¿Comer menos carne?
Opinión
Pues claro que algunos tenemos que comer menos carne. Lo escribo aquí una vez más y el único problema sería que alguien infiriera de ello que por hacerlo tengo determinadas afinidades políticas o represento a tal o cual grupo de presión.
La hemeroteca acredita que uno intenta adecuarse razonablemente a lo que la ciencia demuestra en cada momento, sabiendo que la virtud diferencial del método científico es cuestionar sistemáticamente sus propias conclusiones, cosa imprescindible para vivir de manera inteligente, adaptándose a cada situación.
Consecuentemente, en esta parte del mundo, muchos debemos comer menos carne porque comemos demasiada y este exceso ni es bueno para el cuerpo, ni para el mundo, ni caracteriza la dieta mediterránea. Debemos comer menos carne para que los muchos que comen poca puedan comer más, y para que puedan seguir comiéndola sus hijos y los nuestros.
Debemos comer menos carne, saborearla más y pagar por ella el precio justo. Saber dónde ha sido criada y de qué manera y, a poder ser, hasta conocer a quienes la producen y el paisaje donde pacen los animales.
Personalmente, a mí también me gusta un buen chuletón, adulto, madurado, gordo, poco hecho, justo caliente por dentro y bien tostado por fuera, con su punto de sal y el amor de un hilo de aceite de oliva virgen extra.
Pero sé que las vacas, además de lomo y solomillo tienen muchas otras partes deliciosas. Por lo que a veces podemos comer chuletón, pero muchas otras debemos valorar los demás cortes, que en absoluto son menos nobles cuando se les aplica la receta adecuada con buena mano.
No todo lo que no sean tournedós, chateaubriands, filets mignon o entrecots debe picarse directamente para hamburguesa, pues de ese modo los productores pierden rentabilidad y nosotros el placer de saborear especialidades como el redondo guisado con setas, el fricandó, el jarrete lacado, la milanesa, el cachopo, el escalope cordon bleu, los saltimbocca, el bouef bourguignon, el estofado de falda, el osobuco, el rabo de buey, el matambre, el cap i pota, los callos, la entraña, el asado de tira, el churrasco, el osobuco, la costilla asada, el hígado encebollado, la lengua en salsa, las mojellas, los anticuchos y tantas otras.
Lo que constato es que la relación entre alimentación, salud y sostenibilidad (ecológica y económica) despierta interés, cosa que está bien. Lo que dudo es que unas declaraciones, sean de un deportista de élite sobre los refrescos o de un ministro sobre la carne, modifiquen decisivamente nuestros hábitos alimentarios. Lo que espero es que tampoco puedan hacerlo demasiado ni 'influencers' a sueldo ni demás estrategias publicitarias. Y de lo que estoy seguro es de que, para que todos comamos de manera más sana, sostenible, sabrosa, responsable y solidaria con nuestros productores agroalimentarios y territorios rurales, lo mejor es proveer de una buena educación alimentaria y capacitación culinaria a toda la sociedad.