Serio y concentrado en los acordes, emulando a su ídolo, Jimmy Hendrix, sin la explosividad que tenía el hombre que cambió la forma de tocar la guitarra en el rock. Así muestra a Paul Allen, el cofundador de Microsoft fallecido este lunes víctima de un cáncer, en una fotografía que llena la homepage del MoPOP, el Museo de la Cultura Pop, que es como se llama dese 2016 el recinto consagrado a la música que impulsó el multimillonario y filántropo.
Jimmy Hendrix nació en Seattle, la ciudad de la costa del pacífico estadounidense famosa por la gran torre, la Space Needle, recientemente filmada en la trilogía de las sombras de Grey. Tras revolucionar la escena rockera durante cuatro años, Hendrix falleció, en 1970, tras una sobredosis de barbitúricos. Tenía 27 años, los mismos de Kurt Cobain cuando el líder de Nirvana, también nacido en Seattle, se suicidó. Cobain también cuenta ahora con un pequeño altar en el MoPOP. Allen ya era un fan de Hendrix y tenía 22 años cuando, en 1975, fundó Microsoft junto a Bill Gates, uno de los negocios más prósperos jamás creados, y 30 cuando abandonó su trabajo para combatir el primero de los dos cánceres que le afectarían.
Allen y Gates, junto a otra pareja famosa y rival, la formada por Steve Jobs y Steve Wozniak, fundadores de Apple, simbolizaron la cultura del garaje del Silicon Valley, tan obsesionada por la informática como por la música. Desde su salida de Microsoft, ya convertido en multimillonario, Paul Allen se dedicó a emprender negocios que le divertían y a invertir en causas filantrópicas. Compró un equipo de fútbol americano y otro de la NBA, que aún seguía controlando, los Seattle Seahawks y los Portland Trail Blazers, respectivamente. Para la posteridad deja, sin embargo, este singular y poco definible museo de Seattle que nunca ha encontrado su identidad y que ha ido padeciendo cambios de manera rutinaria, entre relicario, sala de exposiciones y laboratorio de ideas, que siempe fue la primera intención de Allen.
Primero fue el Museo de la Música, luego el Museo de la Experiencia Musical, ahora el MoPop. Pero sin duda es una de las grandes atracciones que visitar en la lluviosa ciudad de Seattle si se es muy fan de la música rock o si se viaja con niños. Para algunos escépticos, el recinto, inaugurado en el 2000 justo al lado de la Space Needle, estuvo mal desarrollado de su concepción. La curvilínea estructura de Frank Ghery, el mismo que diseñó los Guggenheim, siempre ha despertado más críticas que elogios, pero no deja de ser una obra imprescindible para entender al arquitecto vanguardista de las fachadas rugosas y las planchas de titanio. Aunque Ghery dijo haberse inspirado en las guitarras stratocaster machacadas en el suelo por muchos rockeros, una crítica periodística decidió la suerte del edificio: parece una criatura que ha salido del mar, se ha puesto a yacer y se ha muerto, vino a decir el especialista del New York Times.
Guste o no guste la silueta retorcida del MoPOP, hay suficientes curiosidades para atraer a los visitantes. Para los que no son demasiado fans del mundo del rock, la colección de memorabilia les puede recordar a un Hard Rock Café a lo grande. Pero hay guiños incluso para los menos adictos. Como el árbol-escultura de la entrada formado por pedazos de guitarra, acordeones y baterías que trepa hasta el techo del segundo piso.
Y, por supuesto, la gran experiencia del museo, el Sound Lab, un espacio con simuladores donde atreverse con la guitarra y, solo o con más amigos que completen la banda, tocar ante un público virtual y experimentar las mismas sensaciones de los rockeros en sus conciertos. Los niños y adolescentes hacen cola para sentirse estrellas del rock por un día.
Con el paso de los años, el MoPOP se ha ido enriqueciendo con exposiciones de ciencia ficción -hay un espacio de culto para Star Trek- y del universo de los superhéroes y con los espacios de intercambio de ideas y proyectos, como la Sky Church -otro homenaje a Hendrix- o el Blue Lounge. No hay que perderse la Fender original de Hendrix ni los espacios dedicados a Nirvana y Pearl Jam, la otra banda internacional de Seattle de este siglo.
Tras descubrir el templo de la música, se puede recorrer el puerto histórico de Seattle que fue embarque de las aventuras de la fiebre del oro en Alaska, el mercado tradicional Pike y, entre lluvia y lluvia, refugiarse en las innumerables cafeterías, e incluso entrar al primer Starbucks del mundo, que se abrió en Seattle en 1970.