Senderos de barro

Senderos de barro

Otra vez la guerra. Otra vez bombardeos y cadáveres y tanques en una parte de Europa. Como cuando se desmembró Yugoslavia, no hace tanto tiempo. Y de nuevo la sensación de inverosimilitud, de irrealidad… No puede estar pasando, no debería estar pasando…

Somos varias generaciones de europeos que hemos vivido en la excepción de la paz, que nacimos tras las últimas matanzas generalizadas. Nuestra Guerra Civil, hija de otras tantas guerras civiles, la Segunda Guerra Mundial, que en realidad fue hija de la primera, la Gran Guerra europea, engendrada por la francoprusiana, herederas de las guerras napoleónicas, de la guerra de los Treinta Años, de la guerra de los Cien Años. Europa, este refugio de la civilización, este supuesto balneario, este geriátrico, este museo, se ha construido en una guerra prácticamente permanente de nación contra nación, vecino contra vecino. Una larga historia de sangre y muerte que creíamos, ingenuamente, extinguida.

Un soldado del ejército ucraniano camina por una trinchera en el frente de Niu York, a 22 de febrero de 2022, Niu York, Oblast de Donetsk (Ucrania). Rusia reconoció ayer la independencia de las autoproclamadas 'repúblicas' de Donetsk y Lugansk, en la región del Donbass, controladas por unos separatistas para los que ahora podría justificar un auxilio militar. De hecho, hoy el propio Putin ha ordenado a las Fuerzas Armadas rusas entrar en esas zonas. Ahora más que nunca, los disparos y bombardeos siguen siendo habituales en el frente de la región del Donbass.
22 FEBRERO 2022;UCRANIA;EJÉRCITO;NIU YORK;PUTIN;CONFLICTO
Diego Herrera / Europa Press
22/02/2022

 

Europa Press

En esta última semana hemos vuelto a ver cuerpos calcinados, trincheras cavadas en las calles de lo que eran ciudades pacíficas que aspiraban a la prosperidad, civiles intentando detener con sus manos los blindados de unos soldados que hablan la misma lengua que muchos­ de los que se les oponen. Y siempre la religión –¡qué silencio atronador, más allá de proclamas tópicas vacías, el del Vaticano! ¡Qué espanto el patriarca ortodoxo ruso abandonando a sus hermanos de fe en Ucrania!– o la lengua o la bandera o la frontera mal definida o el dinero o el culto a algún líder, al sátrapa que sea. ¡Qué empeño en borrar la humanidad­ del otro! ¡Y cuánto horror y depravación en la guerra, con su cortejo fúnebre de asesinatos, torturas, violaciones! Y pese a todo, también la generosidad y la valentía, el heroísmo. El teatro extremo y absurdo de las contradicciones de la existencia. El camino equivocado, pero también irremisiblemente humano.

Thomas Gray fue un poeta británico del XVIII. Estudió en Eton por la caridad de su tío materno y dio clases de historia en Cambridge. Venía de una familia infeliz, unos padres que engendraron sin demasiado amor doce hijos. Gray se ordenó y fue un erudito reconocido. También uno de los poetas de cementerio, capaz de dedicarle una oda a la muerte del gato favorito de Walpole, tal vez su único poema realmente humorístico. La guerra, para él, fue parte de su formación clásica. Pese a ello, en su poema más conocido, Elegy written in a country churchyard, clavó ese verso que dice que los senderos de gloria no conducen sino a la tumba: “The paths of glory lead but to the grave”. Senderos de gloria. Muchos años tras la muerte de Gray, un pintor usó su verso para titular un cuadro en el que yacen dos soldados británicos de la Primera Guerra Mundial. Están muertos, claro. Tumbados sobre el barro y junto a la alambrada en sus senderos de gloria, los mismos que de nuevo años después le servirían a Kubrick para titular su película con Kirk Douglas.

¡Qué empeño en borrar la humanidad del otro! ¡Y cuánto horror y depravación en la guerra!

El pintor era C.R.W. Nevinson, Christo­pher Nevinson, que había sido elegido por el Ministerio de Información como pintor oficial­ y que luego fue censurado por retratar lo que vio en el frente. Buena parte de su obra de aquellos años está en el Imperial War Museum­ y es especialmente impresionante su La cosecha de la batalla (The harvest of battle­). Acabó siendo un pintor a la vez moderno –vorticismo y cubismo– y académico. Se acomodó. Sobrevivió.

Estamos hechos de barro mortal.

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