Los comercios emblemáticos, los diamantes invisibles de Palma de Mallorca
Mundo insólito
La capital balear alberga, entre sus calles, establecimientos con más de tres siglos de vida
El toldo, el rótulo y el escaparate son tan discretos que la tienda casi parece camuflada. Hay que descender un par de escalones para penetrar en ella, lo que habla del nivel al que se encontraba la calle cuando abrió sus puertas la Merceria Àngela (c/ Jaume II, 33). Fue en el año 1685. Han pasado tres siglos largos y siguen con el mismo negocio: pasamanería, hilos, botones. Y eso no es lo más prodigioso. En este tiempo el negocio lo ha regentado la misma familia.
No hace falta tirar mucho de la lengua a los propietarios para que, orgullosos, saquen de la rebotica un cuadro con el árbol genealógico. Los Aguiló, apellido chueta donde los haya, se ramifica y llega hasta hoy mismo, en que los más jóvenes descendientes viven en Israel.
Comercios con medio siglo de vida
Palma de Mallorca está redescubriendo sus tiendas veteranas y emblemáticas, esas que distinguen a las ciudades en las que todavía hay un tejido comercial arraigado a sus orígenes de las que se diluyen sin remedio en franquicias y sellos internacionales que confunden al viajero, que al final encuentra la misma oferta en Praga, Londres, Roma o Berlín.
Silenciosamente, sin armar jaleo, en Palma han pervivido docenas de tiendas que cuentan con más de cincuenta años de antigüedad, que tienen todavía una gran conexión con la artesanía y antiguos modos de relacionarse con el cliente, que habían quedado como reliquias entre la enorme oferta que ofrece la capital balear, con un centro urbano rico en establecimientos de toda clase.
Las autoridades han advertido que ese comercio diferenciado puede ser un atractivo turístico más, y en mayo de 2018 el Ayuntamiento aprobó el catálogo de establecimientos emblemáticos. Se les rebajan algunos impuestos que pueden ayudar a mantener los negocios a flote, y también se realizan gestiones-puente de cara a mantener las tiendas abiertas cuando el propietario se jubila y no hay relevo generacional.
Bombonerías, peluquerías, paragüerías, hornos, jugueterías, imprentas, cererías, bares, zapaterías… el único requisito para formar parte del “club” es llevar abierto sin interrupciones 50 años. Ya hay inscritas 78 tiendas en el catálogo, pero esa lista está viva, pues cada año algún que otro comercio pasa del medio siglo e inmediatamente pasa a formar parte de los seleccionados.
Can Joan de s’Aigo
Can Joan de s’Aigo (c/ Sanç, 10) ilumina alegremente su cartel de bienvenida como si el camerino de un artista se tratara. Al empujar la puerta se penetra en una chocolatería que lleva engordando a los palmesanos desde el año 1700. Finas columnas de hierro, lámparas modernistas, pavimento de baldosa decorada, espejos enmarcados… La ambientación ayuda a crear un clima acogedor.
Las ensaimadas y quartos (un bizcocho que parece una nube caída del cielo), el chocolate a la taza y, en verano, los helados son los motivos por los que los palmesanos peregrinan sin descanso a este local.
La Industrial y La Pajarita
En La Industrial (c/ Pas d’en Quint, 8) explican con orgullo que se ocupan de despachar juguetes desde que no llegaban con la barbilla hasta la altura del mostrador. Las dos propietarias, Neus y Concepció Aguiló, se reafirman en la política defendida por sus padres de no dejar que el juguete electrónico traspase su santuario. Aquí se venden los juegos tradicionales: coches, trenes, muñecas, educativos, rompecabezas, cubos de construcción, caballitos, peluches, títeres…
Lógicamente, en la campaña navideña tienen su pico anual, mientras que el resto del año la tienda vive una tranquilidad pasmosa. Y, muy a menudo, son los padres los que están más interesados en el juguete tradicional que los propios hijos, que en cuanto cumplen los dos dígitos empiezan a quedar hechizados por consolas con botones que ellos no ofrecen.
Las propietarias hablan con nostalgia de los momentos de su juventud en que había temporadas altas en que necesitaban una docena de dependientes. Hoy se bastan y se sobran ellas dos… alternándose. La Industrial, sin embargo, se mantiene alegremente iluminada y los escaparates con robots de hojalata invitan a entrar y curiosear.
Justo enfrente se halla La Pajarita (c/ Sant Nicolau, 2), una bombonería decorada como un escenario de Chitty Chitty Bang Bang que es además… una charcutería abierta desde 1872.
Mimbrería Vidal
Cuando se entra en la Mimbrería Vidal (c/ Corderia, 13), lo primero que llama la atención son los aromas a rafia y cáñamo. La tienda funciona desde 1925, y desde hace tres generaciones son los Vidal quienes se encargan de encontrar lo que el cliente busca entre el batiburrillo de cestas, sillas, cortinas, cordeles, capazos, lámparas… El señor Vidal transmite optimismo y amor por el oficio –todavía repara respaldos, asientos y otros objetos–, y se entusiasma con el interés que los turistas de todas las nacionalidades muestran por los objetos que vende.
Vidrería Gordiola
En la Mimbrería Vidal se puede tocar y revolver a placer. En cambio, en la Vidrería Gordiola (c/ Victòria, 4) el visitante entra casi de puntillas y se mueve con la delicadeza de una pantera. Estantes y mesas están repletos de los trabajos en vidrio –copas, vasos, bandejas, candelabros, cubiertos, lámparas, jarrones…– que la familia Gordiola lleva creando desde 1719. Ahora la fábrica está en Algaida, pero la tienda sigue anclada en el casco antiguo de Palma, vanagloriándose de que todavía, cada año, testas coronadas que veranean en el palacio de Marivent compren algunas piezas.
Forn Fondo
El rótulo modernista del Forn Fondo (c/ Unió, 15) es uno de los orgullos de esta pastelería que sirve al público, según acreditan los documentos, desde 1742. Aunque es desde 1911 que la familia Llull lo ha regentado. A los robiols, quartos y ensaimadas tradicionales ahora han incorporado bombones y turrones modernos que hablan de la importancia que el turismo, además de los clientes de toda la vida, tienen para Neus y Pau, la cuarta generación de Llull que hace pasteles en este establecimiento.
Forn de la Glòria
Menos conocido por los foráneos por su ubicación lejos de la barahúnda central pero provocando postraciones de los palmesanos, el Forn de la Glòria (c/ Forn de la Glòria, 7). Solo hay que leer la dirección para saber de la importancia de este horno: la calle lleva su nombre. Allí son famosos por elaborar ensaimadas siguiendo los cánones marcados por la Indicación Geográfica Protegida que provocan delirio entre los golosos. Tienen otros dulces como las cañas de sobrasada y albaricoque por las que mallorquines de todos los rincones de la isla se desplazan docenas de kilómetros.
Sebastià y Xisca Camps enseñan el horno a todo aquel que muestre curiosidad por la historia del local, y sus etiquetas vintage hablan de una vida larga, que se remonta a 1717. Los muebles modernistas no son lo único tradicional: los dulces se elaboran siguiendo el calendario popular.
El actual catálogo de comercios emblemáticos de Palma reúne 78 establecimientos y desea convertirse en uno más de los motivos para una visita cultural a la capital balear. El mapa con su localización y direcciones exactas se puede descargar en esta web.