Barcelona vive ya, en vísperas de la temporada estival, un buen momento turístico. Los esperados conciertos de Elton John y Coldplay han disparado la demanda recibida por los hoteles de la ciudad, favoreciendo incrementos de tarifas. Cuando terminen estos conciertos, llegarán otras citas, como Primavera Sound o Sónar, cuyas audiencias suman cientos de miles de personas, buena parte de ellas extranjeras. Y no solo es el sector musical el que está detrás de este repunte turístico. El de congresos también progresa.
Ayer supimos que Barcelona ha revalidado un año más su condición de primera ciudad por número de asistentes a congresos MICE (eventos de negocios), en que ocupa una posición entre las cinco primeras localizaciones desde inicios de siglo. Las cifras de ingresos por turismo que registra ahora Barcelona son más elevadas que las del 2019, el año previo a la pandemia. Y, mejor aún, son más elevadas a pesar de que el número de turistas es inferior al de hace cuatro años.
El turismo repunta en Barcelona, con más ingresos y menos visitantes
El sector turístico, particularmente perjudicado durante los años de la pandemia, aprecia estas cifras en lo que valen y representan para su viabilidad. Pero desde el ámbito político, la recepción es de diverso signo, y en días de campaña preelectoral esa diversidad se acentúa.
No ha sido el turismo, ciertamente, el tema más candente en la campaña; otros como la inseguridad o la movilidad han ganado mayor protagonismo. Pero ha aparecido en los debates, en lo relativo, por ejemplo, al tráfico de cruceros por el puerto. Dicho esto, las posiciones políticas respecto al turismo son, como apuntábamos, distintas. A la derecha, el PP y Ciudadanos son partidarios de la mayor liberalidad. A la izquierda, BComú se distinguió ya en sus primeros días en la alcaldía por sus políticas restrictivas. En el espacio central
–PSC, ERC, Junts–, con los matices previsibles, se ha optado por unas políticas más equilibradas.
El turismo no se puede cancelar: la ciudad ejerce su atractivo sobre personas de todo el mundo. Además, el 15% de los ingresos barceloneses están relacionados con él. No se puede cancelar, pero sí se puede regular. Ahí está la cuestión, en el cómo y el cuánto de la regulación. El desiderátum tradicional señala que debemos aspirar al turismo de calidad. Es a lo que aspiran todos los destinos turísticos: pocos visitantes y con alto poder adquisitivo; o, dicho de otro modo, optimizar los beneficios minimizando las molestias.
Las cifras indicadas antes –más ingresos que en el 2019, con menos visitantes– sugieren que quizás no estemos tan lejos del buen camino. Un camino que no se alcanza ni con restricciones excesivas ni con un laissez faire ilimitado. Todos los políticos tienen su ideología, pero su objetivo no debe ser imponerla, sino fijar el mejor rumbo para el conjunto de la sociedad.