El desprecio y la ignominia
El mundo está lleno de gente que no tiene nada que decir y no calla. La ventaja de tener la boca cerrada es que la gente puede dudar de que sea por discreción o por ignorancia. Pero cuando uno es capaz de expresar opiniones que hieren a una persona y, por extensión, ofenden a la sociedad, sólo merece el desprecio y la ignominia. Eso es lo que consiguió Javier Ortega Smith, portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, a quien no se le ocurrió otra cosa que frivolizar sobre la violencia machista durante el acto con el que conmemoraba el día internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Es tan vergonzante lo que dijo, que se degradó a sí mismo como ser humano; es tan miserable su opinión, que no se entiende que pueda ocupar un cargo público.
En España, son 1.028 las mujeres asesinadas desde que se empezaron a contabilizar las víctimas en el 2003. La última es Sara, de 26 años, a quien su pareja mató a cuchilladas ayer mismo en Tenerife. Ortega Smith quiso tener su minuto reaccionario de gloria y se encontró con el rostro de Nadia Otmani, quien se le acercó en su silla de ruedas para pedirle respeto y recordarle que con la violencia de género no se hace política. Otmani recibió tres disparos de su cuñado al defender a su hermana, de eso hace 22 años. Una de las balas le seccionó la médula. Desde entonces se comprometió con la causa contra la violencia machista y creó la Asociación Al Amal, de ayuda a mujeres migrantes maltratadas, por lo que Esperanza Aguirre le entregó en su día la medalla de plata de la Comunidad de Madrid.
Vox impidió que, por primera vez en catorce años, el Consistorio de la capital de España hiciera una declaración institucional contra esta lacra social. El alcalde José Luis Martínez-Almeida ha acusado a Vox de reventar el acto como ya hizo en el minuto de silencio de septiembre contra una mujer asesinada.
Ayer fue, pues, un día doblemente triste en Madrid. Ortega Smith, que se presentó con una pancarta en la que se leía que “la violencia no tiene género”, demostró lo que no puede ser nunca la política en democracia: la defensa de la intolerancia, de la mezquindad y del fanatismo. Al girarle la cabeza a Otmani, a modo de gesto de desprecio cuando se le aproximó, se la estaba volviendo a las 1.028 mujeres asesinadas en España.