La magdalena de Tamames

OBSERVATORIO GLOBAL

La magdalena de Tamames

Era tiempo de municipales, las primeras de la democracia, abril de 1979. Estábamos en una sencilla habitación en la sede del PSOE. Presentes dos dirigentes socialistas, Alfonso Guerra y Guillermo Galeote, y dos comunistas, el histórico Simón Sánchez Montero y el cerebro político de las municipales, Carlos Alonso Zaldívar. Más dos “expertos”, como nos habían etiquetado, un especialista electoral y yo.

La izquierda había ganado en las ciudades importantes. La razón: un potente movimiento ciudadano que la izquierda se encargó de cooptar en cuanto llegó al poder. Pero para gobernar tenían que unirse. La experiencia francesa, donde los comunistas rechazaron la alianza con los socialistas, estaba presente en todas las mentes. Así que nos arremangamos y empezamos a tejer acuerdos para el conjunto del país.

El economista Ramón Tamames
RTVE
  (Foto de ARCHIVO)
28/04/2014

 

Europa Press

Todo fue razonablemente bien hasta que llegó el reparto de poder en Madrid. La capital había sido la gran sorpresa. El PCE llegó al 15% del voto, superando con creces sus resultados de las legislativas de 1977. El cabeza de lista era Ramón Tamames. Se le ofreció ser primer teniente de alcalde de Madrid, con autoridad sobre todas las concejalías. Pero él quería ser presidente de la Diputación, con más recursos y poder. Y se negó a firmar el acuerdo. Todo se iba al traste. Un nuevo fracaso histórico. Pasaban las horas. El adorable Simón Sánchez Montero había agotado sus historias de batallitas. Guerra perdía la paciencia, con razón. Yo llamé y llamé a Tamames. Hasta que al final me dijo: “Vale, me tomo una magdalena y una leche caliente y me voy a dormir. Empecemos por la tenencia de alcaldía e iremos viendo”. Y los grandes municipios de toda España se hicieron rojos.

Esto viene a cuento de la extrañeza actual de que un exdirigente comunista lidere la moción de censura de Vox. Porque Tamames, de quien fui amigo y de cuya amistad no reniego como persona, nunca “traicionó”, porque nunca se traicionó a sí mismo. El partido de Tamames era Tamames. Jorge Semprún lo reclutó contándole, como muchos creían, que en la democracia el PCE sería como el PCI de Italia, o sea, el gran partido de masas que decidiría el poder. Carrillo lo tenía como un activo básico para legitimar al PCE entre los profesionales. Un prestigioso catedrático a la antigua en los tiempos en que una cátedra era una patente de corso. Y le asignó Madrid.

Pero cuando sus ambiciones se vieron frustradas, Tamames lideró el intento de los renovadores de controlar el partido, junto con cuadros lúcidos que vieron como el heroico partido de la resistencia se autodestruía. Creó un partidito y luego se fue a Izquierda Unida, donde no tuvo liderazgo, por lo que se cambió al CDS. Y de ahí a los negocios. 

Tamames se apuntará siempre a que se reconozca al fin que él es el único líder que merece el país

Yo mantuve buena relación con él hasta que me llamó a Berkeley para que le ayudara a conseguir una buena universidad americana para hacer un campus en Madrid, que a mi me pareció un pelotazo urbanístico. Ahí le dije que no. Lástima porque le tenía afecto. O sea que Tamames no ha cambiado y se apuntará siempre a que se reconozca al fin que él es el único líder que merece el país.

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