Postal de Madonna

Postal de Madonna

Madonna ha cumplido 65 años. Cuando cantaba Into the groove tenía 38. Fue en 1985 e irrumpió en las listas de éxitos gracias a una película que aquí se tituló Buscando a Susan desesperadamente. Era una comedia de enredos con cruces de destino, tomate alternativo, amnesias recreativas, personajes estrafalarios y, empezando por el club La Danceteria, una memorable selección de localizaciones. 

La cantante Madonna durante su concierto de su gira

 

LV

Aquel año, Joan C. –con una larga carrera política en Manresa– y yo tuvimos la idea, nada original, de viajar a Nueva York. Éramos amigos de la mili y, gracias a Mary Ann Newman, alquilamos un piso cochambroso, medio ocupado por unas cucarachas que, cuando coincidíamos en el pasillo, nos saludaban efusivamente moviendo las antenas.

Joan C. y yo hacíamos lo que hacen los turistas: visitar museos, andar hasta escaldarnos, ir a todos los restaurantes de la lista que nos había recomendado Quim Monzó y arruinarnos con un viaje en helicóptero que rozaba las Torres Gemelas. 

Un día, en el Greenwich Village, nos tropezamos con el Old Bleecker Street, un cine cutre y decadente pero irresistible para el esnobismo de un aspirante a modernillo. Se proyectaba, en sesión de mediodía, Desperately seeking Susan. Joan C., que como propietario de tiendas de discos estaba al día de todo, me explicó que la Madonna del cartel era una estrella en ascenso. Entramos. Minutos después de empezar la película, nos dimos cuenta de que una de las escenas transcurre en el cine Old Bleecker Street.

El interés de la película cambiaba cada vez que salía Madonna

El personaje de Aidan Quinn –modelo de guaperas de la era modernilla– trabajaba de proyeccionista. El interés de la película cambiaba cuando salía Madonna. Hacía polaroids, bebía champán, tomaba el sol en sujetador, mascaba chicle, copulaba con alegría y transmitía el tipo de libertad irreverente que la define como artista. 

Gracias a Joan C., viví el privilegio disonante de estar viendo una película en el mismo cine que sale en la película que estaba viendo. Todo en compañía de un futuro político manresano, cantante de caramelles, excartero accidental del ejército de infantería y proveedor, Madonna incluida, de muchísima música que, si no fuera por él, nunca habría conocido.

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