La Ribera del Duero burgalesa, más allá del vino
Turismo de proximidad
De Caleruega hasta Moradillo de Roa, nos esperan ruinas romanas, palacios, torreones medievales y bodegas subterráneas
La Ribera del Duero burgalesa no solo sabe a vino. Sabe a tradición y a viñedos, a historia y a vida. Enclavada al sur de la provincia, sobre la cuenca del gran río que le cede su nombre, atesora villas y pueblos con un pasado que hoy se asoma a través de su rico patrimonio cultural.
Recorremos esta tierra de vastas y onduladas lomas que dan cobijo a preciadas cepas, aquellas que año tras año ofrecerán algunos de los mejores caldos del país, y descubrimos a nuestro paso un territorio sorprendente más allá del vino. De Caleruega hasta Moradillo de Roa, nos sumergimos en ruinas romanas, palacios, torreones medievales y bodegas subterráneas.
Caleruega: historia viva
Empezamos el recorrido en una de las localidades más hermosas de la comarca: Caleruega, un pueblo de poco más de 400 habitantes considerado uno de los más bonitos de España. Situada a una hora de automóvil de Burgos, la localidad es la cuna de Santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos, cuya figura continúa muy presente.
Entre su notable conjunto arquitectónico, destacan el torreón de los Guzmanes, del siglo X, el real monasterio de Santo Domingo de Guzmán, del siglo XIII, y la iglesia de San Sebastián, de principios del siglo XII. En Caleruega también se percibe la huella del imperio romano a través de los restos de la antigua calzada que unía Zaragoza y Astorga.
En una región vitivinícola, se impone también acercarse hasta las laderas del Monte de San Pedro, el Pico de la Horca, la Peña San Jorge y el Tallar, que acogen numerosas bodegas.
Peñalba de Castro: en la Clunia romana
Solo 12 kilómetros separan Caleruega de Peñalba de Castro, una diminuta localidad de un centenar de almas con un tesoro inconmensurable: el yacimiento de Clunia, en su día una de las principales ciudades del norte de Hispania. El pueblo puede presumir de poseer algunas de las ruinas romanas mejor conservadas del Viejo Continente.
Los restos del antiguo teatro, el foro las termas, algunas casas domésticas y sus magníficos mosaicos permiten retroceder en el tiempo, jugar con la mente e imaginar cómo era esta importante urbe hace alrededor de dos mil años.
Peñaranda de Duero: un tesoro monumental
Reemprendemos la ruta y 15 minutos después alcanzamos Peñaranda de Duero, cuyo espectacular conjunto monumental contrasta con su pequeño tamaño. Y es que este municipio situado a 20 kilómetros de Aranda, la capital de la comarca, en el que solo viven 530 vecinos, está declarado monumento histórico-artístico.
El corazón de Peñaranda es la plaza Mayor, flanqueada de edificios como el palacio de los condes de Avellaneda o la excolegiata de Santa Ana. No podemos perdernos el castillo, una fortaleza muy bien conservada que data de los siglos X y XI, construida sobre una colina y desde el que se contemplan espectaculares vistas.
Santa Cruz de la Salceda: un mundo de aromas
Santa Cruz de Salceda, la siguiente parada de este singular recorrido, se encuentra a unos 20 kilómetros. El objetivo de visitarlo no es otro que dejarnos llevar por los sentidos en el Museo de los Aromas, un espacio que combina el aspecto lúdico con el disfrute en el reconocimiento de los olores, con un ejercicio didáctico relacionado con el olfato. El centro propone el reto de descubrir más de 90 aromas en un original juego que sorprende a cuantos lo practican.
Moradillo de Roa: un paraíso subterráneo
Llegamos al fin de esta ruta por la Ribera del Duero de Burgos en Moradillo de Roa, tras recorrer los últimos 20 kilómetros, donde nos espera una sorpresa. La localidad, que se encuentra en un pequeño cerro con vistas a los viñedos y campos de cereal, posee más de 150 bodegas y lagares, además de las innumerables bodegas subterráneas construidas en cada casa. El número adquiere especial relevancia, si tenemos en cuenta que aquí solo viven 200 habitantes.
El conjunto histórico, conocido como El Cotarro , ha sido recuperado y se ha convertido en un destino enoturístico sostenible, que le ha valido el premio Patrimonio Europeo a la Conservación de Europa Nostra 2020. Visitarlo es, sin duda, la mejor forma de acabar un viaje con sabor a vino.