La expropiación de la primavera

EL PATIO DIGITAL

La expropiación de la primavera

Las imágenes del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en guayabera pero sin guitarra y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, posando con refrescante atavío de club de campo de Islas Vírgenes son la síntesis visual de la llegada de la primavera. En el ritmo circadiano, la señal es el alargamiento de las horas de luz, en parte cierto, pero musculado con el uso indiscriminado del clembuterol de cambiar la hora del reloj, método que parece haberse tomado al pie de la letra la estrofa final del poema Viento sur , de la argentina María Elena Walsh: “Darle cuerda al amanecer, empujar un poco al Sol, al buen día meterlo en casa. Silba la calandria y nos sorprende en vela, amuchados, con ganas de seguir. Estación claridad, vamos llegando”.

Acción de Greenpeace en una sede de El Corte Ingles

Acción de Greenpeace en una sede de El Corte Ingles

Efe/Greenpeace

Ni qué decir tiene que ambos políticos y sus equipos son perfectamente conscientes de que estos juegos de vestuario corren azuzados por las redes sociales públicas y la mensajería privada alimentando memes de propios y ajenos, es decir, de sus votantes y de los del adversario. En tal sentido, para el caso del posado en Yo Dona, le ha venido que ni pintado al hombre invisible de la semana de la moción de censura porque la ropa caqui y los andares informales de falso robado han llamado la atención, y la imagen del aspirante a la Moncloa ha vuelto a aparecer. Entre paréntesis, al respecto de esa desaparición de Feijóo durante las 48 horas en que todo el país estaba pendiente de cómo Ramón Tamames escenificaba la cena de Nochebuena del capítulo final de Dublineses de Joyce, es sorprendente y endémico que solo los menores de tres años y los políticos –de todo signo– crean en la magia del cucutrás: que poniendo ambas palmas ante los ojos desaparece el mundo que hay detrás. En todo caso, bien está que al final el suplemento femenino de El Mundo lo haya sacado del ángulo muerto de la realidad.

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Pedro Sánchez, junto al rey Felipe VI, ambos con guayabera. 

Fernando Calvo / AFP

La tercera trompeta que anuncia el cambio de estación, como sabemos todos, de Gata a Finisterre, es que El Corte Inglés lo proclama a los cuatro vientos con gigantesca cartelería. Precisamente otra imagen viral de la semana es la de una acción de Green­pea­ce España troleando un cartel de cientos de metros en la fachada de una de las sedes madrileñas de los grandes almacenes, de forma que su archifamoso eslogan proclamaba: “Ya nunca es primavera”. Lo mismo que el posado primaveral de Feijóo no necesitó de la distribución de la revista para cruzar el país saltando de móvil en móvil, tampoco hizo falta acercarse al establecimiento para aplaudir el sabotaje, porque llegó a los terminales de un cuarto de millón de personas en pocas horas.

Solo los menores de tres años y los políticos creen en la magia del cucutrás: ponen las manos ante la cara y desaparece el mundo

A la sagacidad de Greenpeace solo le faltó añadir un asterisco con nota al pie. Porque en lo referido a Madrid, al lema le sobra el “ya”. Todo el mundo sabe que la Villa y Corte solo dispone de dos estaciones, la gélida y la tórrida. Lo resumía el crítico de cine Alejandro G. Calvo en Twitter, hace ya unos cuantos años: “¡Hola entretiempo! ¡Adiós entretiempo!”.

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