debe ser una de las políticas deseadas para la nueva legislatura. Y el límite que marca el buen sentido para esa empresa no es otro que el respeto al marco constitucional. Porque fuera de él no hay, sin acuerdo previo y mayoritario para su reforma, posibilidad de avanzar juntos. Sánchez no ha dicho que esté dispuesto a romper dicho marco, más bien ha expuesto lo contrario. Y Salvador Illa, responsable del PSC, ha ido más allá y ha explicitado que quienes quieran vulnerar esa norma nos están encaminando a nuevas elecciones.

Hemos dicho a menudo que la ocasión que se presenta para avanzar hacia un debate territorial transformador es muy apreciable. Y que, escuchados los discursos de otras fuerzas situadas a la derecha, no parece que sus alternativas sean más esperanzadoras. Pero el esfuerzo del candidato a la investidura será estéril si no cuenta con algún tipo de sintonía negociadora por parte de los partidos periféricos, decisivos en esta empresa. Hasta ahora se han mostrado muy exigentes. Pero no pueden olvidar que una negociación comporta cesiones por las dos partes. Ni, tampoco, que lo mejor es enemigo de lo bueno.

Se abre ahora el turno de Sánchez y de las fuerzas que pueden apoyarle. Deseamos que todos ellos se sienten a negociar con voluntad de lograr lo mejor para el país y, desde luego, de no desperdiciar una oportunidad que acaso sea irrepetible. La encrucijada es histórica.

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