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Georgia, la calma antes de la tormenta en Azerbaiyán

Sobre dos ruedas

Carreteras de barro, monasterios espectaculares, y problemas de comunicación

Bratislava, un fin de semana soñado en la capital eslovaca

Sinewan

sinewan

Llegué a Georgia lloviendo. Día oscuro para cruzar una frontera amigable, quizá la última sencilla en mi camino a Mongolia. Ni me hacía falta visa, ni me registraron, ni me preguntaron si llevaba drogas o drones. Asegurando la moto conocí a una pareja de neozelandeses que se acababan de jubilar, habían vendido su granja y estaban dando la vuelta al mundo en dos motos. De esas personas que inspiran, que hacen estar ilusionado por todo lo queda por vivir.

Decidimos avanzar juntos los primeros kilómetros y buscar un hotel en el que pasar la noche. A pesar de ser un país fácil, la novedad siempre genera algo de duda e incertidumbre, así que mejor hacer piña motera y echarnos una mano. Además, Georgia es famoso por su tráfico peligroso. Apenas hubo debate, casi por inercia salimos de la frontera en fila india y no la abandonamos hasta encontrar alojamiento.

Al día siguiente nos separamos, ellos iban algo más deprisa porque querían cruzar a Azerbaiyán en un par de días y yo, tenía ganas de echar el freno y empezar a viajar más despacio. De hecho, tenía que desviarme unos kilómetros de la ruta principal para hacer una misión especial, buscar a un mecánico llamado Iago y entregarle un mensaje muy emotivo de un amigo que había pasado por aquí hacía casi diez años. ¿Lo encontraría? ¿seguiría viviendo en el mismo pueblo?

En el vídeo está la respuesta.

Nos vemos en el siguiente capítulo, gracias por acompañarme