36 horas imposibles en Ciudad de México
Escapadas de vanguardia
Fin de semana de sorpresa en sorpresa en la gigantesca capital mexicana
Toca poner el pie en una de esas ciudades inmensas que son imposibles de recorrer en 36, 48 o ni tan siquiera el doble de horas y días de los mencionados. Toca afinar el tiro. Y así, si se trata de escoger, qué mejor que hacerlo mezclando el pasado y el presente, lo de hoy pero atisbando lo de mañana… Descubrir una colorida sorpresa en cada esquina, huyendo del superpoblado centro urbano salvo al inicio, porque como país federal pero centralista el epicentro manda, y mucho, también en esta tierra acostumbrada –a veces de una forma dramática– a los temblores.
Ciudad de México nos espera. ¡Ándale!
Sábado
09 – Desayuno entre el caos del mercado de La Merced
Ciudad de México es de las más densas y extensas ciudades del mundo. Lidia en América con Nueva York pero con una diferencia esencial: el color. Si en la capital financiera del mundo el negro es ley de vida, en la capital mexicana los colores vivos marcan el ritmo de una urbe trepidante llena de contrastes, historia y experiencias, bañada en la alegría de sus ciudadanos ante los que hablar la misma lengua, el español, es más que una ayuda, toda una complicidad.
La mayoría de los hoteles se ubican en el centro histórico. Por eso, para empezar la jornada con un ‘chute’ de energía local y probar las varias y exquisitas especialidades mexicanas, te recomendamos huir del buffet estándar del establecimiento y acudir al mayor mercado minorista de alimentos de la ciudad, el de La Merced, un caos de puestos entre los que sobresalen varios negocios de comidas que te ofrecerán todo tipo de zumos, cafés, frutas y platos para empezar bien el día.
(Un aviso: la zona bulle de actividad desde primera hora, pero también abunda, en particular en su extremo este, el desorden y a veces la delincuencia. Por eso, que no te asuste el ajetreo más que continuo del lugar, pero tampoco dudes en tener un ojo puesto en tus pertenencias. Como se suele decir, seguir al resto de visitantes, miles, es una buena opción para no llevarse una inesperada y desagradable sorpresa).
10 – El Zócalo
A apenas cinco calles del mercado hallamos la principal plaza de Ciudad de México, el punto de inicio de la mayoría de visitantes. Extensísima, plana y decorada apenas por una bandera tricolor de tamaño inabarcable y circundada por la bella Catedral Metropolitana y por el Palacio Nacional, sede del poder Ejecutivo mexicano, con un museo muy completo y con excelentes murales. Sólo su presencia ya nos avisa de las distancias que guían a la ciudad –o de la multitud de caminos que se pueden escoger para conocer la urbe de urbes de América Latina.
No nos sobra el tiempo, así que la mañana es mejor destinarla a ir yendo desde el pasado al presente caminando apenas unas esquinas, en la primera parada tomando dirección norte; yendo de cara a la Catedral, admirando su belleza inclinada por el hundimiento del suelo sobre el que se alza la ciudad –el centro se ha edificado sobre la zona en la que había un gran lago hoy desecado– en una mezcla de estilos gótico, barroco y neoclásico cuya primera piedra se puso en el lejano año 1571, no mucho después del descubrimiento de América de la mano de Cristóbal Colón. Sin embargo conviene, en vez de entrar en el espacio religioso, tomar la calle que queda a su derecha.
A apenas cuatro pasos encontrarás uno de los tesoros que nos recuerdan que la apariencia –en gran medida castellana– del centro histórico tuvo una ajetreada vida anterior. Ahí hallamos el Templo Mayor, en donde admirar de una forma rápida el estilo, construcciones, calzadas y la cultura prehispánica si el tiempo apremia y no se puede ir hasta Teotihuacan para admirar la impresionante pirámide de la Luna y el Sol (en coche queda a una hora a las afueras de la urbe, ya en el Estado de México).
12 – La Secretaría de Educación Pública
A apenas dos esquinas más al norte, con acceso a través de la bella plaza de Santo Domingo, llegarás a la sede de la Secretaría de Educación Pública de México. Pero que el nombre no te engañe: no te proponemos una visita aburrida y burocrática a un ministerio de lo más común, sino el lugar donde podrás disfrutar de primera mano, con tranquilidad y en el mejor entorno posible entre patios palaciegos y pasillos arqueados del muralismo que recorre la muy amplia historia de México, firmados por el reconocido Diego Rivera.
Es gratis. E impresiona. Un inmejorable testigo de que, sin el descubrimiento de América por los conquistadores españoles, hoy no tendríamos ni café ni tortilla de patatas ni chocolate ni tomate ni muchos otros productos.
14 – La Casa de los Azulejos
Entre el calor, la altitud, la multitud y la caminata es muy posible que decirte que ha llegado la hora de comer sea un alivio. Para descansar en un lugar más que original, de una gran belleza, te recomendamos andar apenas unas calles. En la misma avenida Cinco de Mayo está la Casa de los Azulejos, como su azulada fachada deja a las claras. Una arquitectura clásica, palaciega, entre techos de madera tallada, un buen servicio de cocina (no caro) y murales de José Clemente Orozco. Allí podrás probar de todo, siempre con la gastronomía mexicana por bandera: prueba cualquier plato, porque hay mucho para elegir y no fallarás elijas lo que elijas.
16.30 – La Alameda Central
Justo enfrente de la Casa de los Azulejos, sin cruzar el Eje Central Lázaro Cárdenas, es imposible no admirar la Torre Latinoamericana, el que en su día fue el rascacielos más alto de la Ciudad (aunque la actual fiebre constructora en vertical en el occidente de la megalópolis la hayan dejado a una considerable distancia). Rectilíneo, historia viva de la arquitectura de los años 50 y ubicada en el mismo centro histórico, se recomienda pagar lo muy poco que cuesta subir en ascensor los 48 pisos de altura que tiene y contemplar la inabarcable extensión de la capital de México.
Sólo una vez contemplada la panorámica, entre picos montañosos y volcanes, te proponemos volver a tomar tierra.
Los pintores mexicanos son únicos. Historia, reivindicación, color, vida… Pero si no sólo de pintura vive el arte, te recomendamos emprender, de nuevo, la marcha hacia la Alameda Central, un parque público, el más grande del centro histórico, que ya existía en 1592 y, por ello, considerado como el más antiguo del país y América. Un remanso de paz en medio del ajetreo capitalino en el que, en su punta este, cruzando esta vez sí el Eje Central Lázaro Cárdenas desde la Torre Latinoamericana, podrás admirar el bello Palacio de Bellas Artes, de estilo art nouveau, como su harmónica y colorida cúpula señala desde la distancia. Dentro hay magníficos murales –alguno de ellos, tal vez, de los de más calidad de México– y exposiciones itinerantes de los mejores artistas del mundo además de espectáculos de danza y ópera con regularidad y su imponente Sala Principal como decorado natural.
18 – El Museo Nacional de la Revolución
Los platos mexicanos son la mayor de las veces ‘de fondo’, así que caminar tras el almuerzo se vuelve casi una obligación. La mejor opción para seguir con el recorrido por la historia de la Ciudad y el país es emprender el camino por la verde Alameda Central en dirección oeste y cruzar el Paseo de la Reforma, la gran avenida que guía de lado a lado la urbe.
Al cruzarla mira a la izquierda: verás a lo lejos el monumento a la Independencia surcar los cielos y, tras él, el castillo de Chapultepec, desde donde gobernó el último emperador del Imperio mexicano, Maximiliano I, rodeado de un verdoso bosque de nombre homónimo.
Si prefieres tomar este camino, es imprescindible que sepas que unos pasos más al oeste del castillo, sobre el Paseo de la Reforma, se puede acceder a la llamada ‘zona de los museos’, en donde se ubican el gigantesco e imperdible Museo Nacional de Antropología e Historia y el estridente Museo de Arte Moderno.
Sin embargo, si no te diriges allí, mejor cruza la avenida hacia el Monumento Nacional de la Revolución. Solo allí entenderás el porqué de la historia reciente del país, hasta hace muy poco en manos del mismo partido durante más de setenta años, una anomalía democrática que aún marca el presente del país.
19 – El Mercado de las Artesanías
Cerca, a apenas cinco calles al sur, puedes hacer las compras de rigor de objetos típicos del país, sean del norte o del sur del este u oeste, en el extensísimo Mercado de las Artesanías. Ubicado en la llamada La Ciudadela, un espacio paralelo a la calle Balderas, hallarás talaveras, alebrijes y un largo etcétera, todo sin tener que caminar a pleno sol.
20 – Las colonias Roma y Condesa
Se acerca la hora de tomar algo, disfrutar del ambiente urbanita y cenar. Si en la Ciudad hay un espacio donde se junta todo ello es en las bellas colonias de Roma y Condesa, construidas a principios del siglo XX y lugar en el pasado de la burguesía local y clase alta –razón por la que abundan los palacetes, mansiones y otros espacios dignos de admirar– aunque durante años abandonada por las terribles consecuencias del terremoto de 1985.
Hoy de nuevo en proceso de ‘gentrificación’ y dinámica zona cultural, merece la pena caminar por sus calles sin rumbo preestablecido pero con los parques México, España, Cibeles, Río de Janeiro y Luis Cabrera como fronteras ‘líquidas’. En sus alrededores abundan los cafés, bares, restaurantes, tiendas, galerías y una arquitectura que cabalga entre los siglos. Para enmarcar.
Domingo
09.30 – Coyoacán
Un nuevo día es huir del centro para conocer una de las zonas dignas de ser mencionadas y destacadas en cualquier guía. Toca coger el metro desde el centro y… poner rumbo al sur, a Coyoacán.
No tiene pérdida: la línea 3 en dirección a Universidad para en Coyoacán. Y nada más salir, girando en dirección este, encontrarás la Cineteca Nacional, bello edificio de firma reciente que sigue la costumbre monumental de las edificaciones públicas mexicanas.
Después de una breve parada para ver la arquitectura más representativa del presente de la capital, dirígete más hacia el sur, siguiendo por la calle Centenario. En esta vía como en las adyacentes encontrarás multitud de locales donde desayunar de la mejor manera. Además, una vez sacies tu apetito, a apenas unos minutos de allí encontrarás a mano izquierda de la calle la Casa-Museo de Frida Kahlo, estandarte de la pintura más personal de México en el turbulento siglo XX, entre revoluciones, sufrimientos, surrealismo además de un largo, bello y personal etcétera.
10.30 – Los museos del siglo XX
La conocida como Casa Azul no te decepcionará: objetos personales, pinturas, una casa de arquitectura hispánica entre el verde y las fuentes de agua; historia viva de lo que México representa en la cultura contemporánea. Cerca, además, podrás seguir imaginando las arenas movedizas que guiaron el siglo XX en la visita a la Casa-Museo de León Trotsky, líder del Ejército rojo de la Revolución soviética y luego exiliado en México que acabó asesinado, precisamente, de la mano de un estalinista de origen catalán, Ramón Mercader, en su estudio de Coyoacán.
13.30 – Comer la auténtica comida mexicana como un mexicano
Para saber lo que realmente es México no hay nada como pasarse por sus mercados. Esta vez, toda vez va siendo hora de comer, te recomendamos acercarte al no muy grande mercado de Coyoacán para comer el menú del día de La cocina de tu mamá, un puesto dentro del espacio en el que por un módico precio te servirán aguas, sopas, enchiladas y un postre, todo cocinado frente a ti.
Su sabor es inigualable. La compañía, más que amena. El entorno, para vivirlo y recordarlo.
Si no es de tu gusto, la zona también es muy conocida por las distintas churrerías que hay, todas excelentes.
15 – Nieves o helados o un buen café de olla para la digestión
A dos esquinas podrás relajarte unos minutos viendo pasar la vida del barrio, entre casas bajas y edificios hispánicos, incluida la casa del conquistador Hernán Cortés en el jardín Centenario. En la esquina entre este parque urbano y el del Kiosco se hallan varias heladerías, aunque en este caso te recomendamos justo la que hace esquina, la Nieves El Kiosco de Coyoacán. Un aviso previo: las nieves son los helados elaborados a partir de agua y jugo; los helados, los producidos con leche y, por tanto, menos refrescantes pero más cremosos.
De una de las calles que salen del jardín hacia el este, en la calle Higuera, se halla a su vez el minúsculo café Avellaneda, una alternativa para aquellos enamorados del café (o chocolate) con una de las mejores ofertas de este producto en la Ciudad de México.
17 – La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Llegamos hacia el final de nuestro recorrido exprés por la megalópolis mexicana. Y qué mejor que dar la contraparte de la Secretaría de Educación Pública. Porque si antes nuestra visita a un ministerio no era para ver papeles, ahora visitar la universidad más grande de toda América Latina, más conocida por su acrónimo, UNAM, es poder disfrutar de una cultura que no caduca.
Se puede llegar caminando a través del Pedregal de San Francisco (lleno de calles que en medio de la urbe de urbes te hacen imaginar que estás en un pueblo de calles estrechas), Chimalistac (con casas rodeadas de un apacible verde en la que han vivido grandes autores, como Elena Ponitowska y parecido a su paralelo San Ángel), o yendo, de nuevo, a la estación de metro de la línea 3 y bajando apenas dos paradas al sur, en Copilco.
La ciudad universitaria, extensísima, reúne no sólo grandes prados, edificios típicos de la segunda mitad del siglo XX o el monumental Estadio Olímpico de México, sino sobre todo y ante todo, la gran y bellísima Biblioteca Central, con murales recordando la historia del país que ha merecido al campus ser reconocido como Patrimonio Mundial de la Unesco.
La mejor foto de despedida de un país único.