Incluso la gente más concienciada por el calentamiento global y la sequía, cuando va a un hotel y se ducha, pasa más tiempo bajo el agua que en su casa. “A ver si aquí también voy a tener que escatimar...”, debe de pensar. El resultado es que los que hacen turismo, guiris o no, en un hotel gastan cuatro veces más agua.
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Ante este hecho irreversible, cada vez más hoteles de Barcelona intentan que sus clientes no pasen en la ducha más tiempo del imprescindible. Como en este mundo tiktoker lo que mola son los retos chupiguais, lo llaman “4 minutes shower challenge”, a ver si así se apuntan. Después de los retos de verterse un cubo lleno de cubitos por la cabeza, de comer guindillas picantísimas o de maquillarse sin un espejo enfrente, ahora ha llegado el reto de ducharse en cuatro minutos. Algunos de esos hoteles adhieren a las baldosas de la ducha, con una ventosa, un reloj de arena.
Es el ultimísimo reto: “4 minutes shower challenge”
La protoducha que utilizábamos en casa cuando yo era niño consistía en una lata grande, pintada de minio, abierta por arriba y con un tubo de goma que salía por debajo. En la cocina se calentaba el agua en una olla de unos seis litros y, cuando estaba a la temperatura adecuada, se vertía en la lata. Acto seguido, la lata se situaba en un estante elevado que había en la pared, encima del lavadero. Te metías en el lavadero y te duchabas a toda prisa, porque cuando el agua se acababa no había más posibilidad de ducha.
No propongo que en los hoteles usen ahora el mismo sistema –no estamos en los años cincuenta–, pero sí podrían utilizar un temporizador de ducha. Hay varios modelos. En Lidl incluso tienen uno de la marca Liverno, por 5,99 euros. Es barato. Podrían poner uno en cada habitación, programado a cuatro minutos, para que, a los cuatro minutos exactos, el cliente no concienciado vea como de repente se acaba el chorro de agua y se cague en todos los ancestros del dueño del hotel.
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