Preferencias y ambiciones

Preferencias y ambiciones

Decía Séneca que él no buscaba las riquezas, pero que las prefería. Eso es ser sabio, porque en muchos casos es mejor tener preferencias que ambiciones, que consumen más energía y que, de no ser alcanzadas, crean siempre algo de frustración. Estar frustrado y saber sobrellevarlo es un signo de madurez cuando aquello que esperabas no toca, o no era tan importante. O, si lo era, el no alcanzarlo te da una capa de humildad que a todos nos viene bien, de vez en cuando.

Potenciar que crezcan las preferencias en lugar de las ambiciones es signo de equilibrio. Hay cosas que son renunciables porque no resisten el análisis entre precio y valor. Es demasiado caro alcanzar según qué. Sin olvidar que la esencia no está solo en el qué, sino en el cómo. Aquí nos espera siempre Coriolano de Shakespeare y su conocida frase: “Prefiero servirlos a mi modo que mandarlos al suyo”.

(GERMANY OUT) Scuba diver and coral reef, Thailand, Indian Ocean, Phuket, Similan Islands, Andaman Sea   (Photo by Reinhard Dirscherl/ullstein bild via Getty Images)

 

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Dejemos la abstracción y vayamos a algo concreto: intento tener cada vez más preferencias, pero sí que les confieso una ambición, tener conversaciones interesantes con personas que son mucho mejores que yo (fácil, pero no por eso menos admirable).

En un breve lapso de tiempo, Ricardo me ha mostrado algo bellísimo y muy actual sobre Petrarca; Roberto ha compartido conmigo sus comentarios sobre tres artículos que le he enviado de prensa internacional solvente (¿qué sería de nosotros sin buenos medios de comunicación?) y, al leerlos, aprendo porque estructura lo que me muestra, y Luis comenta sobre la realidad y cómo nos deslizamos hacia formas de populismo con tan poco agarre al firme que me hace sentir como si estuviese en un tobogán de un aquapark al que, a pesar de no desearlo, nos están empujando. 

Los tres me hacen notar casi a diario el enorme privilegio de una profesión, en mi caso, editor, que me pone en contacto con los mejores. Aprendo porque son grandes, generosos y humanos. No piensan en superficie. Ni siquiera hacen esnórquel: bucean en la realidad con profundidad y se mueven con la elegancia del que nada en armonía con el deseo de mirar y de entender. Los tres me hacen crecer.

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