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El paraíso solitario de la octava isla canaria

Mundo insólito

La Graciosa, la pequeña vecina de Lanzarote

La Graciosa vista desde Lanzarote

DEBOVE SOPHIE / Getty Images/iStockphoto

Elbrazo de marque separa las islas de Lanzarote y La Graciosa es tan estrecho que tiene el nombre de El Río. La Graciosa está considerada oficialmente, desde 2018, la octava pieza del archipiélago canario, despojándose del sustantivo ‘islote’ que da a entender que se trata de una roca vacía.

Son menos de un millar de personas las que habitan La Graciosa, pero lo hacen de forma permanente, ocupándose del incipiente turismo que llega rebotado de la vecina mayor. Para echarle una ojeada antes de cruzar el canal, nada mejor que subir al Mirador del Río lanzaroteño y contemplar en toda su extensión este pedazo de roca absolutamente pelada de 29 kilómetros cuadrados de superficie (un tercio de Formentera).

La Graciosa

El gentilicio de este antiguo clave pesquero es graciosero

Además de su soledad y su sencillez, que se resume en dos núcleos de población, los viajeros llegan a La Graciosa atraídos por un fenómeno poco común en las Canarias: las playas de arenas blancas y doradas. Por lo general, en el resto de islas los principales arenales son de lava negra. Otra de las características es la buena cantidad de caletas protegidas del viento que dan como resultado un mar tranquilo y plano en un entorno atlántico donde el oleaje puede ser –muchos días al año– feroz.

Caleta del Sebo en La Graciosa

nito100 / Getty Images/iStockphoto

Los viajeros desembarcan en Caleta de Sebo, una agrupación de casitas blancas en forma de cubo que agrupa la mayoría de servicios turísticos. Es el lugar donde contratar un guía para recorrer los senderos –bien marcados e incluso indicando el kilometraje entre un punto y otro–, un catamarán para rodear el contorno litoral o hacerse con una bicicleta. Pedalear es la manera más popular de conocer La Graciosa. Las pequeñas distancias lo permiten, aunque hay que recordar que no hay ni un palmo asfaltado en toda la isla, por lo que debe tenerse cierto manejo de la bicicleta; y que acceder a algunas calitas puede suponer un buen rato de empujar el trasto, pues la acumulación de arena en el firme no permite avanzar.

La entrada de Pedro Barba

anyaivanova / Getty Images/iStockphoto

Pedro Barba es el segundo núcleo de población de La Graciosa, este ya reservado para quienes buscan un contacto íntimo con el silencio y la soledad. Hay un número limitado de alojamientos, que, en temporada alta (invierno), se llenan enseguida, por lo que lo más recomendable es reservar con antelación o viajar allí en otros meses.

El reto de ascender las Agujas Grandes (266 m) en un día ventoso puede ser el mayor desafío físico al que se enfrente el viajero, aunque sea modesto. Se trata de contemplar el pequeño rosario de conos volcánicos que pueblan el centro de La Graciosa y vislumbrar los que se sitúan también en el extremo norte y sur.

Los Arcos

Geo-K / Getty Images/iStockphoto

El puente natural de piedra excavado por las olas conocido como Los Arcos y algunas de las playas más hermosas como Baja del Ganado, La Cocina o La Francesa son los principales objetivos del visitante. Hay alquiler de kayaks que permiten acercarse a las otras dos islas que forman el archipiélago Chinijo –estas, sí, deshabitadas–, Santa Clara y Roque del Oeste, aunque solo hay que hacerlo acompañado de un experto que conozcan las corrientes y los vientos locales.

Para evitar confusiones: el gentilicio de este antiguo clave pesquero es graciosero, y ninguna otra cosa.