Tierra de hidalgos y caballeros, Extremadura tiene ínfulas linajudas. Durante la baja edad media, la región se consagró a la ganadería extensiva, basada en las vastas propiedades y en la escasa ocupación laboral. Mientras hubo Reconquista, la población tuvo una válvula de escape en la guerra, hasta que la liquidación del reino nazarí de Granada acabó con ese modo de vida: los desmovilizados caballeros, escuderos y criados regresaron a sus hogares con preocupantes expectativas de futuro. O sin ninguna. Por suerte para ellos, la conquista de América les deparó una nueva oportunidad de enriquecimiento y gloria, y hasta de promoción social.
Uno de los centros políticos de la época fue la villa cacereña de Trujillo, que a principios del siglo XVI tenía unos dos mil habitantes y era capital de provincia. El descubrimiento de América cambió su historia: en pocas décadas, más de medio millar de trujillanos se liaron la manta a la cabeza y surcaron el Atlántico en pos de aventuras y tesoros.
Su rastro se sigue fácilmente, ya que fundaron nuevas Trujillo en los actuales territorios de Perú, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Chile, México, Nicaragua, Guatemala, Honduras... Muchos volvieron a su tierra ennoblecidos: 76 trujillanos ostentaban el título de “hidalgos” en 1557, concedido por sus servicios a la Corona en ultramar. Algunos regresaron, además, ricos, erigiendo mansiones y palacios en su villa natal.
En la plaza Mayor se encuentra el palacio del Marqués de la Conquista
El más célebre de los exploradores trujillanos fue Francisco Pizarro, el porquerizo analfabeto que se apoderó del imperio Inca. Agasajado como marqués de la Conquista por sus logros, una estatua ecuestre en bronce honra su memoria en la plaza Mayor de la ciudad. La creó el escultor estadounidense Charles Rumsey, y está junto al plateresco palacio del Marqués de la Conquista, construido por Hernando Pizarro, hermano de Francisco.
Un balcón esquinado del edificio exhibe los bustos de Francisco Pizarro y su esposa inca Inés Huailas Yupanqui, y los de Hernando Pizarro y Francisca Pizarro Yupanqui, su cónyuge y sobrina, cuarenta años más joven que él.
El interior conserva numerosos esgrafiados con temas indianos y zoológicos, reproducciones de animales propios de las selvas suramericanas. El artesonado muestra símbolos vinculados a la mitología incaica, así como rostros ataviados con plumas y dilatadores de orejas, atributos del poder real entre los incas.
Otra visita relacionada con Pizarro es la de su casa-museo, en la plaza de Santa María. Aquí nacieron su padre, Gonzalo Pizarro ‘El Largo’, y todos sus hermanos. La casa-museo se ha distribuido en dos ambientes: la planta baja recrea una vivienda de hidalgo español del siglo XV; y el primer piso exhibe una muestra sobre la vida y la obra del conquistador. La mayoría de las piezas expuestas son originales, aunque también hay réplicas de buena calidad.
El segundo gran explorador trujillano fue Francisco de Orellana, el primer europeo que vio y descendió el río Amazonas. Su casa natal es un edificio histórico del siglo XV, hoy reconvertido en hotel.
Santa María La Mayor acoge los sepulcros de conquistadores, hidalgos y nobles
Quien desee contemplar el rostro de Orellana, encontrará su busto en bronce en la iglesia de Santa María La Mayor. El templo se inició tras la conquista de Trujillo por los cristianos en 1232, pero los últimos retoques son ya del siglo XVIII. Merecen un vistazo atento el coro renacentista, de Sancho de Cabrera, y el retablo mayor, del pintor gótico Fernando Gallego. Santa María La Mayor acoge los sepulcros de diversos conquistadores, hidalgos y nobles locales.
Los exploradores y conquistadores trujillanos frecuentaron los matrimonios entre sus linajes, creando así una especie de ‘aristocracia’ particular, bastante endogámica, circunscrita a quienes guerrearon en América. Un representante de esa casta fue Juan Pizarro Orellana, el primer corregidor de la ciudad de Cuzco, quien, de vuelta a Extremadura, encargó la construcción de un palacio a los arquitectos Alonso y Francisco Becerra durante la segunda mitad del siglo XVI.
Con el tiempo, el edificio acogió la casa de Contratación, donde los viajeros se inscribían para emigrar a América. También dio albergue a Miguel de Cervantes en 1582, cuando viajaba desde Portugal hacia Madrid. En la actualidad aloja a una comunidad de monjas, pertenecientes a la Congregación de Hijas de la Virgen de los Dolores.
En la plaza Mayor se encuentra el palacio Ducal de San Carlos , construido sobre una antigua fortaleza visigoda. Llaman la atención la fachada renacentista y el patio interior, con columnas jónicas. El edificio encarna la alianza entre otros dos linajes, los Vargas y los Carvajal, a quienes se premió con el ducado de San Carlos y la grandeza de España. Desde 1960, el palacio es un convento de las religiosas de la Concepción Jerónima.
En la misma plaza está la iglesia de San Martín, donde trabajó el joven trujillano Francisco Becerra. Con el tiempo marcharía a América, donde se le consideró ‘el mejor arquitecto que llegó en el buen tiempo de la arquitectura española’. Su talento, ya maduro, se exhibe a mansalva en la mexicana catedral de Puebla, y en Perú, donde construyó las catedrales de Lima y de Cuzco.
En el portal alto de la plaza y junto a otras casas nobles, sobresale la mansión de los Chaves-Orellana, también llamada Casa de la Cadena. Este nombre responde a la cadena que pende del dintel de la puerta, y que testimonia la estancia de Felipe II en marzo de 1583. Esa hospitalidad le valió al edificio el derecho de asilo, privilegio por el que un perseguido podía ponerse bajo la protección del señor de la casa; mientras permaneciera en esta, la Justicia no lo podía prender. La fachada exhibe los escudos de los Chaves (cinco llaves) y de los Orellana (diez monedas).
La fachada exhibe los escudos de los Chaves (cinco llaves) y de los Orellana (diez monedas)
Si la plaza Mayor concentra muchos monumentos, la muralla árabe hilvana otros. Son construcciones adosadas al adarve, edificios que aúnan las funciones defensiva y residencial, macizos, con unas torres que las cigüeñas vivifican cuando llega el calor. Como la casa-fuerte de los Escobar, baluarte defensivo de la puerta de San Andrés. En ella nació María Escobar , quien llevó las primeras semillas de trigo y cebada al Perú.
El alcázar de Luis de Chaves es otra de esas construcciones. En su caso defendió la puerta de Santiago. El edificio albergó a los Reyes Católicos repetidas veces. La más trascendente fue tras la muerte del rey Juan II de Aragón: los monarcas se hospedaron en este baluarte, desde donde convocaron el Consejo que reconocería a Fernando como rey de Aragón y Sicilia. Fue el preludio de la unión de las Coronas de Castilla y Aragón, y de la gran epopeya americana.
Donde la empinada calle de las Palomas hace esquina con la de Naranjos, está la casa de los Chaves-Calderón, otro proyecto del arquitecto Francisco Becerra. Muy cerca se encuentran la ya citada casa natal de Francisco de Orellana y el convento de San Francisco el Real o de la Coria, escenario en torno a 1477 del romance entre Gonzalo Pizarro ‘El Largo’ y Francisca González Mateos, joven que trabajaba como criada para la comunidad monástica.
De esa unión clandestina nació Francisco Pizarro, el conquistador del Perú. En la actualidad, el convento es la sede de la Fundación cultural Xavier de Salas, consagrada al estudio y la difusión de las relaciones históricas entre Extremadura y América, y a fomentar la investigación sociológica, musical, histórica y antropológica. El recinto incluye un curioso Museo Didáctico sobre América, abierto los sábados y festivos.
Francisco Pizarro es hijo de Gonzalo Pizarro y Franciasca Gonzáleza, criada de un convento
Otro núcleo monumental trujillano se vertebra en torno a la plaza de Santa María, en una de las zonas mas elevadas de la ciudad antigua. Allí se agrupan casas solariegas notables, como el palacio renacentista de los Pizarro Hinojosa, marqueses de Lorenzana, título concedido a un antiguo gobernador de Panamá y Guatemala. Ese palacio majestuoso acoge actualmente la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Justo enfrente está la ya mencionada casa-museo de Francisco Pizarro.
Una sucesión de calles empinadas conducen hasta el castillo árabe. La ascensión merece la pena, porque el baluarte brinda una amplia panorámica de la ciudad y de sus alrededores. Además, la torre del homenaje alberga la Virgen de la Victoria, una talla del siglo XVI que es la patrona de Trujillo.
Bajando por la calle de los Ballesteros hacia la plaza, se encuentra el palacio de los marqueses de Santa Marta, construido en el siglo XVI por el arquitecto Francisco Becerra, aunque reformado en el siglo XVIII. Perteneció a la familia de Francisco de las Casas, capitán de Hernán Cortés en México y fundador de la primera población con el nombre de Trujillo en suelo americano: hoy tiene 62.000 habitantes y se halla en la actual Honduras.
La Trujillo extremeña está 50 km al este de Cáceres, desde donde se llega por la autovía A-58 o por la carretera N-521. La ciudad está comunicada mediante frecuentes servicios de autobús y ferrocarril.