En los medios de comunicación se acumulan estos días los artículos que critican el Mundial de Qatar, un país que vulnera los derechos humanos y que incomprensiblemente fue elegido por la FIFA antes que Estados Unidos, que también optaba a organizarlo. Y eso que en el país del Tío Sam no había que parar todas las ligas del planeta para disputarlo, con la distorsión y perjuicio que ello comporta a los clubs. ¿Cómo consiguió Qatar decantar el voto de la FIFA? Pueden imaginárselo. Un dato resulta significativo: de los 22 hombres que eligieron al país del Golfo para acoger el Mundial, catorce –incluido el presidente Joseph Blatter– se vieron envueltos a continuación en procesos judiciales relacionados con la corrupción.
Cuando Mussolini presidió el Mundial de 1934 o el general Videla, el de 1978, se intentó ridículamente utilizar el argumento de que no había que politizar el fútbol. Hoy afortunadamente nadie se atrevería a escribir algo así, el fútbol es política en estado puro. Y los países del Golfo lo entendieron antes que nadie adquiriendo equipos (el Manchester City es de Emiratos, el PSG es de Qatar y el Newcastle de Arabia Saudí). U organizando competiciones, tras comprar voluntades. De todos modos, cuando el domingo el balón comience a rodar, nadie hablará de estas cosas, sino de las emociones futbolísticas.
Y por si alguien dudara de que el fútbol es política en estado puro, ahí está la dirección del PP, que en la sede de Génova ha manifestado su temor a que el parón del Mundial ayude al PSOE (leído en El Mundo). Los populares creen que la derogación del delito de sedición se va a traducir en un varapalo a Sánchez en el caladero de votos del centroizquierda, pero tienen la sensación de que el mes del Mundial y la Navidad que sigue a continuación eclipsarán la batalla política, lo que puede favorecer al presidente del Gobierno.
El PP cree que el Mundial favorecerá a Sánchez al eclipsar la batalla política
El serbio Vujadin Boskov fue el autor de un pleonasmo que se repite a menudo: “Fútbol es fútbol”. Pero no, el futbol es política. Política de la buena, capaz de blanquear estados mejor que ningún detergente.