Razones para no votar

Razones para no votar

Hay una ley, la de empadronamiento, que obliga a todo individuo a estar registrado en el municipio donde reside. Para inscribirte solo necesitas el documento de identidad y el que acredite el uso de una vivienda de residencia habitual. Buscas, encuentras y reúnes esos papeles y te encomiendas al ayuntamiento (de distrito) que te corresponde para hacer el trámite.

Parece fácil y no lo es. Si vas ahí, a tu ayuntamiento, en vivo y en directo, empiezas mal. Muy mal. Hoy, sin cita previa pasa eso, que no hay cita. Da igual que la sala esté vacía y el funcionariado, aburrido. Da igual que no veas las colas del mítico antes de la pandemia . A nadie le importan tus súplicas. A nadie le importa que acredites, además de ese montón de documentos, toda la prisa del mundo. Da igual que las elecciones estén aquí, a la vuelta de la esquina. Da completamente igual.

Sin cita previa, ya se ha dicho, no hay atención, ni trámite ni visita ni siquiera personas que puedan allanarte el camino. Para eso están las máquinas. Te envían a la roja expendedora de la entrada y... ¡vaya! Es que justamente hoy no funciona. Pero tranquila, puede hacerlo desde el móvil. Y sacas tu móvil. Y ¡ostras! tampoco. Quizá mejor con el ordenador. Hágalo tranquila en casa. Y, entonces sí, ya te echan de verdad.

Los alcaldables de Barcelona hacen un encuentro en el Mércate de la Boqueria. Sirera, Grau, Maragall, Colau, Collboni, Trías y Parera.

 

Mané Espinosa

Y ya descalza, quizá en pijama, ahí donde te quieren, en tu casa, te amorras a la pantalla jugando a tu particular lotería virtual hasta que, zas, te zampas otro game over . Cuando ya tenías delegación, día y hora... y cada nombre y número en su casilla, justo entonces, o te cuelgas tú o se cuelga el sistema y decides, ¿qué sino?, que si en presencial no te atienden y en digital no te sale, quizá sí triunfas a la antigua, suplicando ayuda, esta vez por teléfono. Y pulsas el uno, el dos y el tres bailando al ritmo que te dicta la voz enlatada hasta que te despide, firme, con el “haga sus trámites online”. En fin.

No tengo ni cita ni padrón. Así que, aunque quiero (creo), no puedo votar. Rezaré para que salga el alcalde que más me conviene, pero sobre todo para que acabe el rollo de la cita previa antes de que me llegue la (merecida) multa por mi condición de individuo no registrado.

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