Loading...

El Cañón del río Lobos, un enigma templario

Lugares

Protegido como parque natural, el valle atesora una gran población de aves rapaces y desconcertantes vestigios de la orden del Temple

Parque natural del Cañón del río Lobos

surogati / Getty Images/iStockphoto

Monjes-guerreros, guardianes de saberes ocultos, buscadores de tesoros, usureros, herejes... Es difícil discernir qué hay de fabulación y cuánto de realidad en torno a los templarios. La orden se creó en 1118 en Tierra Santa con el propósito formal de proteger los santos lugares y a los peregrinos que acudían a visitarlos. Durante casi dos siglos, sus miembros se consagraron al combate, la oración y los negocios con equitativo entusiasmo.

Se cree que el Temple llegó a contar con 30.000 caballeros bajo su disciplina. La prosperidad les granjeó enemigos feroces, que los acusaron de interesarse más por el lucro y el poder político que por la defensa de la fe. Finalmente, el Papado disolvió la orden en 1312. El último gran maestre de los templarios, Jacques de Molay, murió en la hoguera dos años después.

Retrato de Jacques de Molay, el último gran maestre de los templarios, vestido con túnica blanca

François Fleury-Richard / Wikimedia Commons

Los templarios acumularon multitud de propiedades, más de nueve mil, muchas de las cuales estaban en la península Ibérica. Algunas de esas posesiones peninsulares tenían funciones bélicas, estaban en el frente de batalla contra Al-Andalus, pero otras se hallaban en la retaguardia cristiana, carecían de utilidad militar conocida.

Una de las más singulares se oculta en el confín occidental de la actual provincia de Soria, dentro de una profunda y escarpada garganta, tallada por el río Lobos. Un centenar de parejas de buitres leonados anidan hoy en ese acantilado calizo, que comparten con águilas reales, culebreras y perdiceras, azores, milanos o alimoches.

Fuera de la temporada turística, un silencio sepulcral señorea aún los bosques de ribera que arropan el curso de agua, así como unas masas de sabinas y de pino laricio donde se agazapan corzos, jabalís, tejones o gatos monteses.

En 1985 fue declarado parque natural

Además de ser paisajísticamente delicioso, el lugar tiene un enorme valor ecológico. Esa importancia impulsó su declaración como parque natural en 1985, cuando fue una de las primeras zonas salvaguardadas en Castilla y León. La protección abarca los más de 20 kilómetros del cañón y también su zona de influencia; en total, 10.202 hectáreas a buen recaudo.

El acceso más común a la reserva es desde el pueblo de Ucero, en el km 16 de la carretera SO-920 que comunica El Burgo de Osma con San Leonardo de Yagüe. Allí se encuentra la casa del parque del Cañón del río Lobos, un centro de interpretación instalado en un antiguo molino.

Una pista de tierra penetra un trecho en la garganta antes de extinguirse. Desde allí se continúa a pie por una senda paralela al río. Quienes solo pretenden un contacto ligero con el espacio, suelen seguir la senda hasta la ermita de San Bartolomé, una bonita iglesuela románica del siglo XIII, testimonio de la presencia templaria en el desfiladero. Es muy cuca, pero no esclarece el interés de la orden del Temple por un andurrial tan recóndito.

Hermitage de San Bartolomé

JavierGil1000 / Getty Images/iStockphoto

Un estudioso del conocimiento heterodoxo, Juan García Atienza, aportó una explicación audaz en la década de 1970, al divulgar la equidistancia del templo con los cabos de Fisterra (Finisterre) y Creus, los dos confines del norte peninsular. La hipótesis no desveló cómo podían los templarios saber ese hecho en la edad media, sobrentendiendo supuestos conocimientos arcanos de la orden.

Dicha teoría se complementa con la creencia que los templarios se interesaban por antiguos «lugares de poder» de los tiempos precristianos, parajes donde tradicionalmente se rindió culto a las deidades de la naturaleza. Precisamente, una laberíntica maraña de cuevas, grutas y simas se abre en los acantilados que guarecen la ermita.

Acantilados y cuevas en el cañon del río Lobos

Photitos2016 / Getty Images/iStockphoto

Se ha verificado su uso ritual en tiempos remotos. Las cavidades en la tierra desempeñaron un papel protagonista en los cultos a diversas diosas, como la griega Gea (Gaia) o la fenicia Astarté (Ishtar). Creencias y devociones al margen, podemos garantizar que varias cuevas del Cañón del río Lobos ofrecen armoniosas perspectivas de la ermita de San Bartolomé, muy adecuadas para los aficionados a la fotografía.

Acabada la visita, se puede regresar a la casa del parque o seguir explorando la garganta

Acabada la visita al templo, una decisión apremia: dar media vuelta y regresar a la casa del parque, completando una excursión que habrá durado unas dos horas; o perseverar en la exploración de la garganta. La segunda opción obliga a elegir alguno de los caminos existentes. Hay quince señalizados.

La ruta más ambiciosa es la llamada Senda del Río, que tiene 24 km de longitud, recorre la garganta completa y acaba en el pueblo de Hontoria del Pinar. La senda remonta el curso del río Lobos, cuyas aguas están tan limpias que las exigentes nutrias las han adoptado como hogar.

Caminos en el parque natural del Cañón del río Lobos

surogati / Getty Images/iStockphoto

Juguetón, el río desaparece en algunos tramos, engullido por sumideros, para reaparecer un trecho después, tapizado por vistosos nenúfares. Más allá del puente de los Siete Ojos —donde hay la única salida intermedia—, el cañón se estrecha y escarpa, aumentando aún más, si cabe, su espectacularidad. Un puente romano marca el final del recorrido, ya en territorio burgalés.

Sin alejarse del Cañón del río Lobos, se pueden hacer otras visitas con mucho interés. Dentro de la misma comarca de Pinares, a caballo entre Soria y Burgos, hay pueblos tan bonitos como Covaleda o Vinuesa. También cercano está El Burgo de Osma, con una catedral románica del siglo XIII.

Sin alejarse del cañón, se pueden visitar pueblos muy bonitos