Soy inmortal

Soy inmortal

En septiembre del 2021 llegué a la isla de La Palma cuando hacía tres días que un volcán había entrado en erupción en el paraje conocido como Cabeza de Vaca. Me impresionó ver como el punto donde habíamos instalado la emisión un jueves por la tarde, a la mañana siguiente ya era impracticable, mientras la Guardia Civil y las autoridades locales evacuaban desesperadamente a los ciudadanos afectados, que dejaban todo atrás. Fueron unos días muy tristes, compartiendo la angustia de todas las familias que estaban alojadas en los hoteles sin saber qué pasaría con su casa, su pueblo o su platanera.

Horizontal

 

Europa Press / EP

Regresé una semana después y me encontré al turista de desastres, una figura que desconocía y que me dejó indignada y perpleja a partes iguales. Personas que habían desafiado el cierre aéreo por el humo y se habían subido al primer ferry disponible para ir a hacerse una selfie con el volcán, la lava y las cenizas. Acompañando esos días a los agentes que iban ampliando el perímetro cerrado, tropezamos con excursionistas que se lo habían saltado para acercarse al máximo al peligroso mar de lava. Despreciando, por cierto, la vida de los policías que arriesgaban la suya para ir a sacarles de allí.

El turista de desastres ha volado a Islandia ignorando las advertencias

Cero sorpresas, pues, cuando leo que el mismo tipo de imbécil ha volado esta semana a Is­landia, donde el martes entró en erupción el volcán Fagradalsjall, ignorando olímpicamente las advertencias de las autoridades de mantenerse ale­jados.

También esta semana, en un pueblecito de la costa catalana, un grupo de vecinas comentan espeluznadas como un hombre del pueblo y su hijo han estado a punto de morir ahogados (junto a otro vecino que les intentaba ayudar) bañándose un día de mala mar. Y contaban que el salvavidas de la playa se hartó de soplar su silbato en vano exigiendo que salieran del agua. Personas que deben conocer la playa y el mar desde pequeños, pero que no atienden ni a las banderas de alerta ni al so­corrista.

Atolondrados inmaduros los hemos sufrido siempre, pero entre todos intentábamos irles madurando mientras corregíamos sus desmanes. Pero en el siglo del yo, ahora han decidido embestir el peligro de cara arrastrando a quien sea, porque de verdad se creen inmortales.

Lee también
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...