Comer es poder

Comer es poder

Charles Maurice de Talleyrand, uno de los colaboradores más estrechos de Napoleón, es el autor de una frase curiosa: “Comer es una forma de gobernar”. El escritor y editor Xavier Roca-Ferrer acaba de publicar un interesantísimo libro sobre la figura de este personaje, al que califica de “diablo cojuelo que dirigió dos revoluciones, engañó a veinte reyes y fundó Europa”. A Talleyrand siempre le acompañaba en las campañas bélicas su asesor Antonin Carême, que le había enseñado a preparar trescientas sopas distintas. Su comida era la del mediodía, que podía constar de dieciséis platos distintos. En cambio, la cena era frugal: una sopa, queso brie (que consideraba el mejor de todos), un vaso de madeira y otro de burdeos. El gran temor del personaje era que Napoleón le quitara aquel genio de los fogones para sus cocinas de las Tullerías, pero nunca se atrevió.

Mientras devoraba este libro, me llegó la alerta en el móvil de que los jueces vascos han suspendido el cierre de bares y restaurantes impuesto por el Gobierno vasco en municipios de alta incidencia de la covid, con el argumento de que no supone un grave riesgo para la salud pública y en cambio causa un grave quebranto económico. El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco cuestiona que estos locales sean la causa del aumento de contagios, porque no hay ninguna prueba que lo demuestre. En este sentido, abona la tesis de los gremios de restauración de que se les criminaliza cuando cumplen todas las medidas sanitarias que les exige la Administración. De este modo, bares, cafeterías y restaurantes han vuelto a abrir en Euskadi, pues el auto considera que su disposición es de aplicación inmediata.

Los restaurantes vascos ganansu batalla en los tribunales y reabren

La medida adoptada por el Alto Tribunal es la respuesta al recurso presentado por tres organizaciones del sector de la hostelería, pero en las últimas horas se han interesado por ella desde otras comunidades, porque podría crear jurisprudencia. El Gobierno vasco, en cambio, calificó de muy grave que los tribunales entren a valorar aspectos epidemiológicos.

Talleyrand hubiera celebrado que los jueces reabrieran los restaurantes, porque el padre de la diplomacia moderna sabía que la cocina era su cómplice en los pactos políticos. En cambio, hubiera aprobado que se limitara el tiempo de la cena, como mantendrán los establecimientos vascos. Él pensaba que abreviar la cena alargaba la vida. Así que con su sopa y su queso tenía bastante. Con los años, solo cambió su devoción al brie por el stilton.

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