Francia y Alemania han formulado un manifiesto sobre una política industrial europea para el siglo XXI. Es tanto una reacción a la amenaza de la competencia global, en particular la de China, como un movimiento impulsivo al bloqueo de la Comisión Europea de la fusión entre la francesa Alstom y la alemana Siemens. El ministro de Economía alemán, Peter Altmaier, y el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, así como el empresariado alemán han defendido la necesidad de una estrategia industrial europea para hacer frente al coloso chino.
El manifiesto propone en primer lugar una gran inversión en innovación disruptiva con particular atención a los campos de la salud, energía, cambio climático, seguridad, microelectrónica, robótica y tecnología digital. La ambición es llegar a ser líderes mundiales en inteligencia artificial. Esta primera propuesta es ambiciosa en el papel, pero no hay detalles concretos, por no hablar de la financiación necesaria.
Una segunda propuesta es adaptar la regulación de manera que las empresas europeas sean capaces de competir globalmente. El manifiesto apunta que de las 40 mayores empresas del mundo solamente cinco son europeas y, además, que diversos países dan generosos subsidios a sus empresas desvirtuando la competencia. También plantea iniciativas para permitir la formación de campeones europeos y para compensar los subsidios estatales recibidos por los competidores extranjeros. Con relación al tamaño, propone revisar las reglas de control de fusiones de manera que el Consejo Europeo pueda, en algunos casos, revertir las decisiones de la Comisión Europea (una respuesta directa a la prohibición de la fusión entre Alstom y Siemens). En relación con las ayudas estatales, pide que se tengan en más consideración el control estatal y los subsidios en los procesos de fusión. La política sobre ayudas estatales hasta el momento se ha fijado solamente en si distorsionaban la competencia sin tener en cuenta si una empresa tenía control estatal o no. Sin embargo, esta política es cuestionable cuando el control lo ejerza un Estado no democrático y donde no se respete la propiedad intelectual. Están en juego entonces cuestiones de seguridad al estar presentes objetivos políticos que difieren de las reglas del mercado y donde no hay reciprocidad.
Una tercera propuesta consiste en adoptar medidas defensivas en la línea del acuerdo reciente sobre el control de inversiones extranjeras para proteger las tecnologías estratégicas en la Unión Europea. Plantea también un mecanismo de reciprocidad para la contratación pública con terceros países. El objetivo es conseguir un campo de juego equilibrado. Aun así, se sigue defendiendo una economía mundial abierta y una política comercial no proteccionista.
La CE determinó que la fusión de Alstom y Siemens hubiera perjudicado a la competencia en los mercados de sistemas para la señalización para trenes y en la oferta de trenes de alta velocidad. Las posibles sinergias de la fusión de las dos empresas no eran necesarias para competir con el coloso chino CRRC. Si bien es verdad que CRRC tiene un volumen de negocio superior al combinado de las dos empresas, solamente tiene un 9% de su volumen de negocio fuera de China. La falta de capacidad de competencia global de las empresas europeas hay que buscarla en un mercado europeo no integrado plenamente y en la falta de una política tecnológica y de innovación común más que en una concentración baja de las industrias europeas. Tomemos por ejemplo el caso de la inteligencia artificial. Estados Unidos y China son los líderes indiscutibles básicamente por dos razones: el tamaño de su mercado integrado, crucial para explotar inmensas bases de datos y desarrollar productos, y la capacidad de innovación e inversión. Los dos países han invertido mucho en investigación básica de frontera y los dos tienen un enorme interés en liderar esta tecnología para obtener el dominio económico y militar.
En el caso de EE.UU., la flexibilidad de su economía y de sus mercados también han ayudado al surgimiento y consolidación de sus gigantes tecnológicos. La razón por la que Europa no tiene a Google, Amazon, Apple o Facebook, por ejemplo, no es porque tenga una política de fusiones demasiado restrictiva sino por la falta de un mercado integrado y de inversión en investigación y desarrollo (I+D). De hecho, por ejemplo, un control más estricto de fusiones en aerolíneas en Europa explica que el servicio sea mejor que en Estados Unidos.
Acierta el manifiesto en promover una política europea de innovación en tecnologías disruptivas y en exigir controles a la inversión extranjera por parte de empresas estatales y reciprocidad en el acceso a las contrataciones públicas. Sin embargo, no acierta al intentar restringir la independencia de la Comisión Europea en materia de competencia. Esta independencia ha sido precisamente una fuente de beneficios para los consumidores y de competitividad para la economía europea. Asimismo, la UE se percibe ahora como líder en la regulación de los gigantes tecnológicos en términos de la protección de los usuarios y de su privacidad. Los campeones europeos surgirán de forma natural en un mercado integrado, sin trabas al crecimiento de las empresas, y con el apoyo de una política de I+D europea mucho más ambiciosa y respaldada por un presupuesto suficiente.