Trump y Biden, peligros para el mundo

LA COMEDIA HUMANA

Joseph Biden estaba hablando en una rueda de prensa hace un par de semanas cuando de repente alguien de su equipo de comunicación apagó el micrófono. Interrumpido en la mitad de una frase, el presidente de Estados Unidos salió confuso del escenario.

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Oriol Malet

Pero, según la prensa en Washington, la principal preocupación del entorno de Biden no es su facilidad para meter la pata. La principal preocupación es que la pata le falle, que se caiga frente a las cámaras de televisión, como ya ha ocurrido, o que, como ocurrió esta misma semana, se resbale al bajar del avión presidencial.

Sí, queridas lectoras y lectores, sí. Este señor, el peso de cuyos 80 años se nota más cada día, es lo único que nos separa de la repetición del disparate más grande del siglo XXI, que Donald Trump vuelva a ser elegido presidente de Estados Unidos. La encuesta más reciente, a petición de ABC News y The Washington Post, da diez puntos de ventaja a Trump sobre Biden en cuanto a las posibilidades de ganar las elecciones generales del año que viene.

La diferencia entre los dos es que, para Biden, cada tropiezo le debilita; para Trump, cada tropiezo le fortalece. La edad de Biden es lo que más dudas genera entre los votantes de su Partido Demócrata. La locura de Trump es lo que más encandila a los votantes de su Partido Republicano. Hay siete aspirantes republicanos más a la presidencia, pero se suman los resultados de las encuestas y todos juntos no llegan a los números de Trump.

Hubo un debate televisado entre estos otros candidatos republicanos esta semana, una farsa total. “El problema al que se enfrentaron los que participaron es que a los votantes republicanos no les interesan sus políticas”, dijo David Frum, comentarista conservador que escribió discursos en su día para el presidente George W. Bush. “Lo que quieren es una trayectoria comprobada de sedición violenta, agresión sexual y fraude financiero”.

Frum fue el que inventó la famosa frase, utilizada por Bush júnior en el 2002, “el eje del mal”. En aquel momento, cuatro meses después de los atentados del 11-S, se refería a Irán, Irak y Corea del Norte. Hoy se podría incluir a Rusia en la lista. Si Trump vuelve a ser presidente, podremos sumar Estados Unidos también. Olvídense de la fuerte unidad occidental forjada en la guerra de Ucrania. Lo primero que haría Trump es rehacer las relaciones con su alma gemela, el líder ruso, Vladímir Putin, tan antidemocrático como él o como, en su mundo ideal, desearía ser.

A Biden, cada tropiezo le debilita; y a Trump, cada tropiezo le fortalece

Bajo Trump, se reducirían las sanciones contra Rusia y también el flujo de armas a Ucrania. Sin su mejor aliado, Ucrania se enfrentaría a dos opciones: perder la guerra por completo o verse obligada a entregar a Rusia una enorme parte de su territorio. En cualquiera de los dos casos, Putin se declararía vencedor.

Lo tremendo de esto es que la mejor arma que tiene Putin en Ucrania no es el armamento que posee o las reservas de soldados de los que dispone. La mejor arma que tiene Putin en Ucrania es Trump. O sea, la posibilidad de que Trump vuelva a la Casa Blanca.

Trump ha dicho, sin dar más explicaciones, que si él fuera presidente negociaría una solución a la guerra en Ucrania en 24 horas. Existe otra forma, seguramente más fácil, de que Trump impidiera las muertes de cientos de miles de ucranianos y rusos más. Retirando su candidatura a la presidencia.

Si Trump anunciara hoy que abandona, Putin se tendría que proponer poner fin a su guerra

La principal apuesta de Putin es que Occidente se cansará de suministrar armas a Ucrania. Si Estados Unidos se cansa, game over. No se cansará si Biden sigue en el poder. Tampoco se cansará si llega a la Casa Blanca la persona más presidenciable de los demás candidatos republicanos en la contienda, la única mujer, Nikki Haley, exembajadora de Estados Unidos en la ONU. Pero como no hay ningún motivo para pensar que Trump no se vaya a presentar, y hay bastantes motivos para pensar que vaya a ganar, la apuesta rusa sigue en pie.

Por tanto, la respuesta a la pregunta del millón, ¿cuándo acabará la guerra más salvaje en territorio europeo desde la Segunda Guerra Mundial?, es que no acabará hasta que Putin quiera que acabe y eso no será hasta al menos noviembre del año que viene, cuando se celebrarán las elecciones presidenciales en Estados Unidos. O sea, cada día que dure la guerra de aquí a esa fecha Trump tendrá casi tanta sangre ucraniana y rusa en sus manos como el mismo Putin. Si Trump anunciara hoy que abandonaba la carrera presidencial, Putin se tendría que proponer poner fin a su guerra.

Por supuesto que Trump no abandonará. Su ambición personal le vale más que un millón de vidas. Además, lo que hay en juego para Trump es algo más básico que la ambición: su libertad personal. Tiene más de 90 cargos delictivos pendientes en los tribunales y el futuro para él es una de dos: la Casa Blanca o la cárcel. Se le acusa, entre otras cosas, de subvertir la democracia, poner en peligro secretos de alto riesgo para la seguridad nacional y falsificar sus datos financieros. Sin la inmunidad que le otorgaría ocupar el trono presidencial, existe la seria posibilidad de que acabe sus días entre rejas.

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Quedan dos preguntas. Primero, ¿cómo es posible que Trump siga teniendo posibilidades reales de ser reelegido? Porque, para él, lo que no mata engorda. Cuantas más acusaciones se lanzan contra él, más sus seguidores se convencen de que es víctima de una monstruosa conspiración dirigida por Biden y su Partido Demócrata, el FBI, el sistema de justicia y “el Estado profundo”, todos instrumentos de la izquierda o incluso, por más increíble que suene, del comunismo internacional. Hay millones de estadounidenses convencidos de que Trump es la mejor defensa que hay contra el marxismo de Joseph Biden.

Por otro lado, la peor defensa contra el peligro real que representa Trump para la democracia en su país y en el mundo es el propio Biden. Aquí viene la segunda pregunta. ¿Por qué se empeña el anciano en volver a presentarse a la presidencia cuando hay tanto, tanto en juego? La respuesta: porque el poder es una droga muy adictiva y porque, aunque él no esté loco, es, a fin de cuentas, tan irresponsable como Trump. Es feo decirlo, pero, mientras no cambien de plan, lo mejor para todos, salvo para Putin y demás tiranos, sería que se muriesen los dos.

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