Rubiales, un presi de 10

Rubiales, un presi de 10

Ignoro por qué sigue la gente enfadada con Luis Rubiales, si el hombre ya se ha explicado. Reconstruyamos su versión, tal como ha tenido tiempo de elaborarla (y, ejem, pensarla) en los últimos días. El viernes, explicó que, ciertamente, estando en el palco junto a la Reina y la infanta de España, se tocó ostensiblemente los genitales, pero ello fue no un gesto espontáneo gorilesco, sino un guiño simpático al seleccionador, Jorge Vilda, que en ese preciso momento le estaba mirando (él sí lo supo entender perfectamente, sin dobleces malintencionadas).

Jenni Hermoso no se calla tras el beso de Rubiales:

 

 LV

El beso con Jenni Hermoso fue mutuo y consentido. El pobre Rubiales estaba saludando a las jugadoras cuando Hermoso, gran amiga suya, lo agarró levantándolo de un modo salvaje (casi se cae) y, claro, en una situación así, lo que se le ocurrió fue que era adecuado que se dieran un beso en la boca. Como se trata de alguien enormemente respetuoso con las mujeres (no olviden que tiene tres hijas y, aunque por modestia no presuma de ello, también una madre), tuvo presente la importancia del consentimiento en todo acercamiento físico y, para que no quedaran dudas, le preguntó directamente: “¿Un piquito?”, a lo que Hermoso, eufórica e ilusionada, le respondió: “Vale” y le dio una palmada en el costado, la muy pillina. Más tarde, en el vestuario, se agarraron (también mutuamente) bromeando ambos sobre su futura boda en Eivissa (qué cosas tiene esta Jenni). Espontáneamente, Hermoso redactó un comunicado –que, para facilitarle las cosas, por si ella no encontraba wifi, difundió la propia federación– en que decía que el beso “ha sido un gesto mutuo totalmente espontáneo por la alegría inmensa que da ganar un Mundial. El presi y yo tenemos una gran relación, su comportamiento con todas nosotras ha sido de diez y fue un gesto natural de cariño y agradecimiento. No se puede dar más vueltas a un gesto de amistad y gratitud”. Lo de los comunicados posteriores de ella diciendo todo lo contrario solo obedecen a la manipulación que ha sufrido la chica por parte del extremismo feminista podemita –no el de verdad, que Rubiales siempre ha defendido–.

Pues ahora sí que han quedado al fin las cosas claras. Se necesita mala fe para no verlo así, ¿verdad?

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