La exploradora secreta del polo Norte
Grandes viajeras
Josephine Diebitsch, que vivió entre los inuit, fue una pionera de la etnografía y las aventuras árticas
El nombre de Josephine Diebitsch debería ocupar más de un capítulo en la enciclopedia de las legendarias expediciones al Ártico. La historia de la humanidad no es sólo la historia de los hombres, aunque todavía no se haya hecho justicia a muchas grandes mujeres. Josephine Diebitsch (1863-1955) es una de ellas: la exploradora secreta del polo Norte.
También fue una pionera de la etnografía. Gracias a sus libros conocemos las costumbres y hábitos de vida en uno de los rincones más inhóspitos del planeta. Vivió entre las gentes de aquellas tierras, los inuit, los mal llamados esquimales (un insulto que en la lengua del pueblo más septentrional de la tierra significa los que comen carne cruda).
Quizá su nombre no diga nada al lector. La cosa cambia si se le añade su apellido de casada: Josephine Diebitsch Peary. Incluso los legos en la materia identifican los nombres de los grandes héroes de los desiertos helados. Robert Peary y Frederick Cook en el polo Norte. Y Roald Admundsen y el malogrado Robert F. Scott en el polo Sur.
Pero Josephine Diebitsch fue mucho más que la esposa de Robert Peary, el más que discutible conquistador del polo Norte. Lo que es indiscutible es que sus éxitos, sean los que sean, también le corresponden a ella. Así lo refleja una película apasionante de Isabel Coixet, Nadie quiere la noche , del 2015 y con Juliette Binoche en el papel principal.
Hija de inmigrantes prusianos, Josephine Diebitsch trabajaba en la Smithsonian Institution cuando conoció a su futuro marido. Para entonces ya personificaba la expresión mano de hierro en guante de seda. Gracias a su brillantez logró algo revolucionario: que su salario fuera el mismo que sus compañeros masculinos. Más revolucionario resultó incluso su decisión de acompañar a su esposo en dos de sus primeras expediciones árticas.
El anuncio de que viajaría con él a Groenlandia en 1891 causó sorpresa. La puritana sociedad de la época consideraba indecente que una recién casada compartiera durante 13 meses una exigua cabaña de madera con su marido y cinco hombres más, el resto de expedicionarios.
Por cierto, entre aquellos cinco hombres había dos muy especiales. Uno era Matthew Henson, descendiente de esclavos y el primer afroamericano del Ártico. El otro era el doctor Cook, que más tarde coprotagonizaría una insólita guerra por la conquista del Polo Norte junto al propio Peary.
Cook reivindicó la conquista del polo Norte magnético un año antes que su excompañero, aunque poco después se dijo que la expedición del primero se quedó muy lejos de su objetivo. Todo el mérito recayó entonces en el mucho más mediático Robert Peary. En la actualidad, sin embargo, también hay muchas dudas de que él llegase.
Lo que nunca nadie le arrebatará es el mérito de haber demostrado que Groenlandia es una isla, y no una península unida al Ártico, como algunos creían en el siglo XIX. La verdad hubiera tardado más en saberse de no haber sido por Josephine Diebitsch. A mitad de la travesía, el 11 de julio de 1891, Robert Peary se rompió una pierna en el buque que lo trasladaba al gran norte.
Hubo quien sugirió que la expedición diera media vuelta. Ella puso el grito en el cielo y dijo que su marido se repondría antes de seis meses. Tiempo más que suficiente, añadió, ya que la aventura duraría más de un año. Y así fue. El 4 de mayo de 1892, ya recuperado, Peary inició una de las exploraciones más exitosas de su vida.
Mientras comenzaba la odisea de 93 días que demostró que Groenlandia es la isla más grande del mundo, ella no se limitó a quedarse como una Penélope en el campo base, en la bahía McCormick. Entre otras cosas, nos regaló una maravilla: Diario ártico (un año entre los hielos y los inuit) . La editorial La línea del horizonte lo acaba de publicar, con un lúcido prólogo de Javier Cacho.
La obra delata la pasión de la autora por el paraíso blanco. Aunque algunas de sus observaciones sobre los inuit resultan hoy políticamente incorrectas, le conmovió su durísimo modus vivendi. En especial, el pibloktoq, la histeria del Ártico , que afectaba mayoritariamente a las mujeres.
No era casual que ellas fueran víctimas propiciatorias de este mal. Sometidas a tratos brutales por sus maridos, las mujeres que enviudaban con hijos pequeños se veían obligadas a cometer infanticidios. Era la ley del hielo, la única forma de seguir adelante: solas y con un niño pequeño se reducían sus posibilidades de sobrevivir en un entorno tan hostil. Por eso, a medida que las conoció, la visión de la exploradora sobre las aborígenes se endulzó.
Si su primer viaje a Groenlandia causó recelos, ¿qué decir del segundo, estando embarazada? Josephine Diebitsch fue la primera mujer que dio a luz tan al norte de la civilización . La primera mujer blanca, se sobreentiende. Su hija se llamó Marie Ahniguito (un nombre compuesto en honor a una inuit). No fue el único hijo por aquellas latitudes de Peary, que en otra de sus expediciones dejó embarazada a una joven nativa con la que se emparejó.
Un dato retrata a Josephine Diebitsch. Cuando la madre de ese pequeño enfermó, se aseguró de que si moría (cosa que por fortuna no sucedió), le entregaran el niño para que no sufriera la terrible ley del hielo. El amor por su marido infiel ya nunca fue el mismo, aunque tuvo con él otro hijo y siempre defendió su memoria. Le sobrevivió más de tres décadas. Él murió en 1920; ella, en 1955.
La historia aún no la ha puesto en sitio. Cuando lo haga, habrá que hacer lo mismo con otras mujeres, las parias entre las parias.
Mujeres tan o más valientes que Josephine Diebitsch, pero mucho más anónimas que ella porque no eran blancas.
Mujeres como Tookymingwah, Mané, Tngwingwah o M’gipsu, de las que la exploradora secreta del polo Norte habla en su libro.
Ellas son las verdaderas exploradoras y conquistadoras del Ártico. Las mujeres inuit.
Mi padre nunca hubiera alcanzado el polo Norte si no hubiera sido por mi madre”
Este artículo forma parte de una serie de reportajes sobre mujeres y hombres de todo el mundo, célebres por sus experiencias viajeras.