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36 horas únicas en el verde Dublín

Escapadas de vanguardia

La capital irlandesa ha forjado una dinámica personalidad donde reinan el ritmo de la música en directo y el verde de los parques

36 horas en Dublín

Mario Chaparro

Dublín te impregna de vida. La capital irlandesa, de raíces gaélicas y vikingas, y fruto de mil conflictos territoriales y religiosos, es hoy una ciudad enérgica y cosmopolita que te empapa.

A medio camino entre el verde rural que baña Irlanda y las grandes urbes europeas, Dublín tiene poco más de un millón de habitantes, centenares de pubs y decenas de músicos en la calle. Pero más allá de los tópicos en Baile Átha Cliath –o población del vado de cañizo en gaélico– también encontrarás una ciudad que atrae a miles por su cultura, arquitectura, gastronomía y, sobre todo, historia.

'Skyline' de Dublín

powerofforever / Getty Images/iStockphoto

Sábado

10.00 - Del cielo a las catedrales

No te costará nada encontrar el punto de partida de nuestra ruta: mira al cielo y busca el punto más alto, el curioso monumento The Spire, una puntiaguda columna de acero inoxidable que rasca el cielo hasta los 120 metros de altura. Ubicado en la céntrica calle O’Connell, en su base tiene tres metros de diámetro que se van estrechando hasta los 15 centímetros de su techo, que en días de viento –algo nada raro en estas tierras– se balancea ligeramente.

Dublín se halla en la desembocadura del río Liffey, así que ve a conocerlo. Te espera a menos de cinco minutos siguiendo por la pintoresca, comercial y ancha vía O’Connell. Uno de los lugares más prestos para contemplar este río que cruza la capital de este a oeste hasta su desembocadura en el mar de Irlanda es el blanco y coqueto Ha’penny Bridge, que desde 1816 es el primer puente para peatones que cruzó el Liffey.

Superado el río, al otro lado de Ha’penny hallarás dos emblemáticas catedrales medievales en apenas 10 minutos. La más cercana –y la única que se ve desde el río– es la de Christ Church Cathedral, conocido como el edificio más antiguo de Dublín y que acaricia los 1.000 años desde su construcción. Con todo, esta iglesia de piedra ha acometido varias reconstrucciones y restauraciones a lo largo de sus diez siglos de intensa historia.

La Chirst Church Cathderal es el templo más antiguo de Dublín

kulicki / Getty Images

Dirección sur se encuentra su hermana, también medieval, aunque más joven: Saint Patrick’s Cathedral, que suma 800 años en sus muros. Erigida en homenaje al patrón de los irlandeses, Saint Patrick’s es la catedral más grande de todo el país. Ambas, Christ Church y Saint Patrick’s, son puntos de reunión para la iglesia protestante.

11.30 – El centro histórico

Si sigues paseando por el mismo lado del río descubrirás una porción significativa de la historia de Dublín. Empieza por el castillo, que ubicado en pleno corazón de la ciudad, ha sido desde residencia real irlandesa hasta sede de la administración inglesa y británica, pasando por su origen como fortaleza vikinga. En el último siglo el castillo ha sido sede de simbólicas ceremonias nacionales. No es para menos, dado que el Dublin Castle fue entregado el 16 de enero de 1916 por el último virrey de Irlanda al líder revolucionario irlandés Michael Collins y al recién proclamado Estado independiente de Irlanda.

Enfrente, a apenas unos pasos, se encuentra el escenario de un poder más reciente, el municipal: el Dublin City Hall. Construido a finales del siglo XVIII, el antiguo Consistorio dublinés es un magnífico exponente del estilo arquitectónico georgiano y, en su interior, cuenta con una impresionante bóveda sostenida por 12 columnas.

En dirección hacia la bahía te toparás con otro de los emblemas de Dublín: el Trinity College, la universidad decana de Irlanda, fundada a finales del siglo XVI. Con cerca de 200.000 metros cuadrados en pleno centro histórico de la capital irlandesa, sus aulas y su extraordinaria biblioteca han sido refugio para dramaturgos de la talla de Oscar Wilde o Samuel Beckett.

Biblioteca del Trinity College de Dublín

clu / Getty Images

En la misma biblioteca se guarda uno de los mayores tesoros culturales de Irlanda: el Book of Kells, un manuscrito escrito por monjes celtas hacia el año 800 que atrae a medio millón de personas cada año.

13.30 – Un bocado irlandés

La intensa zambullida a la historia dublinesa merece y qué mejor que éste sea gastronómico y local, así que para comer te sugerimos que te dirijas andando frente a Ha’penny Bridge, bonito pub especializado en comida irlandesa.

16.00 – Oasis verde

Con la barriga llena proponemos que te relajes en el Saint Stephen Green, un parque público de nueve hectáreas cercado por la alta sociedad desde mediados del siglo XVII y pulido con estilo victoriano 200 años después. Hoy, su estanque, puentes y caminos flanqueados por colosos árboles lo convierten en uno de los lugares favoritos para los locales.

De verde en verde, a diez minutos se planta Merrion Square, otro parque público que todavía mantiene el aroma de su acaudalado pasado en las residencias de estilo victoriano que lo rodean. De hecho, en un inicio fue un parque privado de uso exclusivo para sus vecinos, entre los que se cuentan Oscar Wilde, a quien debemos imaginar paseando plácidamente por este verde paraje mientras daba una vuelta a su próxima novela. Tanto es así que la vivienda del autor de El retrato de Dorian Gray aún se puede visitar hoy, además de la famosa escultura que figura en el parque.

Con todo, las curiosidades del Merrion Square no acaban en su superficie. Debajo de este oasis verde se construyó un refugio antiaéreo con capacidad para más de 1.000 personas.

Entre los edificios que rodean Merrion Square, y más allá de la antigua casa de Oscar Wilde, hay dos de los museos referenciales de Dublín: El National Museum y la National Gallery. Eso sí, si quieres visitar uno de ellos, hazlo antes de relajarte por los mentados parques, ya que en sábado cierran a las 17.00 horas.

18.30 – Atardecer en el Liffey

De vuelta hacia la referencia del río Liffey alcanzarás el Samuel Beckett Bridge, el futurista puente que lleva la rúbrica de Santiago Calatrava. Construido diez años atrás en acero blanco en forma de arpa celta, es la puerta de entrada de la ciudad desde el muelle de la bahía de Dublín.

El río Liffey con el Samuel Beckett Bridge de fondo

anyaivanova / Getty Images/iStockphoto

El de Samuel Beckett no es el único puente que el arquitecto valenciano firma sobre el río Liffey. Y el otro también goza de un nombre muy literario, el James Joyce Bridge, al otro lado de la ciudad. Menos fastuoso, se caracteriza por dos inclinados arcos simétricos.

19.30 – El ritmo de Grafton Street

Hablar de Irlanda y obviar la música callejera se puede considerar casi pecado. Cuna de infinitos artistas, el mejor lugar para zambullirte en este rítmico ambiente es Grafton Street, en el centro, entre Trinity College y el castillo. Deambula sin prisa por esta bulliciosa calle peatonal, plagada de comercios y música en todos sus rincones, y no te olvides de visitar la traviesa estatua de Molly Malone, legendario personaje que carreta en mano vendía pescado y marisco al tiempo que causaba la ensoñación de los jóvenes dublineses con su prominente belleza. Tan mitificada está su figura que de ella se han escrito decenas de canciones y una de ellas, Cockles and Mussels –berberechos y mejillones– es el himno oficioso de la ciudad.

Grafton Street se llena siempre de comerciantes y músicos callejeros

jamegaw / Getty Images/iStockphoto

21.00 – La mejor hamburguesa del mundo

Para cenar vuelve a las cercanías de Saint Stephen’s Park. Los diez minutos a pie merecen la pena, y es que aquí te espera el Bunsen, una pragmática hamburguesería con dos tipos de hamburguesa: con queso y sin queso, y doble. Con todo, los locales suelen coincidir en la misma valoración: es la mejor hamburguesa del mundo. ¿Lo compruebas?

23.00 – Temple Bar

No pueden existir dudas acerca de dónde poner el punto y final de la jornada: el Temple Bar, histórico pub que da nombre a una zona de ocio plagada de bares típica y tópicamente irlandeses.

Hazte sitio en cualquier local, pídete una pinta de cerveza y goza del abarrotado y divertido ambiente de los pubs irlandeses al son de cualquiera que sea la música en directo que acompañe a los presentes. Un escenario perfecto para bajar la persiana del día sumergido en algún local de notable personalidad irlandesa.

Temple Bar da la bienvenida a una telaraña de bares y pubs llenos de vida nocturna

Arthur Zogheib Pinatto - Photos / Getty Images/iStockphoto

Domingo

10.00 – Desconexión dublinesa

Que no se te peguen las sábanas si quieres aprovechar tu segundo día en la capital irlandesa. Aunque el primer plato de nuestro menú dominical tiene poco de urbano y mucho de natural. El motivo es Phoenix Park, un gigantesco refugio verde al nordeste de Dublín que con sus más de 700 hectáreas disfruta soberbio de la vitola de ser el parque urbano más grande de Europa –en Phoenix, Arizona (EE.UU.) está precisamente el parque urbano más grande del mundo.

Los orígenes de Phoenix Park, en irlandés, se remontan a mediados del siglo XVII como reserva para ciervos hasta que algo menos de 100 años después se abrió al público, aunque aún hoy se dejan ver familias de venados.

El Zoo de Dublín, el People’s Garden –un bello jardín–, la Áras an Uachtaráin –la residencia del presidente de Irlanda–, la Papal Cross –una cruz ubicada donde el papa Juan Pablo II pronunció una misa–, o el Wellington Testimonial –obelisco de 63 metros de alto levantado en homenaje al duque de Wellington– son algunas de las atracciones de este mastodóntico parque de tintes boscosos. Te será imposible recorrerlo todo, pero una buena opción puede ser alquilar una bicicleta y repasar sus sombrosos y apacibles caminos mientras pedaleas sin prisa alguna.

12.00 – Kilmainhan Gaol

En la salida sureste del parque, cruzando el Liffey, se levanta Kilmainham Gaol, una antigua cárcel convertida hoy en museo. Inaugurada a finales del siglo XVIII, esta vetusta prisión ha encerrado entre rejas a muchos de los nombres envueltos en la lucha por la independencia de Irlanda –declarada unilateralmente el 1916 y acordada por el tratado angloirlandés en 1919.

Sus húmedos muros, lúgubres celdas y el crudo patio de ejecuciones lo convierten en un lugar imprescindible para repasar la historia más oscura de Irlanda. Abren todos los días del año –a excepción de señaladas fechas navideñas– hasta media tarde.

Interior de la antigua cárcel de Kilmainham Gaol

FEH / Getty Images/iStockphoto

13.30 – Irish Stew

Para comer y si no lo has hecho antes, te aconsejamos probar el afamado estofado inglés, que entre sus mil variantes suele llevar carne de cordero, patatas, cebolla, perejil y zanahoria. Orgulloso plato local, no te costará encontrarlo en cualquier restaurante de la zona.

15.30 – Lo moderno dentro de lo clásico

Siguiendo la senda museística, a apenas 15 minutos andando dirección centro, se encuentra el Irish Museum of Modern Art (IMMA). Si te interesa el arte moderno, aquí podrás gozar de más de un millar y medio de obras de arte contemporáneo local e internacional. Con todo, los rompedores encantos de su interior contrastan con su exterior, y es que el IMMA se encuentra en el interior del histórico Hospital Real de Kilmainhan –del siglo XVII.

17.00 – El placer final de una Guinness

¿Has llegado al epílogo de tu viaje a Dublín sin probar una pinta de Guinness? Dudamos que así sea, pero en todo caso, tiene solución. Lo único que tienes que hacer es llegar antes de las 17 horas a la Guinness Storehouse, la fábrica que muestra la elaboración de la cerveza más famosa de Irlanda, desde la combinación de agua, lúpulo, cebada y levadura hasta que llega a tu mesa.

Más allá de ello, este museo de la Guinness ofrece varias posibilidades, como poner a prueba tus conocimientos sobre la cerveza o la posibilidad de tirar tu propia pinta con la espuma justa. El final, con todo, siempre es el mismo: tomar tu propia Guinness desde el Gravity Bar, en la azotea del edificio, lugar ideal para despedirte de esta ruta exprés con la vista de Dublín a tus pies y el sabor de Irlanda en tu boca.

Guinness, sabor a Irlanda

kulicki / Getty Images

En la confección de esta ruta nos ha guiado David Requejo y Jorge Frutos, dos amigos de infancia de Basauri que compartieron vivencias en la capital irlandesa. Ningún establecimiento mencionado en este artículo ha hecho aportación económica alguna para aparecer en la ruta, por lo que nuestras sugerencias proceden única y exclusivamente de la buena voluntad de nuestros guías para que los lectores disfruten al máximo de su viaje.