Llorando ante la tumba errónea

Llorando ante la tumba errónea

En California, una tumba del cementerio Pacific View Memorial Park se llena cada día de fans de Kobe Bryant que van a rendirle homenaje y dejar ramos de flores.

Lo curioso del caso es que no se trata de la tumba de Kobe Bryant sino de la de un señor que murió en noviembre. Es un recinto rectangular, sobrio, elegante y bien cuidado, del cual ahora cada día los encargados del cementerio tienen que recoger los ramos de flores y tirarlos a la basura. Justo al contrario de lo que hacen algunas personas que van al cementerio a visitar la tumba de un familiar. Cuando ven un ramo fresco y bonito en un nicho próximo, lo cogen y lo ponen delante del nicho de su pariente y tiran el que había, marchito. La portavoz de la empresa propietaria del cementerio explica: “Confirmamos que no se trata de la última morada de Kobe y Gianna. No podemos divulgar ningún otro detalle adicional sobre dónde están. Pero sí que os podemos decir que esta no es la ubicación correcta”. El incremento de personas que visitan el cementerio –mucha gente paseando e intentando localizar el lugar exacto de la sepultura– es tal, que los agentes de seguridad tienen que monitorizar constantemente lo que pasa. Ya ha habido enfrentamientos entre fans de Bryant y familiares del hombre enterrado, que los han echado a gritos “porque perturban la paz de la persona que está enterrada”.

En California, una tumba se llena de fans de Kobe Bryant que van a rendirle homenaje

El origen de la confusión es un reportaje del Daily Mail que se jactaba de haber identificado la tumba: “Revealed: The private grave site where Kobe and daughter Gianna were laid to rest side-by-side”. ¿Por qué los del Daily Mail pensaron que esa era la tumba del baloncestista? Pues porque en el pequeño jardín que incluye el rectángulo de la tumba hay flores amarillas y púrpuras, que son los colores de los Lakers. Para colmo, sobrio como es el recinto, no consta el nombre de la persona enterrada, lo cual incita todavía más a la sospecha:

–¡No han puesto el nombre para que no podamos identificar que es la de Bryant y su hija! ¡Pues ahora escribiremos un reportaje y nos colgaremos la medalla!

Peor lo tuvo aquel hombre de Manchester, George Salt, que durante treinta años visitó la tumba de su hija Victoria, que murió dos días después de nacer, en 1988. Hace dos años supo que la tumba ante la cual se sentaba para hablar con ella no era tal tumba, que la tumba estaba en otro lugar, mucho más allá, y que la lápida la habían colocado por error en un trozo de tierra donde, debajo, no había (ni hay) nadie enterrado.

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