De la ambición y de la gente normal
NICOLAS Sarkozy ha escrito unas memorias ( Passion s) donde asegura que ha sido afortunado en la vida y en la política: no todo el mundo consigue ser presidente de la República francesa, ni tiene a su lado a Carla Bruni para que le cante en privado Moon river como rediviva Audrey Hepburn. En sus páginas, se emociona al hablar de su mentor Jacques Chirac, el hombre que le sedujo para la política. Chirac era un personaje distante, aristocrático y con una vida sentimental dispersa. Cuando en la noche en que murió lady Di, el prefecto de la Policía de París le preguntó a su esposa Bernardette dónde estaba su marido, ella le respondió: “Pensaba que me lo diría usted”. A quien peor trata en el libro es a François Hollande, su sucesor en el palacio del Elíseo, “por querer ser un presidente normal”. Ya lo advirtió François Mitterrand al final de sus días: “Soy el último de los grandes presidentes, después de mí sólo habrá financieros y contables”.
¿Es un error pretender ser normal cuando se alcanza el poder? Las memorias políticas de Sarkozy dejan abierta la pregunta. ¿Quiere la gente tener de presidente a alguien normal o desea descubrir en su mandatario el genio de la lámpara? Es posible que los ciudadanos prefieran ver al frente de su país un mandatario que les parezca excepcional a alguien como ellos. No hace falta descubrir nuestras miserias en quien tiene que decidir sobre nuestros impuestos. Pero resulta interesante saber que dos periodistas de Le Monde ya publicaron un libro sobre Hollande, titulado
donde afirmaban que no supo percibir que la gente espera ver un rey, alguien con algo de soberbia que se eleve por encima suyo.
Sarkozy siempre se creyó especial, aunque matiza que su ambición ha sido grande, si bien nunca le ha hecho renunciar a su sentimientos: “Lo que amo no es la política, sino la vida... aunque veo que pocos me creen”.