Alemania y el gas ruso

Alemania y el gas ruso

Tres días después del accidente nuclear en la central japonesa de Fukushima, en marzo del 2011, la entonces canciller Angela Merkel anunciaba que Alemania suspendía la decisión de alargar la vida útil de sus centrales nucleares, iniciando así la cuenta atrás para el final de la energía atómica en el país, que culminará este año. Hoy en día, la transición energética alemana es un proceso muy complejo y lento, con muchas partes en pugna y el objetivo de reducir las emisiones de CO2hasta la neutralidad a mediados de siglo. Pero un país industrializado como Alemania difícilmente logrará sus objetivos climáticos y económicos solo con energía solar y eólica, y sin carbón.

Y ahí es donde entra en escena, como energía de transición, el gas. El gas ruso. Rusia es el principal proveedor de gas de Europa –un 40%– y Alemania es su cliente más importante, pues su dependencia llega hasta el 60%. Y esa dependencia alemana de Rusia arrastra también, en cierta manera, a toda Europa­. La relación energética entre Berlín y Moscú se vio reforzada después de que el excanciller Schröder, buen amigo de Putin, fuera elegido presidente del gigante petrolero ruso Rosneft y padrino del gran proyecto gasístico Nord Stream.

El futuro del Nord Stream 2 si Rusia ataca a Ucrania, prueba para el Gobierno tripartito

Tras la anexión rusa de Crimea en el 2014 y el apoyo de Moscú a los rebeldes prorrusos del este de Ucrania, la Unión Europea impuso sanciones económicas que no evitaron que el choque entre Europa, Estados Unidos y Rusia por Ucrania haya llegado al delicado momento actual, con amenaza de un conflicto bélico. Es en este contexto que Alemania decidió suspender temporalmente la certificación del gasoducto ruso Nord Stream 2, lo que ha retrasado la puesta en marcha de esta infraestructura controlada por la gasista estatal rusa. Un gasoducto muy polémico porque, según sus críticos, supone un aumento de la dependencia energética rusa por parte europea y complica más el conflicto de Ucrania, pues el gas ruso ya no fluirá por su territorio, Kíev dejará de ingresar miles de millones de euros y quedará en una posición aún más vulnerable respecto de Moscú.

En su día, Alemania llegó a enfrentarse a EE.UU. y a algunos socios europeos defendiendo el proyecto, pero desde el 2018 Merkel avisó que propondría más sanciones a Rusia si esta aprovechaba el Nord Stream 2 como arma contra Ucrania o contra Occidente. Por eso el nuevo Gobierno tripartito de Olaf Scholz, en una posición embarazosa, no puede descartar tampoco usar el gasoducto báltico como medida contra el Kremlin. Esta semana el canciller dijo que, si hay una intervención militar, “se pagará un alto precio y todo está en discusión”, alineándose con la posición de Los Verdes, socios de Gabinete y críticos con el gasoducto.

Moscú está poniendo a prueba el temple del nuevo canciller. Putin no ha mostrado ninguna voluntad de entablar conversaciones con Berlín, ni con la UE, sobre la seguridad europea. Solo quiere negociar de tú a tú con Estados Unidos. Cómo abordar el futuro del Nord Stream 2 si Rusia agrede a Ucrania será la prueba de fuego para que la coalición alemana demuestre que su política sobre Moscú es más que la suma de sus partes. El nuevo Gobierno deberá adoptar el tradicional enfoque de compromiso de Berlín para dar una respuesta creíble a las amenazas rusas.

Porque ni Alemania ni la UE pueden olvidar que Putin tiene la llave del gas. La interdependencia ruso-alemana es muy grande pero un posible conflicto bélico en Ucrania haría con toda probabilidad que, por un lado, Berlín no autorizara el funcionamiento del Nord Stream 2 y, por otro, que Moscú decidiera cerrar el grifo, dejando a Europa en situación de escasez. Por eso Estados Unidos negocia un posible acuerdo con Qatar para que proporcione gas licuado a Europa si el Kremlin corta el suministro en pleno invierno y los precios se disparan.

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