Una escala (corta e intensa) en Hong Kong
El tiempo es oro
Excursión relámpago por los alrededores del aeropuerto internacional de Hong Kong
Más de 72 millones de personas pisan cada año el aeropuerto internacional de Hong Kong, y muchas de ellas sólo pasan allí unas pocas horas esperando la conexión entre vuelos que unen Asia con Europa, América y Oceanía.
Es cierto que se trata de un aeródromo moderno, de ambiente acogedor y con el sello inconfundible de los diseños de sir Norman Foster, pero no deja de ser un espacio funcional, aséptico y tan aburrido como el resto de aeropuertos del mundo. Así que con el fin de aliviar esas largas esperas se puede aprovechar para descubrir algunos de los encantos hongkoneses.
Hasta la apertura del actual aeropuerto en 1998, los aviones llegaban a una pista sobre las aguas de la famosa bahía Victoria. Eran despegues y aterrizajes de lo más arriesgado y, ¡todavía estremecen las viejas fotos con gigantescos jumbos sobrevolando los rascacielos! Sin embargo, la ubicación invitaba a transformar las escalas en un paseo por los lugares más emblemáticos de la isla de Hong Kong y la península de Kowloon.
En cambio, el aeropuerto proyectado por Foster and Partners se encuentra en una isla artificial a unos 40 kilómetros del epicentro de Hong Kong. Pero dado el denso tráfico, puede costar una hora mínimo llegar hasta lugares como la zona comercial de Nathan Road o la vieja Torre del Reloj junto a los muelles de Victoria Harbour. De modo que para aprovechar el tiempo de la escala, hay opciones más cercanas.
Dos puentes unen las terminales del aeródromo con la isla de Lantau, la más extensa del territorio hongkonés. De manera que en 5 minutos de taxi se llega hasta el área de Tung Chung, donde hay hoteles, restaurantes, centros comerciales, estación de bus, de metro y también el punto de partida de uno de los teleféricos más impresionantes del mundo: el Ngong Ping 360.
Este teleférico nos propone cabinas, algunas de suelo vertiginosamente transparente, para hacer un recorrido aéreo de 8 kilómetros. Un itinerario que muestra los contrastes que esconde Hong Kong, tierra de bosques y montañas junto al mar, y donde cualquier espacio es susceptible de ser ocupado por una megaconstrucción de altura alucinante, la cual posiblemente se levantó con obreros trabajando sobre artesanales andamios de bambú.
En total son 25 minutos de trayecto espectacular en el que se contemplan las aguas del mar de China Meridional, el aeropuerto y también el punto más alto de Hong Kong, el Lantau Peak con casi 1.000 metros de altura, accesible a pie gracias a un sendero que se otea desde la cabina del teleférico. Y conforme avanza el recorrido se distingue en la lejanía el lugar de desembarque, el Ngong Village, preludio de un enorme Buda sentado en el punto más elevado de la montaña.
El Ngong Village es algo absolutamente artificial y creado en exclusiva para los turistas que llegan en el teleférico. Es una calle repleta de tiendas de souvenirs. Si uno es fan de comprar algo en todos los países que pisa, es un buen lugar donde hacer uso de la tarjeta. Pero si no es así, basta con dar un paseo hacia el Gran Buda Tian Tan que domina la perspectiva.
Desde la parte baja ya se pueden apreciar las descomunales dimensiones de esta escultura de bronce, que con 34 metros de altura es la mayor en su género de toda Asia. Si bien es recomendable estirar un poco las piernas y subir los 269 escalones que llevan hasta la base de la figura. Desde ese punto se posee una buena perspectiva de las montañas del entorno, así como del vecino monasterio de Po Lin, al que si se desea se puede hacer una visita antes del regreso al comercial Ngong Village.
También se ve un aparcamiento de buses. Desde allí se puede reemprender la vuelta, si el tiempo de la escala se va agotando. Aunque si todavía se dispone de un par de horas más, es posible tomar un bus hasta la vecina aldea pesquera de Tai O.
En unos minutos se desciende hasta este pintoresco pueblo, en el que llaman la atención sus puestos con calamares y pescado secado al sol. Así como es imposible no fotografiar las viejas viviendas de los pescadores elevadas mediante postes de madera sobre las marismas. Una estampa de rusticidad en las antípodas de la imagen tópica y rutilante de la ciudad de Hong Kong, tan cercana y tan lejana al mismo tiempo de este lugar. Y que por el momento habrá que visitar en otra ocasión, ya que el tiempo de la escala en la excolonia británica se acaba. Así que es el momento de tomar un ferry en el propio Tai O, para ir volviendo al aeropuerto y proseguir el viaje.