Buena vida digital y Bauhaus

Buena vida digital y Bauhaus

Europa afronta la transfor­mación digital de sus estructuras económicas con un objetivo claro: contribuir a la sostenibilidad climática del planeta reduciendo sus emisiones de carbono. Estamos ante un objetivo que no solo es económico sino, también, ético. Asume un imperativo ecológico con nosotros mismos, con el resto de la comunidad internacional y, finalmente, con la especie humana debido a la amenaza existencial que proyecta sobre el conjunto de la humanidad el cambio ­climático acelerado que experimenta nuestro planeta.

Por ello, los fondos Next Generation no solo han de verse desde una perspectiva estrictamente económica y social. Son, sin ­duda, una fórmula ins­trumental que busca viabilizar materialmente la ­economía europea tras el impacto de la crisis pro­vocada por la covid. Pero han de responder, también, a un impulso de resignificación ética del proyecto europeo. Han de sintonizar con la reflexión que, a nivel occidental, plantea teóricamente un capitalismo en busca de un sentido moral tras el fuerte impacto que sufrió en su legitimación debido a la crisis del 2008. El ­colapso de la estructura especulativa neoliberal y sus consecuencias de ­injusticia y desigualdad han dejado un agujero ­ético que el nuevo capi­talismo cognitivo basado en plataformas digitales, lejos de reducir ha en­sanchado y agravado, tal como Glenn Diesen plantea en Great power politics in the fourth industrial ­revolution

De ahí que los 750.000 millones de euros que contienen los fondos Next Generation tendrán que destinarse a transformar el modelo econó­mico europeo a partir de una serie de claves de racionalidad cívica, global e intergeneracional que den un sentido ético a la prosperidad que liberará nuestro modelo tecnologizado de economía verde. El problema ya no está en la generación incremental de prosperidad sino en cómo abordarla dentro de un perímetro de justicia que no estrese ni disloque éticamente nuestra sociedad. Algo que el green new deal europeo debe definir a partir de una reflexión colectiva que actualice los presupuestos éticos que se formularon en 1951 y 1957 con la aprobación de los tratados fundacionales del Mercado Común.

Los fondos Next Generation han de responder, también, a un impulso de resignificación ética del proyecto europeo

El contexto que favorecerá a partir de septiembre el debate sobre la Nueva Bauhaus podría ser el marco de esa reflexión colectiva. Entonces serán varios los proyectos que analizarán con detalle los valores que la propuesta impulsada por la presidenta Von der Leyen ha puesto sobre la mesa alrededor de los conceptos que deben presidir el propósito del green new deal : “Beautiful-sustainable-toge­ther”. Ya hemos visto en estas páginas los problemas geopolíticos y culturales que rodean la propuesta europea y que requieren una mirada sureña que contenga claves que redefinan el diseño inspirado en los orígenes centroeuropeos y funcionalistas de la Bauhaus.

OPI 4 17 JULIOL 2021
Perico Pastor

Lo hice en estas páginas en “Bauhaus y geopolítica cultural” (27/III/2021); “Bauhaus feroz o Caperucita del Sur” (24/IV/2021) y “Mediterráneos y Bauhaus” (22/V/2021). En estos artículos incidí en la necesidad de que los conceptos de belleza y sostenibilidad salieran del estricto marco de funcionalidad técnica defendido por la vieja Bauhaus, así como de los análisis específicos que, a partir de ella, se desarrollan en nuestro país desde ámbitos especializados del mundo de la arquitectura y las ingenierías. Algo que requiere asumir una visión corregida, más transversal y abierta a las dinámicas críticas del mundo de la cultura y el pensamiento. En la línea, precisamente, de las reflexiones que planteaba Adorno de proyectar armonías negativas que capturen las contradicciones que tensionan los conceptos culturales.

Ahora quiero ir más lejos y proponer que, dentro del debate que se planteará en breve sobre la Nueva Bauhaus, el concepto de juntos ( together ) dé lugar a una reflexión colectiva sobre cómo hacer posible que la tecnología permita lo que Aristóteles definía como la “buena vida”. Aunque ahora llevada al ámbito digital. Aquí, hay que recordar la insistencia aristotélica de que los seres humanos no forman comunidades para vivir, “sino para vivir bien”. Un acento ético que debe favorecer el desarrollo de un propósito de progreso moral comunitario detrás de la suma de digitalización y sostenibilidad que impulsará la economía verde europea.

La sociedad europea debe debatir cuál será la brújula ética que indique la dirección que seguir digitalmente

Si Europa quiere ser creíble a nivel planetario en su compromiso con la sostenibilidad climática, tiene que dotar al green new deal de un fuerte contenido ético en lo relativo a la instrumentalidad digital del cambio de nuestro modelo económico. Eso pasa por identificar colectivamente los principios básicos de la ética pública que nos ayude a definir qué es lo que está bien o mal, o lo qué es neutro en términos morales. Tanto en la relación que mantenemos los seres humanos con la tecnología, como entre nosotros mismos a partir de la presencia de ella en nuestras vidas. Una exigencia imprescindible si queremos identificar una “buena vida digital”. No solo porque ayudará a saber dónde está el perímetro de la autenticidad humana, sino, también, los contornos de dignidad de lo que somos y queremos ser en relación a los demás, así como respecto a la “otredad” maquínica que se insinúa en una inteligencia artificial que pronto será alteridad artificial.

Es dentro de este marco donde resulta necesario que el conjunto de la sociedad europea debata a nivel intergeneracional cuál será la brújula ética que indique la dirección que seguir digitalmente. Solo así acertaremos en la definición futura de los derechos digitales que protegerán los valores de la nueva era digital. Quizá por eso reiteraba Hannah Arendt en su Vita activa la necesidad de promover democráticamente un intercambio público permanente de argumentos éticos y ­filosóficos que favorezcan una buena ­vida individual y colectiva. Un inter­cambio imprescindible si queremos impedir que el populismo actual desemboque en ese nihilismo tecnológico que considera a la democracia liberal y sus valores éticos no solo un obstáculo para la aceleración de la innovación sino una antigualla política.

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