Qué hacer en Andorra cuando llega el otoño
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El Principado propone muchos planes antes de la llegada de la temporada de esquí
¿Te apetece una escapada por Europa?, aquí tienes varias opciones a elegir
Cuenta la leyenda que Andorra la fundó Carlomagno en el año 805 para defender la frontera francesa de los sarracenos. La realidad es que es un lugar especial, genuino y con mucho orgullo. Y no podía ser de otra manera si tenemos en cuenta que es el sexto país más pequeño de Europa y que está rodeado por dos grandes estados como España y Francia.
Con sus 468 kilómetros cuadrados, su tamaño es menor que el de Madrid. Pero, como se suele decir: “el buen perfume se vende en frasco pequeño”. Y es cierto. Situado en un rincón de los Pirineos orientales, es famoso por sus magníficas estaciones de esquí.
Sin embargo, ahora, cuando está a punto de finiquitarse el verano y su paisaje todavía no se ha cubierto del espeso manto blanco, Andorra sigue exprimiendo su territorio al máximo. Si tienes pensado escaparte un fin de semana o unos días (hay varios puentes durante el último trimestre del año), es un viaje muy recomendable, está cerca y ofrece muchísimos planes para pasarlo en grande:
Dar la vuelta a Andorra por el GRP
Andorra cuenta con la superficie esquiable más grande de los Pirineos. Las estaciones de Grandvalira y Vallnord suman 3.075 hectáreas y 284,5 kilómetros de pistas. Pero eso ocurre en invierno. Antes o después, las montañas siguen ahí, majestuosas, verdes, repletas de posibilidades. Hay que pensar que el 90% de la superficie del país es territorio forestal y tiene tres parques naturales: Valle de Sorteny, Madriu-Perafita-Claror y el de los Valles del Comapedrosa.
Por eso, una esplendida opción en otoño, es caminar por esas montañas y dormir en uno de sus varios refugios. El GRP, por ejemplo, es un recorrido muy aconsejable, ya que da la vuelta entera al país en 120 kilómetros. Se suele hacer en 7 etapas, pero eso depende del nivel de cada uno y del tiempo disponible.
Hay un tramo muy interesante que pasa por la Vall de Madriu, Perafita i Claror, que es el último valle virgen de Andorra y que fue declarado patrimonio natural de la humanidad en el 2004 debido a su estado de conservación, pues no existen carreteras ni pistas, sólo ríos, bosques y naturaleza en estado puro. A parte, hay lagos de alta montaña como el Tristaina y montes de 2.942 metros de altura como el Campedrosa, el techo del país.
Buscar setas en el Tomb de les Neres
Y aprovechando que vamos en otoño, hay que pensar en setas, ya que es un plan que une varios planes al mismo tiempo: caminar por el campo, la diversión de cazar hongos y, por supuesto, el placer último de comérselos. Para ello, se ha creado recientemente una ruta de 8 kilómetros llamada el Tomb de les Neres, cuyo camino pasa por el Bosc de la Tosa, la Font del Mallol en la Massana, solana de Encamp y Ordino. Es muy fácil, apto para todos los públicos, en el que se pueden hallar todo tipo de setas, como los rebozuelos, níscalos, neguillas, rovellons y el conocidísimo sombrero.
Pero, como decía, después del esfuerzo, hay que probarlas. Para ello, es importante destacar las jornadas gastronómicas que se celebran en La Massana entre el 1 y el 31 de octubre, una iniciativa en que diversos restaurantes de la zona ofrecerán al visitante menús con productos de cercanía. Algunos platos aconsejables son la crema de boletus o el rissoto con ceps de Pal. En definitiva, para chuparse los dedos.
Ir a ver arte impresionista
Sí, sí, aunque suene extraño, hay una recomendable oferta museística en este Principado. En marzo de 2017 se inauguró el nuevo museo Carmen Thyssen en la planta baja del antiguo hotel Valira de Escaldes-Engordany. Sólo el edificio ya merece una visita por sí solo, puesto que es uno de los referentes de la arquitectura de granito que caracteriza el estilo de construcción andorrano. Es un plan que encaja perfectamente a cualquiera al que le guste el arte, ya que ofrece exposiciones temporales durante los próximos meses y piezas de maestros del impresionismo francés y norteamericano, del modernismo catalán, del fauvismo, de cubismo o del expresionismo alemán, entre otros, pertenecientes a la colección de la insigne baronesa.
Divertirse en familia
Si a un niño le preguntas que te describa donde le gustaría viajar, seguramente el lugar imaginado se parecería mucho a Andorra. Para empezar, el escenario es muy apropiado: naturaleza, aire libre y un enorme espacio para correr y saltar. Pero es que además cuenta con un par de sitios para visitar que un niño jamás rechazará. Naturlandia y la tirolina más larga de la Península. Aventura y diversión a tope garantizadas. Un planazo familiar en toda regla.
En cuanto a Naturlandia, ya no es únicamente por el Tobotronc, su atracción estrella, un tobogán con más de 5 kilómetros de longitud que desciende la montaña salvando un desnivel de 400 metros, sino por su parque de animales, donde conviven varias especies en su hábitat natural. Hay por ejemplo un sector para los osos pardos y otro para herbívoros como el ciervo, el corzo o los gamos. Además, por otro lado, en el Magic Park Canillo de Grandvalira, se puede uno lanzar desde la tirolina más larga de los Pirineos – desde Planells al lago del Forn - con 550 metros de distancia, desde 40 metros de altura y con la que se alcanzan los 80 kilometros por hora.
Comer en una auténtica borda
Hacer un viaje y no catar la gastronomía de la zona es un pecado. Y en Andorra es especialmente grave, y la razón es que es que el cómo y dónde comer pertenece a una tradición muy arraigada entre sus habitantes. Es una seña de identidad que se representa en las antiguas “bordas”, casas tradicionales de alta montaña, en general a las afueras de los pueblos, cuya misión era almacenar los aperos de labranza, el heno o el grano, y dar cobijo a los animales. Las más antiguas datan del siglo XVI. Para que hacerse una idea, son una especie de pazo o de caserío, pero en versión andorrana.
De hecho hay un itinerario formado por 25 de ellas, que han sido transformadas y renovadas como restaurantes, donde se sirve la cocina de siempre y con productos de primera calidad. Es una experiencia que, en cierto modo, te sumerge en la historia rural de este entrañable país. Ha sido una forma de conservar los sabores del pasado. Para el que le interese, una de las bordas más interesantes es el Molí des Fanals, en La Massana, donde se pueden degustar platos exquisitos como la crema de cebolla, los pies de cerdo con setas -una sugerencia para este otoño, por cierto-, las albóndigas con sepia o el pollo de corral con cigalas.
La ruta del ferro
La historia de Andorra tiene bastantes peculiaridades. Una de ellas es cuando no existía ninguna clase de turismo. No habían tiendas, ni Caldea, ni si quiera esquiadores. Fue un tiempo que transcurrió entre los siglos XVII y XIX. Una época en la que mandaban las minas de ferro (de hierro en castellano). Era el negocio del momento. Pero debido a la competencia de la siderurgia del Cantábrico, los andorranos tuvieron que darle una vuelta al timón, abandonar el hierro, y adaptarse a los nuevos tiempos.
Sin embargo, este periodo ha dejado huella. Y se puede seguir andando. Esta ruta histórica-cultural parte de la mina de Llorts (de 30 metros de profundidad), en Ordino, y, después de una caminata de 2 horas, desemboca en la iglesia de Sant Martí de la Cortinada. Era el viejo camino que hacían los carreteros para atravesar el valle del río Valira de sur a norte cargando el hierro desde la mina hasta las fraguas. En cierta manera, se trata de una exposición al aire libre, donde se pueden contemplar desde restos abandonados, edificaciones o figuras de arte.
‘Shopping’ en Andorra la Vella
Andorra sigue siendo un destino de compras. En Andorra la Vella, la capital, cuenta con más de 2.000 tiendas y comercios. Y, aunque los precios ya no son tan bajos como en el pasado, aun es posible encontrar chollos irresistibles, especialmente en productos como el alcohol y el tabaco, los productos de farmacia, chocolates y dulces, perfumería, electrónica y tecnología y gasolina (lejos de la frontera, los precios son más atractivos).
Sorprende la cantidad de vías comerciales que cruzan esta pequeña ciudad. La calle principal es la Avenida Meritxell, que se puede recorrer a pie: Mirando escaparates, en un paseo la mar de agradable.
Jugar a golf a 2.250 metros
El Grandvalira Golf Soldeu, situado en el Pla de Espiolets, es el campo de golf más alto de Europa. Tanto es así que, para jugar desde el primer tee es necesario ascender en un telecabina. Toda una experiencia. Además, está muy bien considerado por los expertos no sólo porque lo diseñó el prestigioso arquitecto británico Jeremy Pern (especialista en la materia), quien además respetó el marco natural del entorno, sino porque la singularidad orográfica hace que la bola tenga menor resistencia y que, por lo tanto, los golpes largos sean más fáciles. Eso permite que sus 9 hoyos se adapten a los niveles más amateurs.
Desestresamiento total
Y como última experiencia en Andorra, después de subir y bajar montañas, comer, entretener a los niños e ir de compras, merece la pena compensar ese esfuerzo titánico con una agradable sesión de relax. Puedes optar por una fórmula divertida a base de hidromasajes, camas de burbujas, baños islandeses, pediluvios calientes y fríos, saunas a 85º, o por una fórmula de relax, con un amplio repertorio de masajes: con flores de Bach, tailandeses, ayurvédicos, peelings o exfoliación al cacao... La cuestión es ahuyentar el estrés.
Y es que gracias al emplazamiento sobre una gran bolsa de aguas termales, en 1994 se puso en pie Caldea, uno de los mejores y más grandes centros de termoludismo de Europa -36 mil metros cuadrados-, situado en Escaldes-Engordany. Tal vez sea el complemento perfecto para un terreno hecho para el deporte, el esquí en invierno y el senderismo en verano. Hay que tener presente que en el Principado existen 23 fuentes naturales de aguas medicinales que, al emanar a la superficie, alcanzan los 70º. En la actualidad Caldea es ya parte del paisaje andorrano. Es un spa en su máxima expresión, donde el estrés no tiene cabida. Es como la catedral del bienestar.