Paco Roncero: paz total en la isla de Tahaa
#elviajedemivida
Es uno de los grandes chefs españoles, Premio Nacional de Gastronomía en 2006, y cuenta con dos estrellas Michelin a sus espaldas
¿Buscas unas buenas vacaciones para este verano? Mírate estas ideas
Este reportaje forma parte de #elviajedemivida, una serie mensual en la que personajes conocidos por el gran público comparten con los lectores las experiencias viajeras que han marcado sus vidas. En ella nos cuentan cómo es el destino, sus sensaciones, los motivos por los que recomendarían realizar el viaje y nos regalan algún que otro consejo.
En esta ocasión, Paco Roncero nos cuenta cómo halló la paz y la desconexión en su viaje a una pequeña isla de la Polinesia, Tahaa. Allí descubrió, además de unos paisajes impresionantes, una sensación de paz que no había experimentado nunca en su vida. ¿Nos acompañas?
La sensación de paz hace sentir una felicidad intensa. A veces hay que desconectar para volver a conectar, alimentar el alma y compartir momentos inolvidables con la persona que más quieres”
“Riad, Madrid, Eivissa, Bilbao, Estambul... por una cosa o por otra, no paro de viajar de un lado a otro durante todo el año. No te das cuenta y has recorrido miles de kilómetros en unos días. Aeropuertos, congresos, charlas, cursos... El tiempo pasa a toda velocidad y te deja exhausto mentalmente. Pero luego, coges la maleta otra vez y al siguiente destino. El ritmo que llevamos es vertiginoso.
Por eso esta vez buscaba un destino donde realmente pudiera parar, relajarme y cargar las pilas. Desconectar del trabajo, de la rutina cotidiana y descansar; necesitaba inundar mi cabeza de tranquilidad. Además, era mi luna de miel (me casé en Madrid el pasado 31 de agosto). Así que mi mujer y yo fijamos una fecha en la que no tuviéramos tanto trabajo (Navidades de 2019 y principios de 2020) y nos pusimos a rastrear posibles destinos.
Y lo encontramos. Fue un acierto total. Estuvimos dos semanas en la Polinesia y lo recomendamos sin ningún género de dudas. A pesar de que los trayectos son muy largos -30 horas de vuelo-, la experiencia fue exactamente lo que deseaba: paz total. Fueron dos días en Tahiti, dos en Moorea, cinco en Bora Bora y, lo que más me sorprendió e impactó: cuatro días en una isla remota y solitaria llamada Tahaa (en tahitiano Taha’a).
Aquella sensación de paz cuando desembarcamos la recordaré siempre. Me llegó al alma. Tahaa es diminuta, son 80 kilómetros cuadrados de tierra con forma de flor circular. Hay unos 6 kilómetros de punta a punta. Es la típica isla salvaje que uno se imagina, vamos. Es una de las islas de Sotavento del archipiélago de la Sociedad. Está situada al oeste de Raiatea y de Tahití. Por cierto, el aire huele a vainilla y es que allí se produce una gran parte de esta especia en la Polinesia; muchos la apodan ‘la isla de la vainilla’.
Una de las cosas que nos gustó en Tahaa fue que estuvimos alojados en un motu de 1 kilómetro de largo por medio de ancho. Estaba situado en pleno Jardín de Coral. La sensación de paz allí te hace sentir una felicidad intensa. Y es que a veces es necesario desconectar para volver a conectar, alimentar nuestra alma y compartir momentos inolvidables con la persona que más quieres, ¿puede haber algo mejor?
Me quedé fascinado con el estilo de vida de sus habitantes: se abastecen de sus propios recursos, cazando, pescando, y no parecen necesitar nada más. Viven de lo que tienen sin el materialismo de las grandes ciudades. Son muy cariñosos. Sonríen constantemente y te contagian su inocencia. Allí te das cuenta de que la vida sencilla es la que te hace sentir bien. Dormir, levantarte cuando el sol se asoma, caminar por la playa, comer pescado a la brasa, charlar con los amigos... Lo demás es prescindible.
Soy muy aficionado a la fotografía y la isla tiene unos rincones maravillosos para hacer senderismo, observar y dejarse llevar por la sensación de calma e indolencia que se respira allí. Los paisajes naturales son impresionantes. Ir caminando hasta el desfiladero de Vaitoetoe es un magnífico plan para admirar los amaneceres o los atardeceres de este humilde rincón del planeta.
También tuve la oportunidad de que nos llevaran al oeste de la isla, en Motu Toahotu, para nadar entre tiburones (creo que son de las especie de punta negra), todo tipo de peces de colores y mantas rayas, que son muy cariñosas y da la impresión de que quieren “abrazarte”. Pero lo de los tiburones fue espeluznante. Me di cuenta de que tenemos un prejuicio muy profundo con este animal. Lo vemos como un depredador despiadado y no lo es. En Tahaa son como animales de compañía: nadan con ellos, les dan de comer, los acarician. No hay miedo. Me costó lanzarme al agua, la verdad, pero pensé ‘no creo que hayan organizado esto para servirnos de almuerzo a los tiburones... Y me tiré. Fue una experiencia inigualable.“
Ir caminando hasta el desfiladero de Vaitoetoe es un magnífico plan para admirar los amaneceres o los atardeceres de este humilde rincón del planeta”