El fiasco de los bonos Renfe

El fiasco de los bonos Renfe

A la feliz iniciativa de los bonos gratuitos de Renfe le ha pasado lo peor que podía pasarle: que el servicio se ha degradado más. Poco que añadir a lo que ya conoce el lector sobre qué está ocurriendo en Rodalies. El problema es que el despropósito alcanza también a los trenes de Media Distancia. Digámoslo rápido: un fiasco.

De bicoca, nada. Hay un considerable enfado entre los usuarios habituales directamente proporcional a la sensación de impotencia y abuso. No existen los planes perfectos, pero no se entiende cómo el Gobierno no vio venir que la medida convocaría a esa España de la picaresca y del todos lo hacen.

Ahora los Lazarillos y los pillos de este país cogen el tren porque sale gratis. O más bien no lo cogen aunque tampoco dejan que lo haga otro. Porque ya han reservado viajes para trayectos de Media Distancia de aquí a diciembre, con todos los horarios posibles. Y no se molestan en cancelarlos si no los usan porque, total, un pringado como usted o como yo misma, que saca los billetes solo cuando los necesita, no se merece viajar gratis. Así ocurre que muchos trenes van vacíos aun cuando no se da la opción de validar el bono porque la aplicación dice que no hay plazas. Ah, si pagas, entonces sí. Alegría. Y el Gobierno tocando la lira ante el espectáculo del incendio.

Hay un considerable enfado entre los 'usuarios habituales' directamente proporcional a la sensación de impotencia y abuso

Todo esto nos lleva a pensar si realmente lo de la gratuidad en general del transporte público resulta una buena idea. Para empezar es insostenible y además a saber por dónde acabaremos pagando lo que nos hemos ahorrado estos meses. Sería más razonable dar abonos sociales para quien lo necesite. Se ha visto en Rodalies, por ejemplo, que el gratis total puede llevar a más saturación del servicio, ya malo, sobre todo si no se mejoran las frecuencias. Por no hablar de la demanda inducida no deseada de casi cualquier trayecto o de la falta de controles y sanciones para los caraduras.

De vez en cuando, una se pregunta, sin ánimo de ofender, si no se podrían hacer las cosas bien. Si no es posible y no es mucho pedir, que Renfe o a quien le corresponda gestionar tanto desatino tenga la deferencia de no ca­brearnos mucho más. Todo tiene un límite, incluso la paciencia que parecía ilimitada.

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