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El conquistador más olvidado de América

Grandes viajeros

La historia del explorador portugués Francisco César y la leyenda de la ciudad de oro de la Patagonia

Boceto de Manuel Castellano (1826-1880) sobre la llegada de los españoles a América. © Biblioteca Nacional de España

Ninguna historia refleja mejor la fascinación y la codicia que América despertó entre los españoles que la leyenda de la ciudad de los Césares. Desde el siglo XVI y hasta casi el XIX, numerosos exploradores anduvieron sin éxito en pos de este rincón perdido de la Patagonia.

No era para menos. Se decía que sus calles estaban empedradas con esmeraldas, que los techos de las casas eran de oro y las paredes, de plata. La creencia en este lugar mágico nació gracias al aventurero Francisco César, uno de los más olvidados de la epopeya de América.

El relato de Francisco César, que hablaba de una inmensa ciudad llena de tesoros, hizo crecer el mito de un nuevo Eldorado”

José María González Ochoa(Autor de ‘Quién es quién en la América del Descubrimiento’)

La fuerza subyugadora de la ciudad de los Césares, así llamada en honor de Francisco César, fue tan grande como la de otros mitos de la conquista. Sus riquezas imaginarias rivalizaron con las del Eldorado. O con la fama de las aguas milagrosas que según algunos buscó infructuosamente en Florida Juan Ponce de León.

Disney ha contribuido a agrandar los ecos de la fuente de la eterna juventud, capaz de transformar a ancianos en jóvenes vigorosos. La cuarta de las cinco entregas de Piratas del Caribe tiene como eje esta historia. Una empresa familiar de Florida gestiona desde hace casi medio siglo un parque que recrea la búsqueda de Ponce de León (16 euros por persona, con derecho a todos los vasitos de agua que quiera el visitante).

El parque de la Fuente de la Juventud, en Florida. Fountain of Youth Archaeological Park

Eldorado se mantiene vivo en el imaginario colectivo y en el lenguaje popular, sin necesidad de películas ni ganchos turísticos. Sin embargo, menos suerte ha tenido la ciudad de los Césares, que hoy ha caído en el olvido a pesar de que durante años y años fue otra de las grandes fábulas del Nuevo Mundo.

La génesis de esta leyenda se debe a uno de los autores menos recordados de la conquista de América. De Francisco César no sabemos de forma fehaciente ni su localidad natal ni su año de nacimiento. Fue un portugués al servicio de la corona de España, como otro ilustre paisano, Magallanes, cuyo nombre ha pasado a la posteridad junto al de Juan Sebastián Elcano y la gesta de la primera circunvalación del mundo.

Magallanes. © Museo Naval de Madrid

Lo único indiscutible es que Francisco César murió en 1538 en una de sus exploraciones en Sudamérica, poco después de consolidar los asentamientos de Antioquía y el Valle del Cauca. No era su primera aventura. Diez años antes, participó en la expedición de Sebastián Caboto al Río de la Plata y en la búsqueda de la mítica sierra de la Plata, donde se creía que había minas tan ricas como las de Potosí (de ahí la expresión vale un Potosí).

En 1528, con catorce hombres (o muchos menos, según las fuentes) buscó durante tres meses estas fabulosas riquezas argénteas. No las encontró, pero a su regreso le habló a su comandante (quizá para justificar su fracasado vagabundeo) de una ciudad llena de tesoros. No queda claro si él la vio o si sólo le hablaron de ella los indígenas. De ser así, Francisco César podría haber sido víctima de la misma tomadura de pelo que sufrieron otros expedicionarios.

Monumento a Cabeza de Vaca en Houston (Texas). Vía Twitter

Álvar Núñez Cabeza de Vaca, por ejemplo, también fue un ingenuo que creyó o un desesperado que quiso creer. Su espejismo era otra ciudad de oro, Cibola. Cabeza de Vaca protagonizó un épico viaje a pie de Florida a California. Fue el primer europeo que vio las cataratas de Iguazú y que pisó Texas. Los indios con quienes se cruzó le decían que en Cibola había muchas riquezas, pero la ciudad estaba más allá, siempre más allá. Lejos. Sólo querían que se fuera cuanto antes.

La odisea de Francisco César fue más modesta, pero merecería ser más recordada. El manuscrito que entregó a Sebastián Caboto se ha perdido, pero con los años creció la fama de lo que dijo o vio. O de lo que creyeron que dijo o vio quienes interpretaron sus palabras. Nació así la leyenda de la ciudad de los Césares, en un lugar ignoto de la Patagonia, en la cordillera de los Andes, entre Argentina y Chile.

El libro de la doctora Bernand. Foto: M. Martín

El nombre de ciudad de los Césares era un guiño indisimulado a su descubridor. Los césares eran los indígenas de aquellas tierras, que otros llamaron Trapalanda. La llamasen como la llamasen, los españoles se imaginaron que los habitantes de esta ciudad tenían tanto oro y plata que no les daban valor.

Hace tiempo que la ciudad de los Césares dejó de ser el objeto de deseo de los exploradores, pero aún lo es para los etnógrafos e historiadores. La última en recordarla por ahora ha sido la antropóloga Carmen Bernand, autora de una reciente y monumental Histoire des peuples d’Amérique (publicada este año por la editorial Fayard y de momento no traducida al castellano).

Hija de republicanos españoles, nacida en París y criada en Buenos Aires, la doctora Bernand (Muñoz, de soltera) fue alumna de Claude Lévi-Strauss. Su obra recuerda que la leyenda creció y que algunos sostenían que los césares “eran en realidad españoles supervivientes de un naufragio”. Todas las expediciones para encontrarlos (a ellos y a sus riquezas) fracasaron.

Uno de estos expedicionarios fue el jesuita italiano Nicolás Mascardi, que recorrió la Patagonia. En 1672 creyó haber encontrado lo que buscaba. Unos nativos le hablaron de una gran ciudad. Falleció un año después, a raíz del ataque de otras tribus de los Andes. Estaba convencido de que por fin estaba tras la pista correcta. Murió sin saber que esa gran urbe de la que le hablaron y que él tomó como la ciudad de los Césares “no era más que el eco deformado de Buenos Aires”.

La Patagonia es a la ciudad de los Césares lo que la isla chilena de Mocha a 'Moby Dick' o lo que el archipiélago de Juan Fernández a 'Robinson Crusoe'”

Carmen Bernand(Antropóloga e historiadora)

Este artículo forma parte de una serie de reportajes sobre mujeres y hombres de todo el mundo, célebres por sus experiencias viajeras.