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Toulouse para sentirnos casi como en casa

Escapadas

Un destino perfecto para pasar un fin de semana tranquilo

Plaza de Saint-Etienne en Toulouse, Francia

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Toulouse es la más hispana de las ciudades francesas. Tiene su lógica. Para empezar por su situación al sur del país galo, a un paso de la frontera pirenaica. De hecho, la principal arteria tolosana, el río Garona, nace en esa cordillera, a la sombra del Aneto desde donde se filtra subterráneamente al Val d’Aran para tomar rumbo a Toulouse.

Pero además dada la cercanía a España, la ciudad acogió a numerosos exiliados republicanos, una población que sin duda ha dejado su poso en la actual cultura tolosana. Al igual que lo dejan año tras año los miles de estudiantes que cursan aquí sus carreras universitarias. Llegan de toda Europa y de otros destinos del mundo, pero muchos de ellos hablan español.

Calles en el centro histórico de Toulouse, Francia

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A eso hay que sumarle las buenas comunicaciones que nos unen tanto por carretera como en tren de alta velocidad. Sin olvidar, que Toulouse es una de las capitales mundiales de la aeronáutica, y por lo tanto también hay vuelos con diferentes aeropuertos españoles. En definitiva, que caminando por las calles de esta ciudad no será nada difícil escuchar nuestro idioma y sentirnos un poquito como en casa.

Para conocer Toulouse hay que hacer precisamente eso, caminar sin prisa por sus calles y plazas. Es lo que hacen los locales, que tienen ese espíritu del sur que les obliga a salir y no encerrarse en casa, como suele ocurrir en otras latitudes galas. Aquí se pasea por la rue Alsace Lorraine para ir de compras, o se llega hasta la Place Wilson para buscar la terraza de un restaurante donde almorzar algo ligero. Igualmente hay que caminar hasta la monumental plaza del Capitolio, el lugar predilecto para celebrar los grandes acontecimientos o para protestar siempre que haga falta.

Plaza del Capitole en Toulouse

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Otro paseo ha de llevar hasta la basílica de Saint Sernin, una joya de la arquitectura románica europea que es el último gran templo francés antes de que el Camino de Santiago se adentre en tierras españolas. Esta monumental iglesia no es el único lugar cargado de historia y arte. También es posible visitar el antiguo convento gótico de los Agustinos, transformado en Museo de Bellas Artes casi a la vez que el Louvre parisino. Motivo por el que Toulouse presume de tener uno de los museos artísticos más antiguos de Francia.

Aunque no solo eso, presume de ofrecer una gran variedad de museos. De arqueología en el Raymond, de artes menores en el Paul Dupuy, especializado en arte asiático como el Georges Labit, y por supuesto está el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo Les Abattoirs donde de nuevo nos cruzaremos con otro español, en este caso Picasso y su gran mural realizado en julio de 1936.

Estos son los museos artísticos, pero los hay de otros muchos temas. Está el Museo de la Resistencia y la Deportación, está el Museo de la Medicina, se pueden ver estupendas exposiciones fotográficas en el Chateau d’Eau, o recientemente se ha abierto el Museo de Envol des Pionners dedicado a los tiempos en los que el correo postal aéreo más que un servicio era una aventura.

El río Garona a lo largo de Toulouse, Francia

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No hay excusas para no contemplar alguna exposición interesante, sean cuales sean los gustos de cada cual. Y tras esas visitas culturales ya se puede emprender el penúltimo paseo del día. Destino: las orillas del Garona, a la altura de La Daurade, el área que fue el antiguo puerto fluvial, y que ahora es un jardín perfecto para sentarse sobre la hierba. A veces solo hay un problema, y es encontrar sitio, ya que si la climatología acompaña, este se convierte en el espacio más concurrido.

Se puede decir que estar aquí a media tarde, cuando comienza a caer el sol es obligado. El espectáculo es de lo más bello que ofrece Toulouse. Las calmadas aguas del río se transforman en un espejo para reflejar las arcadas del vecino Pont Neuf. Un puente del siglo XVII construido con piedra blanca y con el imprescindible ladrillo rojo. El mismo de la amplia fachada del Hospital de San Jacques que se levanta justo enfrente

Pont Neuf y rue Metz en Toulouse

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También están hechas de ladrillo la gran mayoría de las casas que quedan a las espaldas de La Daurade. Ahí se despliega un entramado urbano con las calles y callejas más animadas de Toulouse. Un laberinto que queda entre el río y el Capitolio, y entre las calles Metz y Pargaminieres. En toda esa área hay infinidad de bares donde tomar algo mientras se ve un partido del deporte más seguido aquí, el rugby. Así como hay numerosos restaurantes para cenar. ¿Qué? Lo que se desee, desde los platos típicos de Francia hasta locales con los aromas más variados y lejanos: currys, pizzas, sushi, burger…, y por supuesto también se puede optar por los sabores de la gastronomía hispana. Lo dicho, Toulouse, una escapada para sentirnos casi, casi como en casa.

Toulouse

Para conocer la ciudad hay que caminar sin prisa por sus calles y plazas