En la media parte de los partidos del Camp Nou, se escucha por los altavoces la voz de Xavi Hernández mientras en la pantalla aparecen aficionados barcelonistas de todas las edades diciendo que son del Barça. Al final del anuncio, el entrenador del club les rectifica: “No sois del Barça, sois el Barça.”
La campaña está bien hecha, aunque no sea cierta. Los socios cada vez mandamos menos, pues no se nos consultan cuestiones importantes y lo desconocemos casi todo de lo que ocurre en sus despachos. Así, se han cambiado los estatutos o la propuesta definitiva del estadio sin que nadie nos haya preguntado nada.
Y cuando nos enteramos de que el club ha estado pagando una cantidad disparatada durante años a quien fuera el vicepresidente del los árbitros, la primera respuesta del presidente barcelonista fue que eso son informaciones que aparecen para desestabilizar el Barça cuando va líder de la Liga.
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Es un error volver al victimismo. En Manchester, Jan Laporta comentó que en Catalunya no inquieta el caso Negreira, que de este tema solo hablan en Madrid. ¿Seguro? ¿Alguien en el club consulta la prensa internacional? ¿Nadie ha visto lo que dicen sobre el caso L’Equipe, Il Corriere della Sera o A Bola? La fiscalía deberá decidir en unos días si investiga los pagos del Barça al vicepresidente de los árbitros. Sería interesante saber qué piensa Goldman Sachs de esta historia para no dormir.
La directiva del Barça no puede acudir al victimismo ante el caso Negreira
Durante años, los aficionados azulgranas han estado muy orgullos del modelo de club, pero se está viendo que el modelo de gobernanza no alcanza para una entidad que factura mil millones. Cuando pensábamos que con el nuevo consejero delegado el club iba a funcionar como una multinacional, el presidente lo apartó de su responsabilidad y dijo que lo gestionaría él como una empresa familiar.
En un momento tan delicado como el que vive el club, con una altísima deuda que afrontar, no vale fiarlo todo a que el balón entre. Hay que ser muy transparente, trabajar con rigor y dar explicaciones coherentes. Laporta sabe contagiar entusiasmo, pero la realidad, a veces, se impone a las emociones. ¿O no recordamos cuando a principio de temporada quiso hacernos soñar con el sextete?
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